
alejandra rodríguez
Martes, 7 de julio 2015, 10:21
La larga lista de efectos secundarios, contraindicaciones más o menos absolutas y posibles reacciones adversas que refleja el prospecto de la mayoría de medicamentos con receta, motivan que muchos pacientes consulten con su médico la modificación de la terapia prescrita e, incluso, valoren la posibilidad de pasar sin el producto.
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Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando dichos efectos secundarios merman alguno de los aspectos fundamentales de la vida sexual (deseo, excitación, lubricación, erección). Esta circunstancia es lógica si tenemos en cuenta que muchos pacientes aceptan este perjuicio como un mal menor de su tratamiento, sobre todo cuando se habla de dolencias de cierta gravedad.
Por otro lado, existen muy pocos trabajos científicos de calidad orientados a evaluar los efectos secundarios que tienen los medicamentos en la función sexual.
Más y mejor
Afortunadamente, el panorama está empezando a mejorar. «Los pacientes, sobre todo los varones, todavía se muestran reacios a preguntar directamente sobre determinados aspectos de su sexualidad, pero van siendo menos reticentes a discutir del tema si el especialista les pregunta. Actualmente no solo queremos vivir más; queremos vivir mejor», afirma el doctor Pedro Villegas, director del área de salud sexual de la clínica Ginemed y de la unidad de sexología del Hospital Nisa Sevilla Aljarafe.
VADEMECUM
Antihipertensivos. La tensión arterial elevada representa un riesgo en sí misma con respecto a la función sexual, tanto de varones como de mujeres. La medicación agrava el problema, aunque suele solventarse con medicación para facilitar la erección.
Antidepresivos. La mayoría retarda la respuesta sexual del varón e inhibe el deseo femenino, sobre todo los que ejercen acción sobre la serotonina. Algunos productos más modernos de esta clase han eliminado este efecto secundario. Curiosamente, este efecto retardante se ha aprovechado para desarrollar un medicamento contra la eyaculación precoz.
Antipsicóticos. Casi todos los medicamentos de esta clase causan disfunción sexual severa, tanto en varones como en mujeres por el efecto que tienen sobre la dopamina. Los antipsicóticos de segunda generación tienen un perfil más favorable.
Píldoras anticonceptivas. Su efecto sobre la sexualidad femenina es controvertido porque mientras algunas usuarias refieren una drástica disminución de la libido, otras relatan el efecto completamente opuesto.
Otros. Algunos tratamientos para la hiperplasia benigna de la próstata, alcoholismo, alopecia, antiepilépticos, antiandrógenos, análogos de la gonadotropina alteran la eyaculación, la erección o la libido.
Por otro lado, cada vez más profesionales sanitarios se preocupan de conocer las implicaciones sexuales de la medicación que recetan, comparten la información con sus pacientes y plantean terapias que van más allá de tratar una patología primaria.
Tratar sensación y emoción
De hecho, se está dejando atrás la tradicional separación que hablaba de afectación orgánica; relativa únicamente a los mecanismos fisiológicos implicados en la respuesta sexual y de afectación emocional; relacionada con el deseo sexual y la libido. «Por fin se entiende que en la sexualidad no podemos trazar esta frontera porque ambas esferas están indisolublemente unidas», explica Villegas.
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Y como muestra de esta mezcla, varios botones. Muchos pacientes que toman antidepresivos experimentan una mala respuesta sexual por culpa de la medicación, lo que agrava su estado mental. Buena parte de los cardiópatas que ha sufrido algún episodio severo vive pendiente de su salud cardiovascular y descuida por completo la esfera sexual, lo que deteriora su calidad de vida y les hace sentirse aún más enfermos. Casi todos los diabéticos aceptan que su patología perjudica el desempeño sexual y acaban resignándose, lo que finalmente mata el deseo y la vida en pareja.
Al contrario de lo que pueda pensarse, la solución para romper este círculo no está en recetar la famosa pastilla azul o similares. Salvo excepciones, añadir una pastilla más al cóctel de medicación que toman los pacientes no aporta grandes ventajas, además de que no todos los usuarios pueden tomar esta clase de medicamentos. «Cuando estos productos se presentan como alternativa única logran una mejoría transitoria. En el momento en el que este efecto desaparece, el paciente se hunde y cree que no hay más opciones para él; y no es cierto», apunta el sexólogo del hospital sevillano.
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Cambiar la pauta
Además, hay que tener en cuenta que estos fármacos están formulados únicamente para favorecer el mecanismo de erección del varón y que solamente son efectivos si existe deseo sexual. Es decir, resultan inútiles para las mujeres y también para el sexo masculino cuando las dificultades son debidas al nivel de excitación o a que la libido está por los suelos.
Según los expertos, la clave para solventar este problema es, como casi siempre, estrechar la relación médico-paciente para discutir alternativas y tratar el componente emocional de fondo. Conociendo el problema, el facultativo puede plantear un cambio en la pauta farmacológica, sustituir el medicamento que perjudica la sexualidad por otro más adecuado o incluso planificar permisos de fin de semana.
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Este recurso se emplea con algunos antidepresivos para que el paciente pueda disfrutar de un par de días de una sexualidad libre de efectos secundarios. Los resultados suelen ser muy buenos porque el hecho de tener relaciones íntimas satisfactorias mejora el estado de ánimo y, en consecuencia, el cuadro depresivo.
«El paciente ha de saber, y los profesionales debemos transmitir, el hecho de que podemos tratar prácticamente todas las disfunciones sexuales. Unas veces ayudándonos con medicación y otras no, pero lo importante es lograr una vida sexual activa, placentera y equilibrada, lo que a la postre se traduce en una mayor calidad de vida y en más satisfacción para el usuario», resume Villegas. En definitiva, en el plano de la sexualidad no se corte: hable con su médico.
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