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MELCHOR SÁIZ-PARDO
Lunes, 26 de julio 2010, 03:41
El próximo 30 de julio hará un año. Los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaun fallecían en Mallorca en el último atentado mortal de ETA en España. La banda terrorista está sumida desde entonces en uno de los períodos de mayor inactividad de sus 51 años de vida. Pero no ha sido por voluntad propia. En los últimos doce meses ha sido golpeada hasta la saciedad.
Es un año sin atentados mortales, pero sí hubo un muerto: el policía galo Jean-Serge Nerin, que falleció el pasado 16 de marzo en un tiroteo en Francia posterior a un rocambolesco asalto a un concesionario de coches, muestra de la descomposición de una ETA a la que todo le ha salido mal desde hace un año.
Solo en 2010, a pesar de su forzada inactividad, ha perdido 62 activistas (35 en España, 20 en Francia y siete en otros países). Una media de una detención cada 3,5 días. Doce meses en los que ha visto caer en dos ocasiones a su máximo jefe. Primero fue Ibon Gogeaskoetxea, en febrero, y luego, en mayo, Mikel Karrera Sarobe, capturado junto a quien debía haber sido su sustituto: Arkaitz Agirregabiria.
Gogeaskoetxea y Karrera -recuerdan mandos de los servicios de Información- no se dedicaron durante el último año, ni mucho menos, a preparar a la banda para una tregua. Todo lo contrario. Intentaron por todos sus medios que los asesinatos de Saénz de Tejada y Salvá no fueran los últimos. De ellos fue la idea de activar una base logística en Portugal desde la que poder golpear en cualquier punto de España aprovechando la presidencia española de la Unión Europea.
Más fracasos
Ellos fueron también quienes dieron instrucciones al etarra Ibai Beobide, capturado en febrero, para crear tres 'taldes' en el País Vasco, que fueron neutralizados antes de nacer. De Gogeaskoetxea y de Karrera era asimismo la idea de poner en marcha en Barcelona una base desde la que atentar este verano en la costa del Mediterráneo. Un proyecto desbaratado por la policía con la captura en Portbou de Faustino Marcos y que ETA no ha sido capaz de retomar, por ahora, faltando así a una de sus citas inexcusables todos los años: la siempre rentable mediáticamente campaña de atentados estivales en zonas turísticas.
Los responsables de las fuerzas de seguridad no quieren echar las campanas al vuelo. La banda terrorista -advierten- tiene aún más de una treintena de activistas 'liberados' en sus maltrechas 'reservas', y un par de 'taldes' legales en el País Vasco aún sin identificar. Y tiene armas y alguna base para seguir fabricando explosivos en Francia.
Hasta ahí las certidumbres. A pesar de las especulaciones sobre el nombre del nuevo jefe de ETA, los mandos de la lucha antiterrorista de la Policía Nacional y de la Guardia Civil aseguran tajantes que no saben con certeza quién está al mando de esta «ETA en descomposición» y dudan de que buena parte de los propios etarras estén en disposición de recibir órdenes de esa nueva cúpula, si es que existe como tal.
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