El coche en el que viaja Begoña Gómez sale del juzgado. Efe
Repaso semanal

El sueño de mi amiga Vito

Javier Recio

Málaga

Domingo, 5 de octubre 2025, 00:01

Mi amiga Vito estaba muy compungida el otro día. No entendía lo que le estaba pasando con su proyecto. Vito es licenciada en Derecho y ... ha trabajado durante muchos años como abogada, aunque siempre ha estado muy unida a los movimientos sociales y a las ONG de ayuda a los migrantes. Vito, una malagueña del barrio de la Victoria que tiene una especial facilidad de palabra, se fijó en la cátedra de Begoña Gómez, la mujer del presidente del Gobierno, en la Universidad Complutense y no dudó en copiarla. «Yo encima soy graduada y lo puedo demostrar, tengo mi título colgado en mi despacho, por lo que lo voy a tener bastante más fácil», me decía. El sueño de mi amiga es poner en marcha una cátedra en la UMA para enseñar cómo montar una red de ONG en países africanos, donde hay un mundo en este campo a desarrollar muy importante.

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Sostiene Vito que además hay mucha rentabilidad, porque está segura de que estas organizaciones después podrían conseguir bastantes fondos de la Unión Europea, que suele inyectar dinero en estos países para lavar su conciencia por toda la pasta que habían esquilmado durante décadas de colonialismo. Todo está planificado.

Tiene en su cabeza contar al vicerrector de la UMA encargado de dar vía libre a este tipo de cátedras las supuestas relaciones influyentes que tiene. «Primero le voy a decir que soy íntima del alcalde, que apoya este tipo de iniciativas. Ya sabes cómo es, la sensibilidad social que siempre muestra. Eso va a colar. Y si no es suficiente también voy a contarle que soy compañera de instituto de Juanma Moreno, que sin duda vería con muy buenos ojos que la UMA, que depende de la financiación de la Junta de Andalucía, estaría entusiasmada con el proyecto. Además, tengo un antiguo novio que sigue enganchado conmigo que trabaja en una consejería importante del Gobierno andaluz y me ha dicho que me haría el favor de mandar correos desde su cuenta profesional para darle la apariencia de que nos apoya nada menos que la Junta. Vamos, lo mismo que ha hecho Begoña Gómez». Vito también tiene pensado cómo sufragar los gastos de la cátedra y le ha echado el ojo a las fundaciones de los bancos. «Tienen una labor social importante y no cabe duda de que me ayudarán en la cátedra si consigo convencerles de los apoyos políticos que tengo detrás, además del fin tan loable que persigo, que no es otro que ayudar a los países del tercer mundo, aunque la verdad es que yo también tengo que ganarme algo. La caridad empieza por una misma, ¿no?», me decía sonriendo en un monólogo interminable mientras tomábamos un café en una terraza del centro de Málaga. «Oye, y si te pasa como a la pobre Begoña, que está pasando un calvario en el juzgado y que apenas se le ve ya en un acto público por la que le está cayendo?», le espeté.

Mi amiga no entiende cómo nadie de la UMA se ha dignado en hablar con ella ni para darle una cita...

Vito me respondió sin pestañear que ya lo tenía todo pensado y que tenía a un grupo de amigos que no dudarían en ponerse con pancartas en la puerta de la Ciudad de la Justicia señalando al titular del juzgado de turno por racista y por no querer el progreso en los países africanos. «Seguro que más de uno se tragaría ese cuento. ¡No lo hacen los ministros con el juez Peinado!», apostilló.

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El problema para Vito es que a pesar de tener todo urdido y armado para sacar su proyecto adelante de la mano de la Universidad de Málaga, nadie de la institución le ha dicho nada. «He llamado más de treinta veces para hablar con el vicerrector de la UMA y te puedes creer que ni siquiera se me pone al teléfono ni me da una cita…». Le dije: «Normal, es que no te llamas Begoña, sino Vito, y tu novio tiene una papelería en la Carretera de Cádiz…».

«A ver si va a ser eso», concluyó con lágrimas en sus ojos. Y de repente, me desperté sobresaltado del sueño. Del mío.

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