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teresa lezcano
MÁLAGA
Domingo, 30 de junio 2019, 00:50
30-6-1934
El treinta de junio de 1934 tenía lugar la que pasaría a la historia como la Noche de los Cuchillos Largos, a no confundir con la Noche de los Cristales Rotos: si bien ambas nocturnidades debieron su ominoso apelativo a las actuaciones de la Sturmabteilung o SA, una organización paramilitar nazi, en el caso de los Cristales Rotos se trató de una serie de ataques combinados y linchamientos llevados a cabo contra ciudadanos judíos mientras que su homónima de los Cuchillos Largos fue una purga política que Hitler, mosqueadamente afuhrerado por el poder que estaba concentrando la SA, ordenó depurar a sus propios mercenarios. Cuando Adolf se dio cuenta de que la mayoría de los miembros de la SA, pese a ser nazis veteranos, no eran tan hitlerianos como cabría esperarse, argumentó la homosexualidad de su dirigente Ernst Rohm como excusa para abrirle un expediente militar del tamaño de Austria y a partir de ese momento ya fue un no parar de purgas en absoluto medicinales que las SS, con el empático Himmler al mando, pergeñaron con el ímpetu que las caracterizaba. Fue Hitler, personlïch, quien arrestó a Rohm durante la noche largamente acuchillada, y aseguró Goebbels, inefable ministro de propaganda de la maquinaria nazi, que tanto Rohm como otro líder de la SA se hallaban encamados con un joven soldado, no el mismo sino cada uno con el suyo, aunque para el caso a los purgadores les habría servido de igual manera la situación para justificar la purga como un golpe a la inmoralidad, habida cuenta que no se podía consentir de ningún modo que el mismísimo führer atravesara casualmente una noche las alcobas de sus jefes paramilitares y no los encontrara con unas valquirias sino con unos efebos. Una vez masivamente purgada la SA, resultó que Göring le había cogido el gusto a la depuración a destajo y aprovechó para, ya que a los líderes socialdemócratas y comunistas ya los había enchironado o exiliado antes de purgar a la SA, purgar un poco de paso a los conservadores para que no se fuesen a pensar que todo el monte era orégano. Del latín origanum.
3-7-1478/30-6-1520
Cuatrocientos catorce años antes de la Noche de los Cuchillos Largos moría, durante el transcurso de la denominada Noche Triste, Blas Botello de Puerto Plata, hidalgo español que participó con Hernán Cortés en la conquista de México. Era el apellidado Botello además de hidalgo astrólogo y además de astrólogo nigromante, y Hernán Cortés solía consultarle actuaciones diversas, cómo qué casco me pongo hoy que mejor combine con la fase lunar o qué autóctonos estarán más receptivos a que les incordie un rato, y de igual manera lo hizo cuando, tras la muerte de Moctezuma y la escabechina que había organizado Pedro de Alvarado en Tenochtitlan, Cortés le pidió consejo a Botello y éste le dijo que, consultados detenidamente los astros, éstos le habían dictaminado sin lugar a dudas que había que salir de México arreando gerundios, y así lo hicieron, con el consiguiente resultado de que, mientras los españoles iban huyendo sigilosamente por un puente de canoas en dirección a Tlacopan, una anciana mexica que había salido a llenar el cántaro, porque la sed apremiaba, se percató del asunto y avisó a los guerreros aztecas que, tras hacer sonar el tambor de piel de serpiente del templo de Huitzilopochtl, que no es que se llamara así por aquello de la huida cortesana, desconquistaron a base de bien a los conquistadores, bautizando los supervivientes como Noche Triste aquella en que Hernán Cortés lloró la derrota antes de ser ectoplasmado junto a su adivino, a quien hicieron responsable del desaguisado, siempre viene bien tener a mano a un niño o a un nigromante para echarle la culpa de algo. Entre los enseres de astrólogo fallido encontraron un precioso amuleto constituido por unos genitales masculinos disecados cuya función era la de atraer la buena suerte aunque se ve que el donante forzoso debía de tener mal fario, y acerca de la Noche Triste recogen unas crónicas: «Se hallaron en una petaca de este Botello unos papeles como libro con cifras y rayas y apuntamientos y señales que decía en ellas: 'Si me he de morir aquí en esta triste guerra en poder de estos perros indios'». Simpático, el Botello, teniendo además en cuenta que los 'perros indios' estaban tranquilamente en casa sin pedir ser conquistados. En fin.
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