Memoria histórica para escolares
La Tribuna ·
En esta Málaga nuestra que ya es referente en la fiesta y la cultura, que vende sol y arte, y que acumula terrazas para los turistas, se ha hecho justicia a algunos miles de los olvidados de la HistoriaProbablemente no leas estas líneas, aunque también puedas consultarlas en la red. Es una lástima porque el periódico puede ayudarte en tu tarea escolar como ... pocos recursos didácticos. Habla de todo, hasta de deportes. A veces te puede ayudar a entender mejor, desde lo más actual, los temas de muchas asignaturas, especialmente la Historia, esa materia que a algunos se les hace cuesta arriba y prefieren conocerla en imágenes que recrean un pasado de fantasía.
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Tal vez hayas oído hablar de la memoria histórica, aunque escrita la verás con mayúsculas. Algunos la preferimos así, con la humilde minúscula, porque el pasado es común para todos y si fue doloroso, aún más. Lo primero que debes de saber, y tal vez no te dé tiempo si estás en el instituto porque las más de las veces está al final del temario programado, es que en España hubo durante tres años la mayor tragedia humana que puede asolar un país, una guerra civil. Todas las guerras son crueles, las guerras civiles siempre lo son más y, sabes, dejan una huella que atraviesa décadas y hasta siglos. Hay, como en España, quienes la empiezan rompiendo la legalidad establecida, y por eso también hay quienes frente a la Historia adquieren diferentes grados de responsabilidad. Hay, por supuesto, vencedores y vencidos. Y hay muchos muertos que a estas alturas ya no deberían tener color, ni debieran permanecer en el olvido.
Hubo un presidente de la República, Manuel Azaña, que cuando la guerra se veía perdida, pidió lo más esencial al ser humano: «paz, piedad y perdón». Pero no fue así. La crueldad de la guerra tuvo continuidad y el nuevo régimen instaurado, con el general Franco al mando, ejerció una represión brutal que llenó fosas comunes en los cementerios, y para los que no faltaron, incluso, las cunetas. No hubo paz para los muertos, pues la violencia la prolonga el olvido.
La memoria histórica nos pide recoger aquellas palabras de Azaña y en eso estamos. Sobre todo en eso ha estado Málaga que, aunando diferentes instituciones políticas y científicas, ha hecho un verdadero ejercicio de memoria. Aunque tú, seguramente, no sabrás que en Málaga hay una pirámide blanca. Eso también te pasa por no leer el periódico. Es una verdadera lástima que, para una vez que llega el acuerdo entre políticos generalmente enfrentados, apenas sea de conocimiento público y que vuestros profesores no hayan programado aún una visita para aprender de una Historia que allí, paradójicamente, se hace más viva, y también emocionante.
Porque, efectivamente, en un viejo cementerio ya desaparecido, San Rafael, se conserva un muro que hizo de pantalla para el dolor de los que murieron fusilados y una pirámide blanca que alberga los nombres y restos de los olvidados, más de cuatro mil. Conviene ir, pararse delante y leer en voz alta algunos de esos nombres, todos grabados sobre el mármol blanco. Son ellos los que te gritan, escrito más arriba, «se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas».
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Pues, sí. En esta Málaga nuestra que ya es referente en la fiesta y la cultura, que vende sol y arte, y que acumula terrazas para los turistas, se ha hecho justicia a algunos miles de los olvidados de la Historia. Eso es también un motivo de orgullo para la ciudad y un ejemplo para todo el país en el ejercicio de la memoria histórica. Málaga sufrió como pocas ciudades la crueldad de una guerra civil y la posterior posguerra y se ha reencontrado con su memoria.
Y, sin embargo, aún podía ser más completa. Verás. Esto de la Historia es complicado. Es fácil de utilizar para justificar ideologías, para reclamar derechos que no existieron, o fabricar incluso algunos mitos que le hacen sentirse importante a toda una comunidad, a todo un país. En el caso de una guerra civil, sus huellas perdurables, su injusticia radical, puede hacer que los que fueron presentes, también pasen al olvido.
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No estaría mal –o mejor, estaría muy bien– que vuestro profesor hiciera una ruta más larga y que uniera el antiguo cementerio de San Rafael y la Catedral de Málaga. Aquí, en una capilla en la que pocos reparan y tras una lápida que menos leen, descansan más de mil personas que tampoco debieron ser muertas por sus ideas. Ni ahora caer en el olvido aunque estén en paredes sagradas. En la España que quedó fiel a la República también se fraguó la muerte cruel e injusta. Para ellos también sigue valiendo el recuerdo y la oración. Y las palabras de Azaña en aquel discurso, «que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo».
Tal vez con vosotros se difumine por completo la huella de aquella Guerra Civil y sólo quede la dignidad debida a los muertos, allá donde descansen. Lo demás es Historia. Con mayúscula.
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