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Cayetana en la boda de uno de sus nietos. Detrás, su hijo Jacobo, con gafas de sol, juto a su mujer, Inka Martí.
El conde discreto
VIVIR

El conde discreto

PPLL

Domingo, 18 de septiembre 2011, 03:34

En casa de Jacobo Fitz-James Stuart (Madrid, 1954) no se leen revistas. Se leen libros, que los hay a miles. El hijo más desconocido de la duquesa de Alba vive dedicado a las letras, su escape a la dictadura del colorín. Porque el conde de Siruela no va a fiestas ni se deja ver más de lo que el título le obliga. Recluido en su magnífica masía del alto Ampurdán (Gerona), reivindica otro título, el del aristócrata intelectual y discreto.

El tercer hijo de Cayetana de Alba es estos días pasto de los corrillos a cuenta del rifirrafe con su madre, que ha afeado a su hijo y a su nuera la disconformidad que han mostrado con el reparto de la herencia -les deja fincas rústicas, pero ninguna casa-. La duquesa ha llamado «mala y envidiosa» a la esposa de Jacobo, Inka Martí (Barcelona, 1964) y él ha lamentado públicamente las «desafortunadas» palabras de su madre. «Somos los primeros sorprendidos, no he dado ninguna declaración a ningún medio, y menos sobre la casa de Ibiza, que siempre ha sido para mi hermana Eugenia», ha explicado a través de un comunicado. A la agraviada no se le ha oído. Ni se le oirá. Lo suyo es la discreción extrema, muy en la línea del conde de Siruela.

A él le llaman excéntrico porque viste tejanos, luce melena blanca y ha escrito un libro sobre los sueños -de crío soñó varias veces que caminaba con una bruja por el jardín de Liria, su lugar favorito de juegos, donde inventaba fábulas con sus soldaditos al pie del castaño centenario-. Y porque de vez en cuando se levanta escuchando a Vivaldi -le apasiona la música clásica-, lee a Borges -le considera su «maestro» y le conoció en Sevilla, en un curso que organizó sobre literatura fantástica- y tiene la oficina en su enorme casa de campo. Aislado y conectado a la vez a ese mundo bullicioso que le sobra: «Internet es el cambio cultural más importante de los últimos veinte años (...) pero el móvil me parece abominable y solo lo utilizo cuando voy de viaje. Incluso entonces lo llevo apagado», cuenta en una entrevista.

No acude a actos, premios o saraos pero tampoco es un ermitaño -vivió su época hippy, estuvo en Tánger, donde conoció a Paul Bowles, y en París trató con el filósofo Emil Michel Cioran-. Mantiene una buena relación con sus hermanos y con su madre, al menos hasta ahora, pero no los visita con frecuencia. Y eso que vive a veinte minutos del aeropuerto de Gerona. Claro que más que hacer la maleta le gusta deshacerla y entregarse a la vida tranquila en el Ampurdán junto a Inka Martí, a la que le une un romance tardío -se casaron en Venecia en 2004- y la pasión por los libros. «Inka es guapa por fuera y por dentro», le alaba Jacobo, divorciado de María Eugenia Fernández de Castro y con dos hijos -Jacobo y Brianda, ambos desconocidos para la prensa-.

Con ella ha encontrado a la compañera perfecta para alejarse del mundanal ruido. Inka también fue antes chica de ciudad y uno de los rostros televisivos de los años 80 y 90 (presentaba programas de divulgación cultural y hacía entrevistas). Luego se refugió en este rincón de la Cataluña más septentrional y cruzó su camino con el del hijo de la duquesa -el 'flechazo' fue en un bar de un pueblo cercano-. A cualquiera le hubiera dado dolor de cabeza, pero «Inka siempre ha sido super discreta, y más desde que se emparentó con la Casa de Alba. Sabía que no iba a tener problemas con las cuestiones de protocolo porque es culta y tiene una educación muy alemana. Sabe estar en su sitio», cuenta la periodista Chelo García Cortés, amiga de Inka e íntima del productor musical Gay Mercader, con el que la ahora duquesa de Siruela mantuvo una larga relación.

