
Pico y pala
LA TRIBUNA ·
El culto al esfuerzo o al menos su ejercicio normalizado parece estar cediendo terreno a otros modos de buscarse la vidaANA SANZ / JURISTA Y AUTORA DE TEATRO
Lunes, 29 de noviembre 2021, 08:28
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LA TRIBUNA ·
El culto al esfuerzo o al menos su ejercicio normalizado parece estar cediendo terreno a otros modos de buscarse la vidaANA SANZ / JURISTA Y AUTORA DE TEATRO
Lunes, 29 de noviembre 2021, 08:28
La expresión 'pico y pala', para quienes nos dedicamos a tareas que no requieren del uso de los músculos más que para mantenernos erguidos y ... para activar las teclas del ordenador delante de la mesa de un escritorio, tiene resonancias del arduo trabajo desempeñado por aquellos que se afanan en labores que requieren esfuerzo físico de cierta intensidad. Parece que el trabajo intelectual demanda herramientas menos contundentes que las que tradicionalmente usaron los picapedredros. Pero no. Lo de picar piedra es de una transversalidad indiscutible; lo mismo sirve para cavar una zanja, que para levantar la razón social de una empresa informática o para mantener viva la pasión amorosa de una relación conyugal. Todo es esfuerzo mantenido. Todo es perseverancia, o sea, pico y pala.
Hace muchos años, en el curso de una entrevista a una conocida actriz, la artista en cuestión me reveló por primera vez en mi vida de televidente -y de la vida en general, que para el caso viene a ser lo mismo-, que, para que una relación amorosa funcione, es preciso bajar todos los días a la mina, curtirse en el duro esfuerzo de mantenerla a flote y hacer todo lo que esté en la mano de una -o de los dos, por supuesto- para que prospere . Para la señora Abril, con la que no puedo estar más de acuerdo, el amor, entre otras cosas, es cuestión de pico y pala.
Ay, la perseverancia, ¡cuántos fans tiene y cuán pocos currantes! Lo queremos todo y lo queremos ya y si alguien osa increparnos sobre la causa de nuestra voluntad de conseguir lo que ansiamos, incluso los anunciantes de las cremas para la cara nos ayudan a justificarlo de un modo pronto y eficaz; queremos lo que queremos porque nosotros lo valemos y lo queremos sin más dilación porque la vida es muy corta. Muy bien, y así las cosas yo me pregunto: ya que lo merecemos, ¿de qué mérito estamos hablando? ¿Es el mérito algo meramente subjetivo y solo depende de cómo lo interprete cada cual o se trata más bien de un asunto mínimamente tangible y por tanto objetivable?
La cuestión del mérito, si nos atenemos a un enfoque semántico, nos lleva nada menos que a considerar los conceptos de valía, de derecho y de justicia de manera que el éxito de nuestras aspiraciones estaría determinado por la posesión de aquellas cualidades positivas reales y evaluables que seamos capaces de dejar patentes en un campo determinado.
Un ejemplo muy ilustrativo sobre los méritos lo podemos apreciar en la aventura a la que se han de enfrentar quienes aspiran a ganar una plaza de las que se convocan en un proceso de oposiciones a la Administración Pública. Estas pruebas de selección fueron originariamente un invento de los chinos y no estaban exentas de ciertos toques de tortura; cómo no. El sistema de oposiciones, a fin de cuentas, no es otra cosa que una carrera de fondo que, en virtud de la dificultad de los exámenes a superar, implica un esfuerzo, una constancia y un temple a demostrar por los aspirantes que hacen pensar en los afanes de un duro trabajo apoyado en la voluntad, el entendimiento y una buena dosis de memoria; total: pico y pala.
Pero la meritocracia está en franco retroceso. El culto al esfuerzo o al menos su ejercicio normalizado parecen estar cediendo terreno a otros modos de buscarse la vida. Lo de pensar en encerrarse durante unos años de la primera juventud sin más compañía que la de los temarios de la órbita del Código Civil o de la de las Leyes Administrativas, como hicimos quienes nos adentramos allá por la etapa de la tierna mocedad con la legítima aspiración de quedar entre los primeros de la fila de los aspirantes aprobados, por no hacer mención del do de pecho que hay detrás de los números uno de las respectivas promociones, es como para que a una le den unos sudores comparables a los producidos por el esfuerzo físico que imagino debe requerir el de labrar la piedra que adornará la fachada de una modesta casa o de un palacio gubernamental.
Salvando las distancias que median entre el trabajo que comporta la extracción de piedra de las canteras, aun sirviéndose de las máquinas más sofisticadas, y el de la incorporación de conocimientos al disco duro de la mente que constituirán el bagaje de conocimientos que ha de aportar el opositor los días de sus exámenes para funcionario público, habría que preguntar a alguno de los esforzados candidatos el día de la toma de posesión de la ansiada plaza si no sintió en muchos momentos del largo y costoso proceso algo parecido a lo que imagino que debe ser ganarse la vida a pico y pala.
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