Un problema de orden público
Habrá que derrochar diálogo razonable para lograr el apaciguamiento de Cataluña
Lunes, 21 de octubre 2019, 07:56
El descontento, comprensible, que la sentencia del Tribunal Supremo sobre el 1-O ha provocado en los independentistas catalanes ha dado lugar a resonantes protestas que el Estado ha reprimido con la debida contundencia. Ayer, tras una reunión en Moncloa del Comité de Seguimiento de la situación en Cataluña, el ministro Marlaska manifestaba que los disturbios vividos en Cataluña durante los últimos días constituyen «un problema de orden público como el que viven otras grandes democracias». Un problema que ha sido afrontado como procede hacerlo: mediante la intervención coordinada de las fuerzas de seguridad del Estado -Mossos d'Esquadra, Policía Nacional y Guardia Civil-, que han cooperado con una eficacia espléndida gracias al tino de sus responsables directos. Y a pesar de que el presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, que es también presidente de la Junta de Seguridad creada por el vigente Estatuto de Autonomía que debió haberse ocupado de tal coordinación, se ha puesto expresamente de parte de los más revoltosos y se ha abstenido de condenar la violencia. El propio Marlaska recordaba ayer varios puntos cuyo cumplimiento exige a todos los demócratas: desmarcarse de la violencia, aislar los comportamientos agresivos y reconocer la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. El atinado comportamiento del vicepresidente de la Generalitat, Aragonés, y del consejero de Interior, Buch, que han facilitado la coordinación policial, ha hecho innecesario el recurso a las facultades extraordinarias de que dispone el Estado, como la ley de Seguridad Nacional e incluso el artículo 155. Y esta buena sintonía deja en patético aislamiento a Torra, quien no ha sido aceptado como interlocutor por Sánchez en tanto no condene más expresivamente los comportamientos intolerables, y que actúa claramente por libre, al margen de los partidos que le dan sostén parlamentario. El apaciguamiento de la fracturada Cataluña no ha concluido y habrá que derrochar mucho esfuerzo de comprensión política y de diálogo razonable, dentro de la ley, para lograrlo, pero ya se ha visto que, salvo unos centenares de violentos irreductibles, comienza a imponerse la razón sobre la fuerza, la democracia sobre la mal llamada «vía unilateral».
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