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¿Quién no ha imaginado alguna vez la posibilidad de un corte global del suministro eléctrico o de la conexión a Internet? Pues ayer lo que muchas veces habíamos visto en películas apocalípticas se hizo real y España y otras zonas de Europa sufrieron un apagón general que, sobre todo, sumió a la población en una inquietante sensación de vulnerabilidad que debiera hacernos reflexionar. Vivimos en un mundo que se paraliza sin energía eléctrica, perdido cuando fallan las comunicaciones e incapaz de salir adelante sin Internet y nuestros teléfonos móviles. Aquellos que asistimos al nacimiento del móvil aceptamos estas horas con más normalidad, pero los más jóvenes han vivido, quizá por primera vez en sus vidas, lo que es estar incomunicados, lo que es no saber nada de alguien durante horas y esperar. Porque ayer durante buena parte del día mucha gente no pudo hacer otra cosa que esperar.
Aún es pronto para saber las causas exactas de este apagón y cuánto tiempo durarán sus efectos, pero podemos empezar a sacar conclusiones. Y hay tres que en mi opinión son dignas de destacar: la primera de ellas, el funcionamiento de la sanidad y, sobre todo, de los hospitales; la segunda, el comportamiento de los trabajadores públicos, especialmente de las fuerzas de seguridad, puestos a prueba en cuestión de minutos, y en tercer lugar, el comportamiento ejemplar y el civismo de la población, que a pesar de todas las dificultades reaccionó con relativa tranquilidad. No era fácil manejar una situación tan inesperada sin apenas información y con dificultades para comunicarse. Ayer, más que nunca, fue muy importante confiar en los demás. Ayudar y dejarse ayudar también. Pero este apagón, eléctrico y también gubernamental, ha puesto ademas en evidencia otras importantes carencias que habrá que analizar en los próximos días y cara al futuro. Nuestro estilo de vida es demasiado vulnerable a estas contingencias y colapsa sin un enchufe y sin nuestro móvil. Hoy, aquellos previsores que tienen en su casa un hornillo de gas sonrieron con cierta malicia. «Os lo dije», debieron pensar.
Mientras no se tenga más información sobre las causas es demasiado pronto para comenzar con los reproches, pero es evidente que aquí todos nos quedamos sin luces.
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