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Los cazadores de aviones

Los cazadores de aviones

La imagen de un Boeing volviendo a elevarse cuando estaba a punto de aterrizar en El Prat dio la vuelta al mundo. El vídeo lo grabó un 'spotter' a las 6.50 horas de la mañana

fernando miñana

Martes, 15 de julio 2014, 01:09

La imagen dio la vuelta al mundo. Un Boeing 767 se aproximaba a la pista de aterrizaje del aeropuerto de El Prat y, al ver que había otro avión cruzando, realizó una maniobra que se conoce como 'go around', que no es otra cosa que volver a tomar altura para evitar la colisión. Ese incidente sin mayores consecuencias -es relativamente común- no fue el único que sucedió ese día en el mundo, pero alguien lo grabó y lo colgó en internet. ¿Quién podía estar durante aquel amanecer -no eran ni las siete de la mañana- filmando a los aviones en El Prat? Pues un 'spotter'.

Los spotters (observadores) son aficionados a la aviación o a la fotografía, o a ambas, que les apasiona tomar fotos de aviones. Hay mil formas de hacerlo: despegando, en el aterrizaje (se valora mucho captar el momento exacto en el que el tren de aterrizaje alcanza la pista, pero justo antes de que levanten una nube de humo), dejando estelas vaporosas o sencillamente cazarlos cuando se están cruzando en el cielo. Y, por supuesto, si el marco acompaña, pues mucho mejor.

Miguel Ángel Ramírez se dedica a una variante del spotting, pues él no hace fotos, sino vídeos de las aeronaves. Este vecino de Castelldefels tiene 20 años y después de grabar la maniobra del Boeing ruso desde la cabecera de la pista 20 de El Prat tomó la decisión de regalárselo a alguna televisión catalana. Pero ninguna quiso el vídeo, así que lo subió a internet. En unas horas comenzó a recibir llamadas de cadenas británicas, estadounidenses... Todo el mundo quería la grabación.

La decisión de difundirla no ha sido bien vista en el mundillo. «Yo, si veo algo raro, lo elimino. Y he visto muchas cosas raras. Pero no estamos aquí para eso», replica Javier Vicedo, un jubilado de 63 años al que le encanta reunirse con los jóvenes que no paran de asociarse a Valencia Spotters. «En unos meses hemos pasado de juntarnos tres o cuatro a ser más de 30 todos los viernes», advierte su presidente, Ignasi González, que solo tiene 18 años y ya es un experto en el 'spotting'.

Su lugar predilecto es un montículo pegado a la valla del aeropuerto de Manises que evita el acceso a la pista, donde se plantan como si fueran un regimiento de infantería apuntando con sus objetivos, unos pepinos enormes. Raúl pasea a su lado con un escáner colgado de la solapa con el que barre varias frecuencias en busca de las conversaciones entre los pilotos y la torre de control. Todos llevan en el teléfono móvil el Fly Radar 24, una aplicación que les permite, como si fueran los mismísimos controladores aéreos, ver un mapa con todos los aviones que surcan el cielo y una amplia información de cada uno: modelo, compañía, número de vuelo, origen y destino, matrícula, altitud...

Pero también los hay que se apostan en muchos otros aeropuertos: Madrid, Barcelona, Málaga, Palma de Mallorca, Ibiza, Las Palmas y, por supuesto, buscando esos aterrizajes imposibles entre las rachas de viento sur en Bilbao... En la Costa del Sol uno de los pilares del spotting es Manolo Llama, un hombre de 64 años que también desaprueba la decisión del joven de Barcelona. Este asturiano, cuando era un crío, se quedaba embobado mirando el cielo desde el patio del colegio Virgen del Camino mientras los demás niños perseguían un balón. Dice que lleva poco tiempo como spotter, pero, en realidad, es aficionado de toda la vida porque en los 60 ya se dedicaba a sacar fotos de los aviones. Solo que en lugar de hacerlo con una buena cámara y un objetivo del tamaño de una barra de pan, las tomaba con una pequeña Kodak casi, casi de juguete.

