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JUAN CORTÉS
Lunes, 24 de julio 2006, 02:00
LOS argentinos eran mayoría en el extinto Málaga. Se quedaron en la mitad de los que pudieron haber sido, porque resultaron más los descartados o los que no llegaron a concretar su ingreso que los que se quedaron.
Viberti las preferencias hacia sus compatriotas. Y eso a pesar de que los paisanos que le precedieron no triunfaron precisamente. Ya contamos el estrepitoso fracaso de los dos primeros que llegaron. Contamos, sólo a vuela pluma, la historia del primero, Juan Camer (1950) y también a la ligera, la del segundo, Sánchez (1959). Entre ambos, no llegaron a la media docena de cotejos oficiales vestidos de blanquiazul.
La fiebre argentina
Pero tras Viberti la historia cambió. Raro fue el ejercicio entre 1969 -el de su llegada- y 1985 en que no hubo un par de argentinos. O en la que no desfilaran para ser sometidos a prueba algunos apenas recordados como Fullone, Perrone, Curioni, Echarri, Ramírez, Marangoni, Cabrera, Domínguez, 'Hacha Brava'... La fiebre argentina se incrementó cuando al grupo se unió 'Fito' Vilanova.
Antonio Pérez-Gascón, en dos etapas formando parte de la directiva, sentía una especial predilección por la calidad del fútbol argentino. Con él como vicepresidente de Rodríguez López aterrizaron Viberti, Vilanova y Varela, y siete años después, con el mismo cargo, con Brinkmann, un nuevo trío criollo se enroló al titular. Lo componían Cantarutti, Nieto y Logiacono. Cuando en agosto de 1981 Pérez-Gascón se convirtió en el decimocuarto presidente, se ensanchó la vía argentina. Cinco de los nueve importados que llegaron durante su quinquenio presidencial, se habían criado como futbolistas en Argentina. (Fernando Rodríguez, Gasparini, Regenhardt, Albis y Husillos).
Aunque fue el presidente que más extranjeros trajo también manifestó una clara inclinación por la cantera, porque 14 de los 31 fichajes de su etapa llegaron a través del Malagueño.
Aunque pudiera parecerlo no es a los once años de Pérez-Gascón en el Málaga a lo que hoy vamos a referirnos. Hoy es la figura de uno de los jugadores que el tándem Pérez-Gascón-Benítez trajeron y que alcanzó un galardón que con anterioridad ningún otro extranjero del Málaga conquistó: el mejor importado del año.
Un desconocido
Hablamos de Óscar Sabino Regenhardt (Santa Fe, Argentina, 22-03-56) que con 26 años, en julio de hace veinticuatro rubricó contrato por dos temporadas. Se duplicaron con una renovación, que llevaba implícito el reconocimiento de su magnifica labor. En su rentable fichaje de no sucedió lo que en otros: no hubo agente por medio.
La recomendación la rubricaba Benítez. En el Torneo de Melilla, con el Unión Santa Fe, Regenhardt, el germano-argentino, le enseñó al entrenador unas cualidades que no eran las habituales de los jugadores de su procedencia. Era más un jugador alemán que argentino, aunque nunca jugó en el país de sus mayores.
Creo que a Benítez se le representó, en parte, el jugador que él fue. Efectividad superlativa y escasos alardes para la galería. Era un jugador al que al principio pensábamos que le faltaba algo. Pero ¿qué era? Obvio resultaba que entre sus carencias estaba una alta cualificación técnica. Pero le faltaba algo más que eso para convertirse en un valor sobresaliente. A los dos meses de su incorporación, lo encontró Benítez. Era colocarlo en el lugar idóneo. No era fácil acomodarlo en el centro de la cobertura.
En la plantilla para la pareja de centrales se contaba con Antonio y Manolo Hierro, Nacho, Brescia, Costly y Rojas. Y del acierto del entrenador al inclinar por el argentino-alemán hablan las actuaciones de Regenhardt en su primera temporada: 37 partidos en 38 encuentros. Y la consecución del Trofeo Micaza, del diario 'As', que se concedió en 1984 al mejor jugador extranjero de Primera.
Regenhardt se hizo fijo en el titular. Y con la misma firmeza que se empleaba en el terreno de juego lo hizo 72 horas después del descenso tras el empate en La Rosaleda con el Betis (254-04-85) cuando manifestó: «Somos los culpables. El entrenador nos dijo que había que salir a morir, pero reconozco que pecamos un poco de conservadores en la primera parte». La decepción de la salida de la Primera le llevó a anunciar (30-01-86) su regreso a Argentina, pese a la tentadora oferta de Eduardo Padilla, como presidente, para que continuara.
Efectividad
Regenhardt se fue dejando para la historia blanquiazul el recuerdo de sus 131 partidos en cuatro temporadas. Una media de encuentros que pone de relieve el grado de su efectividad y la razón por la que su marcha resultó muy lamentada por muchos aficionados.
Además del entorchado del mejor extranjero del fútbol español en la temporada 83-84, lo que realmente señala el registro de efectividad de Regenhardt es que ni Viberti, ni Vilanova, ni Guerini, el trío de los argentinos de mas relieve que figuraron en el desaparecido Málaga llegaron a sumar una media de 33 partidos por temporada en cuatro ejercicios.
Con Regenhardt quedó muy claro para la historia del fútbol malagueño quién tiene que recomendar los fichajes: el que sabe.
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