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Empresarios del centro comercial Guadalmina analizan el daño que les está produciendo la actitud del empresario que no cumple la ley antitabaco. :: JOSELE-LANZA
Las víctimas del asador insumiso están que arden
MARBELLA

Las víctimas del asador insumiso están que arden

Se quejan de la paradoja de que al cumplir la norma están siendo castigados con una fuga de clientes al local que permite la nicotina Hosteleros vecinos del empresario que incumple la ley antitabaco se sienten perjudicados y critican la falta de respuesta de las autoridades

CRISTINA GONZÁLEZ

Sábado, 5 de febrero 2011, 02:27

Es una mesa libre de humos. Tres de los cuatro empresarios se confiesan fumadores pero tienen las cajetillas de tabaco a buen recaudo. No hay humo pero están que arden. Francisco Siconolfi, María Fernández, Jon Retolaza y Alberto Gutiérrez son cuatro de los doce emprendedores que, en época de crisis y en temporada baja, luchan por mantenerse a flote con sus negocios, ya sean bares, restaurantes o locales de copas. Todos comparten una misma ubicación geográfica: El centro comercial Guadalmina. Y todos tienen que luchar contra otro Goliat más que ha salido desde sus propias filas: El Asador Guadalmina. Su propietario, José Eugenio Arias, decidió convertirse en el primer insumiso de la ley antitabaco desde el mismo día en que entró en vigor. Un acto de rebeldía que, según sus vecinos, le está reportando no solo una gran notoriedad sino también unos pingües beneficios pese a que, en resumidas cuentas, lo que está haciendo es saltarse una norma a la torera.

«Estamos sufriendo un perjuicio, una disminución en la afluencia de público que, si ya se nota con la propia ley, se ha visto agravada por su actitud», señala Javier Siconolfi, propietario del restaurante La Rosa. Su negocio está pared con pared del local donde la nicotina campa a sus anchas y que se jacta en vidrieras y puertas, con multitud de carteles, de liderar un movimiento contra la ley antitabaco al que las autoridades todavía no han puesto coto.

Y aunque no quiere cebarse solo con su dueño -recuerda que ya hay decenas de vecinos de insumisos- sí lo hace con las administraciones competentes, en este caso el Gobierno central (quien dictó la ley) y la Junta (quien tiene que hacerla cumplir a través de los inspectores de Salud). «Tenemos que ser o todos moros o todos cristianos», afirma sin rodeos. En esto no hay discrepancias. Puede haberlas en la idoneidad o no de la prohibición de prender un cigarrillo en bares y restaurantes pero no en que, una vez promulgada, debe cumplirse y, sobre todo, hacerse cumplir. «Las autoridades no están tomando cartas en el asunto, nadie sabe si se le han puesto multas o no, aunque no deseemos la ruina de nadie», continúa Siconolfi, al que interrumpe Jon Retolaza, del restaurante El Añil, que intenta llamar a las cosas por su nombre. «Es competencia desleal», señala, a lo que María Fernández, de El Perejil, añade que además es «un mal ejemplo» por parte de los que tienen que velar porque nadie convierta una ley en papel mojado.

Impunidad

Los empresarios se atropellan al hablar. Todos quieren dejar clara una postura que se encuentra siempre en el mismo punto: La impunidad que, de momento, tienen los negocios que enarbolan la bandera de la libre circulación de la nicotina. Pese a que la Junta de Andalucía notificó el pasado 7 de enero al empresario donostiarra el inicio de un expediente sancionador por falta muy grave al incumplir de manera reiterada un requerimiento de la autoridad sanitaria, con amenaza de una sanción que podría oscilar entre los 10.001 y los 600.000 euros, el local sigue funcionando entre puros y cigarros.

Las medidas se anunciaron entonces a bombo y platillo pero todo sigue igual. O mejor. Dicen sus compañeros del centro comercial que ha ampliado horario, contratado más personal y que incluso se plantea servir desayunos. «Lo que está pasando ya es mofa», sentencia Alberto Gutiérrez, de la Taberna de Guadalmina, que critica que se haya puesto en marcha una ley sin las herramientas para hacerla cumplir, solo en manos de Sanidad. «Si hubiera tenido potestad la policía...», deja caer.

Mientras esperan el desenlace del expediente abierto al Asador Guadalmina, tienen que hacer frente a un poco de todo: Desde sugerencias para que sigan el mismo camino a clientes que se cambian de bando. Hace un mes que se vetó el consumo de tabaco en los negocios de hostelería y durante la conversación ponen algunos ejemplos de su situación. El dueño del restaurante La Rosa asegura que algunos clientes se decantan por el Asador Guadalmina porque se puede dar rienda suelta a la humareda. Castigan al que cumple la ley. «Si me quita una mesa de cien euros al día son 3.000 euros menos al mes y eso a mí no me lo va a pagar nadie», explica de manera muy gráfica.

En desventaja

No es una situación descabellada. Gutiérrez recuerda que muchas de las personas que frecuentan los bares y restaurantes son fumadores. A eso le suma que, en plenas obras del soterramiento de la autovía su ámbito de influencia es de unos 4.000 vecinos. «Si la gente va al centro a tomar una cerveza, como no se deja fumar en ningún sitio pueden ir a cualquier local, pero aquí sí hay uno que lo permite y partimos en situación de desventaja», asegura.

Para más inri, el asador insumiso no vende tabaco, solo puros. Se da la paradoja, por tanto, de que algunos van a sus negocios a comprar la cajetilla que luego consumen allí. Algunos han optado por dejar de venderlo. «Estamos pensando en recoger firmas nosotros, pero para pedirle que ponga él una máquina de tabaco», bromea el propietario de la Taberna de Guadalmina, al hilo de la iniciativa para acumular rúbricas contra la ley de su vecino insumiso.

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