A la colaboradora de 'Sálvame' (Telecinco) le consta que Cayetana y su nuera se llevan «bien» y no entiende «el cabreo desmedido» de la duquesa. Si Jacobo ha hablado, dice García Cortés, será «porque estará harto de lo que se dice en televisión. Ha hecho lo más correcto». Pocas veces utiliza el conde el altavoz público. A este respecto, el escritor Iñaki Ezkerra recuerda que en los años de 'Crónicas Marcianas' él escribió un artículo crítico contra Javier Sardá. «Sé que Jacobo Siruela escribió una carta al director para elogiar mi artículo, aunque nunca se llegó a publicar. Por entonces en 'Crónicas' se burlaban de la duquesa y Alessandro Lequio había salido en unas fotos con Mar Flores, que era la pareja de Cayetano...».

Olfato para los libros

Es difícil encontrar a alguien que cuente interioridades del hijo de Cayetana, pero en el mundo de las letras son innumerables las referencias a su labor como editor, trabajo al que se dedica desde los 26 años cuando, empujado por su pasión por lo medieval, fundó Siruela. Es una editorial «elitista» que saca a la venta títulos «muy exquisitos y escogidos, editados con un cariño poco habitual» y fuera del circuito comercial. Empezó con una colección de libros sobre el Rey Arturo y rescató a autores de culto y textos antiguos. «Tiene un olfato maravilloso para los libros. Es muy trabajador y le pone entusiasmo», cuentan en su círculo. Siruela fue un capricho que se dio, una editorial para paladares exquisitos que también se ha apuntado 'best sellers' como 'Caperucita en Manhattan' (Carme Martín Gaite, 1998) o 'El mundo de Sofía' (Jostein Gaarder), del que se han vendido más de un millón de ejemplares.

Han recibido el aplauso de los lectores y de la crítica -Jacobo Siruela recibió el Premio Nacional de Edición en 2003- y en los círculos literarios admiran su apuesta por navegar a contracorriente. Lo siguen haciendo, aunque su creador ya no tenga allí más que el nombre. Y no solo lo tiene en la editorial, también lo ha cedido a unas bodegas, que comercializan seis variedades de vino 'Conde de Siruela'. Él no interviene en la elaboración de los caldos, que nacen de cepas castellanas (de Burgos) y que pertenecen a la denominación de origen Ribera del Duero. En la bodega cuentan que Jacobo solo ha prestado su nombre y que recibe un buen pellizco por ello. «También se le envían todos los años unas botellas. Su vino favorito es el Gran Reserva», unos 40 euros la botella -las otras cuestan entre 6 y 21 euros-.

Pero mejor olfato que para el vino tiene para los libros, y en el año 2000 decidió cerrar un capítulo, el de Siruela. Vendió la editorial cuando facturaba mil millones de pesetas al año. Dice que estaba «harto del barullo» y que con tanto trabajo le faltaba tiempo para leer. Con el dinero de la venta compró la masía en el alto Ampurdán, una lujosa residencia con piscina, jardín, caballos -a su mujer le encanta montar-, perros y gallinas.

Allí se enamoró de Inka Martí y se reconcilió con el negocio de los libros. En 2005 la pareja fundó la editorial Atalanta, en honor a la heroína de la mitología griega. «Quería un proyecto basado en la investigación cultural y no en una lucha por meter en el saco a cualquier autor de venta», cuenta el conde.

Atalanta es un capricho, un retoño mimado: «Hemos publicado 'Jin Ping Mei' (una novela capital en la cultura china) y solo la traducción de 2.000 páginas del chino al castellano sale por 40.000 euros (...). La capacidad de riesgo de Jacobo es prodigiosa. Cuando toma una decisión no pestañea. La producción de 'Historia de mi vida', de Giacomo Casanova (3.700 páginas) podría habernos arruinado. Y quiero añadir aquí un matiz. No hay herencia ni dinero materno en juego. Jacobo empezó a los 26 años con sus locuras medievales (...) y ha llegado hasta el presente sin números rojos», advertía su mujer en una entrevista. La duquesa de Alba ha dicho que ayudó a su hijo a montar Siruela, pero él dice que recurrió a préstamos.

Atalanta es un sueño para cualquier editor artesanal. Un libro al mes, doce al año. Entre ellos, dos firmados por los dueños: 'El mundo bajo los párpados' (2010, 23 euros, segunda edición), un trabajo con el que Jacobo Siruela indaga en la influencia histórica de los sueños, y 'Cuaderno de noche' (10 euros), 65 microrrelatos surgidos de la propia experiencia onírica de Inka Martí. Otro sueño, pero más espiritual que glamuroso, y en ese mundo no tiene cabida su rifirrafe con la duquesa.

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