
J. M. O.
Lunes, 27 de enero 2014, 18:38
La polémica vuelve a estar presente en las fiestas de Sant Pere que se han celebrado este fin de semana en la localidad valenciana de El Puig. El ayuntamiento y los clavarios que se encargan de organizarlas habían acordado que en esta ocasión no habría ratas. Sin embargo, y como ya sucedió el año pasado, los roedores aparecieron nada más iniciarse la 'Trencà de perols', una especie de cucaña en la que antes se introducían estos animales.
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A las cinco de la tarde estaba previsto que empezará la celebración y no tardaron en escucharse los primeros gritos al ver a las ratas por los aires. La plaza de la Constitución estaba llena de gente expectante. Sus balcones también contaban con vecinos que tenían un sitio privilegiado desde el que disfrutar de lo que sucedía. Además, había gente de todas las edades dispuesta a recoger los roedores y tirarlos a los presentes. Desde niños pequeños que no pasaban de los cinco años hasta personas mayores se encontraban en el lugar del festejo.
Cabe recordar que las cucañas están repletas de caramelos y que, cada vez que un quinto logra romperlas, los más pequeños de la casa se desviven por hacerse con el preciado regalo. Asimismo, como cada año los organizadores de la fiesta dan de comer completamente gratis a más de diez mil personas con los tradicionales calderos.
El pasado viernes, desde el Ayuntamiento de El Puig ya advirtieron que es "muy complicado" controlar que ninguno de los cientos de vecinos que acuden al festejo saque una rata y la lance. Así sucedió, y la cantidad de roedores se acercó a los diez. Algunos acabaron en un solar tapiado, otros en balcones vacíos y alguno destripado y en un contenedor después de tanto golpe.
Muchos de los presentes en la plaza mostraban su asco hacia los animales muertos que surcaban los cielos. Sin embargo, permanecían inmóviles mientras no cayeran cerca de donde estaban. Algunos, por el contrario, eran capaces de capturarlas al vuelo para seguidamente mandarlas al otro costado.
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Estaban vivas
Hace años, en la 'trencà de perols' se metían conejos que se recogían y que luego se mataban para comérselos. Posteriormente los cambiaron por roedores vivos. Esta situación dio un giro en 2002, cuando la presión de grupos ecologistas hizo que se decidiera que debían estar muertas. Ahora, no se meten en las cucañas, pero siguen apareciendo.
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