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ILUSTRACIÓN: FELIP ARIZA

LOS MIMBRES SUENAN BIEN

EL FOCO ·

Puede ser que esté dejando de haber tantos huevos en la cesta del turismo y que ya podamos ver embriones de otros sectores que pueden tirar de este carro malagueño

Domingo, 18 de octubre 2020, 10:19

Tengo una amiga aficionada a realizar cursos. Ella puede, por tiempo y curiosidad infinita, ese rasgo del carácter del que no se habla, fundamental en la cultura, en los empresarios o los científicos. Los hace de todo y en muchos sitios. Últimamente anda ocupada con las entregas de un máster de diseño en la academia Gauss en Teatinos. Está alucinada. Del nivel de exigencia, del grado de compromiso de los profesores y del entusiasmo de los alumnos. Un vistazo a la web da idea de la calidad de los productos que salen de la mano de sus ex alumnos.

A un familiar que trabaja en una empresa de animación en Vancouver, que se ha convertido en polo de la industria del videojuego en el mundo, un buen día le contactaron de Málaga, de Animum, para que fuera profesor online de los alumnos que ingresaban en esa academia de detrás de la Gerencia de Urbanismo. Aceptó. Málaga-Vancouver, conexiones que hoy son posibles por la web. O Los Angeles, porque allí vive, por ejemplo, Silvia Grav, fotógrafa medio malagueña-medio vasca (bendita esta ciudad de mitades así), que ha impartido también talleres con Animun, justo antes de trabajar en la creatividad de series como 'True Detective'.

El otro día me topé con la historia en 'Staf Magazine' de Manuel Camino, diseñador gráfico malagueño, skater, que se pagó sus inicios alimentando a cerdos de su tío, se fue a Londres cuando tocó techo aquí y fue uno de los líderes del diseño de la consola Xbox. Me enamoré de su ilustración sobre Málaga y me leí de su vida en una revista que lleva lustros mezclando en sus páginas tendencias artísticas de fuera con el pulso tomado de lo que se cuece aquí. En sus números, lo mismo está el empeño de Victoria Ordóñez por recuperar el mejor vino de los montes de Málaga que la historia de unas chavalas que tienen el taller de cerámica lleno en la zona norte de Carretería, refugio de iniciativas culturales subterráneas y no tanto.

Hablar del cambio del modelo productivo produce el mismo cansancio que hacerlo de la ventanilla única

Otro amigo me cuenta que por Las Delicias están alquilando viviendas a gente de fuera gracias al empuje de la Esaem, la escuela de danza y baile de la que se ha empezado a nutrir, entre otros muchos, Antonio Banderas. Y otra más me dice del gran nivel de School Training, la escuela de cine de El Palo, que también está consiguiendo estudiantes foráneos. En un futuro muy cercano a lo mejor podrán participar en los rodajes que tan bien gestionan desde la Málaga Film Office. Otro conocido sevillano me cuenta que ha estado viniendo a Málaga a recibir cursos de fotografía en Apertura, la escuela que se ha hecho grande en los inicios de calle Victoria. Seguro que también vienen de otros lares a estudiar el Master de ciberseguridad de la UMA y de VirusTotal, que no todas las ciudades tienen empresas a las que fichó Google. Ahora mismo, hay chicos aprendiendo a programar videojuegos en La Fábrica del Videojuego, impulsada por los mismos que llenan de disfrutones frikis el Palacio de Congresos con su Gamepolis.

Hablar del cambio del modelo productivo produce el mismo cansancio que hacerlo de la ventanilla única para las gestiones de los ciudadanos. Puede ser, sin embargo, que esté dejando de haber tantos huevos en la cesta del turismo y que podamos ver embriones de otros sectores que pueden tirar de este carro malagueño. Si algo ha demostrado esta ciudad a lo largo de su Historia -esa misma que está recogida en ese solar del cine Astoria- es su enorme capacidad de transformarse. Cayeron las uvas y los vinos y se pensó que el sol que secaba a las pasas bien podría agradar a viajeros del norte más frío y, voila, llegamos al turismo. Cuando había que ir más allá del sol y playa, descubrimos que debíamos mirar a Picasso, ese niño que nació cuando la filoxera hundió la economía de una de las ciudades industriales más importantes de España, para relanzarnos como destino cultural.

Las malas noticias no deben, como suele pasar, taparnos el bosque de lo que está ocurriendo en Málaga

Y la Escuela de San Telmo, donde era profesor José Ruiz, su padre, es la que organiza Telmo Dice, un festival con cada vez más peso en el diseño gráfico español. Y ha sido el diseño y la fotografía lo que ha llenado el repositorio de imágenes de Freepik, la empresa tecnológica española que se ha vendido a un fondo sueco por más de 200 millones de euros. Aquí, en casa. Por eso tiene sentido también el congreso anual de Transferencias, cita nacional de todo el mundillo del diseño que, no lo olvidemos, es todo. De la ropa que llevamos a la cafetera que nos da la vida al empezar el día.

Lo público, a su vez, está forjando el ecosistema. En el Polo Digital, sobre todo, y en el Palacio de Ferias. En los dos sitios se estrechan relaciones en congresos como Transfiere, un éxito nacional , el de Museos y Ciudades, postpuesto para el año que viene, pero con interesantes webinars o con la formación que se imparte en el Polo con fondos gestionados bien por la EOI.

Quizás falte conseguir exenciones fiscales para que Málaga se convirtiera en un centro audiovisual de la talla de Vancouver, donde hay numerosas facilidades para las empresas. O cómo está intentando hacer Canarias. Así quizás podríamos soñar con atraer a productoras de animación como la que ha adquirido en Madrid Skydance Media, de David Ellison, hijo de Larry, fundador de Oracle. Empresa, por cierto, con sede en el PTA.

Hace unos días fue un palo enterarnos del cierre de Coca-Cola y sus 77 empleados. Tampoco anima mucho asistir a las pesquisas judiciales sobre las millonarias ayudas a Isofotón. Pero las malas noticias no deben, como suele pasar, taparnos el bosque de lo que está ocurriendo. Sólo en Freepik trabajan más del doble de empleados que en Coca-Cola. Estos días, los supermercados huelen a mango malagueño, agricultura puntera en La Axarquía. Quién se lo iba a decir a aquellos agricultores del XIX que quemaron sus casas y se embarcaron a destinos remotos empujados por el hambre. Cómo intuir que más de cien años después, esas laderas abruptas iban a estar pobladas de mangos y de aguacates como los de México, donde acabaron algunos.

No desesperemos. Ahora mismo, en nuestra ciudad, puede haber gente pasándose horas y horas diseñando frente a un ordenador, sin que les pese, y compartiendo una Coca-Cola que, en meses, estará fabricada en Sevilla. Puede que hayan subido al piso en un ascensor de General XXI, la empresa que fundó Fermin Encuentra y que exporta elevadores a China. Sí. Imaginen, exportar a China. A lo mejor, desconectarán en uno de los conciertos de jazz que empiezan en breve en la calle y que atraen a músicos de toda Europa, deseosos de que sigamos teniendo una buena banda sonora. Porque seguimos sonando bien.

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