Sus ahorros se los gasta en disparar a los aviones. Cada dos o tres años mejora su material y en cuanto puede se escapa a París, a Zúrich, a Londres... Regresa sin una foto de la Torre Eiffel o del Big Ben y sin una mísera pastilla de chocolate. «Vuelo hasta allí y las ciudades ni las piso. Yo he llegado a coger un Ryanair desde Málaga por la mañana, volar al Prat y regresar por la noche sin haber salido del aeropuerto». En realidad no hacen fotos desde el aeropuerto -está prohibido- sino por los alrededores, desde los mejores puntos que han descubierto los spotters autóctonos para cazar a los aviones en los mejores ángulos, dejando al sol de espaldas. Aunque algunos aeródromos han dejado de ver a los 'spotters' como si fueran el enemigo y empiezan a colaborar. Incluso de vez en cuando celebran el 'Open Day', una jornada en la que les dejan hacer fotos desde dentro, como acaba de organizar El Prat. El último sábado de septiembre se celebrará en Málaga Spotting Day 2014.

Su 'Nadal'

  • Sam Chui. Uno de los fotógrafos más reconocidos es Sam Chui, un chino al que le ayuda su poder económico. Cada mes aparece en un sitio. Lo mismo está en Los Ángeles, que en China, que en Dubai. Una de sus especialidades son los gigantescos Airbus 380 de dos pisos.

  • Casi un ídolo. Uno de sus últimos trabajos ha sido un vuelo transpolar entre Sídney y Buenos Aires con Aerolíneas Argentinas, donde aparece con los pilotos. Muchos spotters piden a los pilotos hacerse fotos con ellos, pero en el caso de Sam Chui, dada su popularidad, es al revés.

  • Millones de visitas. Uno de los portales más populares es airliners.net, donde se puede ver que, además de Sam Chui, hay otros spotters con mucho gancho, como Marlo Plate, con fotos que superan el millón y medio de visitas. Aunque otro referente es Robert Sineje, residente en la meca de San Martín.

Yolanda Blay está en la junta directiva de la Asociación de Spotters de Barcelona El Prat. Es una excepción en un mundo plagado de hombres obsesionados con los aviones. Se sabe la historia de pe a pa y se remonta décadas atrás para relatar el inicio del spotting. «Todo empezó en la II Guerra Mundial con gente que salía al campo con los prismáticos y una libreta. Se dedicaban a anotar las matrículas de los aviones para tener una idea aproximada de cuántas unidades tenía el enemigo».

La isla de San Martín

Los 'spotters' y los pilotos se llevan bien. Al fin y al cabo les gusta lo mismo: la aviación. La mayoría responde desde sus cabinas al saludo efusivo de los fotógrafos y en ocasiones, invirtiendo los papeles, ellos retratan al grupo desde dentro del avión. Es más, un spotter que se precie debe tener un buen contacto entre los pilotos o dentro del aeropuerto que le sople las novedades que tanto les gustan. Porque a estos aficionados no hay nada que les estimule más que un modelo que nunca han fotografiado, o un avión con un dibujo inusual en el fuselaje.

Aunque el sueño de todos es la isla de San Martín, la meca del 'spotting', donde los turistas casi que pueden rascarle la panza a uno de los aviones que se aproximan al Aeropuerto Internacional Princesa Juliana mientras toman un baño en sus aguas caribeñas. Manolo espera aterrizar allí algún día. «De Málaga ya han ido dos o tres y yo tengo amistad con Robi, el mejor 'spotter' de San Martín, con el que espero hacer un intercambio». Esto también es habitual, aficionados que recogen al visitante en el aeropuerto y lo llevan a los mejores lugares para cazar aviones. «El úlimo que vino de Bélgica llevaba más de 18.000 euros en material dentro de la mochila».

En Valencia esperan a que caiga el sol. La hora punta es de 20.30 a 21.30 horas, el momento de mayor tráfico en el modesto aeropuerto de Manises y la hora a la que empiezan a salir los cargueros. Pero no todo son aterrizajes y despegues. «¡Mira, cruce arriba, Javi!», le suelta de repente Ignasi González a Javier Vicedo. «¡Son un 747 y un 737!». Los reconocen a miles de pies de distancia, aunque están mucho más relajados que la semana pasada, cuando llegó un MD11, un 'bicho raro' en Valencia.

Aunque para raro lo que empezaron a ver los 'spotters' de Palma en 2005. Sus cámaras indiscretas destaparon los vuelos secretos en los que la CIA transportaban a supuestos terroristas de forma ilegal a Estados Unidos. Viajaban en aviones blancos, sin más identificación que la matrícula. Pero a estos fotógrafos aficionados del aeropuerto de Son Sant Joan no se les despista fácilmente si se trata de aeronaves. Nadie se fija tanto como ellos.

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