Da igual que uno sea de izquierdas o de derechas, un demócrata no puede estar contento en ningún caso con el espectáculo que ha montado ... el PP en esta última semana, y cuya primera consecuencia -la victoria de Ayuso sobre Casado- supone una triste radiografía de cómo la política está cayendo en un pozo del que espero que podamos salir en el futuro.
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Siete días no son demasiados, pero sí los suficientes para que el relato haya cambiado tanto que nadie reconoce ya la historia original. La presidenta de la Comunidad de Madrid -que admitió que su hermano es comisionista de la administración que dirige- filtró a los medios un supuesto espionaje, pero es Casado el que se marcha. Es decir, la responsable de una práctica carente de ética (y ya veremos si carente también de legalidad) revienta el partido haciendo públicos los trapos sucios, pero es el presidente nacional el malo de la película.
Pablo Casado ha cometido muchos errores (sobre todo esta semana), pero ninguno del calibre de haber alimentado el monstruo (político) de Díaz Ayuso. La presidenta -cada día más cercana a una forma 'trumpista' de relacionarse con los ciudadanos- demostró con la manifestación de este domingo ante la sede de Génova que, al igual que el político americano, podría salir a la Gran Vía y disparar a varias personas sin perder ni un solo voto.
De todo este golpe de estado que ha ocurrido en el PP hay que sacar algo positivo. Un nuevo rumbo bajo el timón de Alberto Núñez Feijóo es quizá lo que mejor le venga a España. Un gestor serio, casi aburrido, capaz de haber laminado a la extrema derecha de su comunidad sin necesidad de recurrir a la estrategia suicida de convertirse en lo mismo que se intenta destruir. Esperemos que le permitan traer al PP de nuevo a la moderación.
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