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PÍO GARCÍA
Jueves, 24 de febrero 2011, 10:12
A Troy Jackson (Queens, 1976) le gustaba comer hamburguesas tanto como jugar al baloncesto. O aún más. Cuando ingresó en la Universidad de Louisville (Kentucky), fichado por el potente equipo local, tuvo que acostumbrarse a los chistes malévolos de sus compañeros: «Troy se sienta en un restaurante, va el camarero y le ofrece la carta. Troy la mira, se encoge de hombros y dice: 'Ok'». A Jackson le acabaron colgando el apodo de 'Escalade', por su semejanza con un nuevo modelo de todoterreno (pesado, potente, aparatoso) de la marca Cadillac. Pero todas esas pamplinas no le afectaban: «La naturaleza me hizo grande, pero jamás me lo tomé en serio -confesaba-. Probablemente comí demasiado y se me fue de las manos».
Troy Jackson no pudo triunfar, como su hermano Mark, en el baloncesto profesional, pero supo ganarse la vida con una pelota en las manos: con su insólito aspecto de montaña móvil, se convirtió en una de las leyendas del baloncesto callejero estadounidense y formó parte del And1, un equipo que se paseaba por el mundo entero dando exhibiciones. El pasado sábado, 19 de febrero, acudió a Los Ángeles para asistir al partido de las estrellas de la NBA. Murió esa misma noche, en la habitación de su hotel, mientras dormía. La autopsia revelará la causa exacta de su fallecimiento, aunque todo parece indicar que fue víctima de un infarto o de un derrame cerebral. Tenía 35 años. Pesaba 181 kilos.
Un gigante sutil
Troy chupó desde crío el veneno del baloncesto. Cuando tenía diez años, su hermano mayor, Mark, con quien compartía habitación, se convirtió en flamante jugador de los New York Nicks. Ambos manejaban la pelota con la soltura de un malabarista, pero ahí acababan las semejanzas: Mark era un base recatado, que apenas medía 1,85 metros y no pesaba más de 80 kilos; Troy, en cambio, siguió creciendo y engordando hasta alcanzar proporciones fabulosas. Cuando acabó el instituto, el pequeño Jackson jugaba muy bien al baloncesto, pero era una mole de 208 centímetros que pesaba 257 kilos: «La gente se preguntaba cómo podía moverme, pero para mí era algo muy natural».
Su imposible estampa de paquidermo no arredró a los ojeadores de la Universidad de Louisville, que decidieron enrolarlo en su equipo, uno de los más potentes de la NCAA, la liga universitaria americana. «Tuvieron agallas», reconocería años después 'Escalade' Jackson. Quizá para agradecérselo, se sometió a una dieta espartana. Estaba decidido a seguir la brillante senda de su hermano Mark. Quería triunfar en la NBA.
Durante 20 meses intentó domesticar su infatigable estómago. Cerraba la boca a partir de las ocho de la noche y solo tomaba fruta para desayunar. Para comer, se conformaba con una ensalada de pollo o con un sandwich de pavo. Adelgazó casi 90 kilos. Se quedó con 164.
No le sirvió. Suplente durante dos temporadas, firmó unos números modestos (3 puntos y 1,6 rebotes) y se despidió de la Universidad de Louisville. A los 20 años, comprendió que había perdido la batalla contra su propio cuerpo. Pero no se hundió. Buscó refugio en el baloncesto callejero: una disciplina vistosa, sin apenas normas ni sistemas tácticos, donde prima el espectáculo. Y en ese territorio casi salvaje, libre de corsés, su oronda efigie triunfó. La gente pagaba dinero por ver cómo aquel hércules adiposo se adornaba con sutilezas de bailarina. Troy llegó incluso a ocupar la portada de la revista 'Sports Illustrated', en junio del año 2005.
«Fue el gigante más elegante que he conocido», resumió Ron Naclerio, su entrenador del instituto. «Hemos perdido a una gran persona. Te quiero Escalade», tecleó en Twitter Shaquille O'Neal, otro miembro de su imponente cofradía.
El hermano mayor de Troy, Mark Jackson, tiene mucho de qué presumir. Militó en siete equipos de la NBA y es el segundo jugador que más asistencias ha repartido en la historia de la liga, solo por detrás de John Stockton. Se despidió del baloncesto profesional en el año 2003. Desde entonces, ha dado rienda a su pasión religiosa. Tanto él como su esposa, la actriz y cantante Desiree Coleman, se han convertido en pastores de la Iglesia Internacional del Amor Verdadero, con sede en Van Nuys (California). «Dios sigue siendo bueno», clamó el domingo, tras conocer la muerte de su hermano.
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