¿Es posible otra sanidad?
La crisis del cribado de cáncer de mama destapa una realidad más allá del debate político: el sistema sanitario público necesita una profunda reestructuración que afecta más a la organización que a la financiación
Cuenta la leyenda griega que en la ciudad frigia de Gordio (en la actual Turquía) había un carro atado con un nudo extremadamente enredado. Un ... oráculo había profetizado que quien lograra desatarlo conquistaría Asia. Cuando Alejandro Magno llegó al lugar en el siglo IV a. C., se enfrentó al nudo y, en lugar de intentar deshacerlo pacientemente, sacó su espada y lo cortó de un tajo. De ahí la expresión del nudo gordiano: resolvió el problema de un modo inesperado y radical. Hoy se utiliza de forma metafórica para referirse a un problema muy complejo que se resuelve de una manera audaz y decisiva, en lugar de seguir los métodos habituales y tradicionales.
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Podríamos decir, por tanto, que la sanidad pública, la de Andalucía y también del resto de las comunidades del país, se enfrenta a un nudo gordiano que ni siquiera Alejandro Magno podría solucionar. Lo único cierto es que necesita una reestructuración de tal calibre que, inevitablemente, induce a desconfiar.
La sanidad pública es hoy un insaciable saco sin fondo que devora cuantos millones se invierten en ella sin que tenga un impacto proporcional ni en la percepción de los usuarios sobre la mejora del servicio ni en las listas de espera. Es cierto que la inversión en Andalucía ha pasado de 969 euros por habitante en 2014 a los 1.764 euros de 2025, pero ello no significa que se hayan solucionado los problemas endémicos.
Seamos sinceros, la sanidad pública de Andalucía –y diría que la de toda España– es de las mejores del mundo y quizá la mayor conquista colectiva del estado del bienestar: universal y gratuita. Es no es óbice para afirmar enormes fallos sistémicos que, como enfermedades crónicas, impiden que la sanidad pública goce de buena salud. Tiene demasiados achaques y demasiadas goteras, empezando por las alarmantes listas de espera, tanto para intervenciones quirúrgicas como para consultas de especialista. Uno se pregunta por qué es tan difícil reducir estos tiempos. Es verdad que desde la puesta en marcha del Plan de Garantía Sanitaria y el plan específico de consultas externas se han reducido los pacientes pendientes con garantía (un 14,2 por ciento) y la demora media de espera (de 184 en 2024 a 127 en 2025), pero resulta un descenso aún insuficiente y demasiado lento.
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Provoca bochorno observar cómo los políticos –ahora el Gobierno del PP y antes el del PSOE– manosean los datos de las listas de espera retorciéndolos lo que haga falta para enmascarar la tozuda realidad: hay pacientes que tienen que esperar muchísimos meses para tratar sus dolencias, dándose situaciones dramáticas. Póngase negro sobre blanco: hay pacientes en lista de espera que ven cómo se agravan sus enfermedades, a veces con consecuencias fatales. En junio de 2025 había 852.289 andaluces esperando a acceder a una consulta externa y 207.236 aguardando una intervención quirúrgica.
Al final se trata de algo muy sencillo: cuando alguien está enfermo quiere acudir al médico enseguida –lógico– y someterse a cuantas pruebas e intervenciones sean necesarias sin demora, más aún en casos graves. Y hoy por hoy la sanidad pública no responde a esta exigencia.
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La crisis del cribado de cáncer de mama, con dos mil mujeres con diagnósticos no concluyentes en sus mamografías a las que no se citó para las pruebas complementarias, no ha hecho más que llamar la atención sobre los fallos sistémicos de la sanidad. ¿Cómo es posible que estas cosas ocurran? ¿Por qué nadie se percató? El propio presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, lo dijo: lo que no es tolerable que tengan que ser las propias usuarias las que den la voz de alarma.
La reacción del Gobierno de la Junta al conocerse la noticia fue titubeante, hasta el punto de que en un primer momento se intentó cargar la responsabilidad a la actual vicepresidenta María Jesús Montero por ser la consejera de Salud cuando en 2014 se puso en marcha el protocolo del cribado. Luego, cuando la crisis fue creciendo, Moreno Bonilla dio un golpe de efecto al anunciar la salida de la consejera de Salud, Rocío Hernández; futuros cambios en la cúpula, además del compromiso de realizar las 2.000 pruebas antes del 30 de noviembre e invertir 12 millones de euros para contratar médicos radiólogos y poner en marcha un plan de choque.
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Se puede decir que el presidente de la Junta salvó un 'match ball', pero debe ser consciente de que esta crisis es un camino sin retorno. La sanidad es el área que se ha cobrado más cargos de consejeros e incluso presidentes autonómicos y lo seguirá siendo. Los ciudadanos no entienden de cifras ni de discursos cuando se habla de la salud. Sólo funciona la experiencia personal y después el boca a boca. Así que la única forma de evitar que el 'tsunami' de la sanidad le pase por encima a este Gobierno es acometiendo medidas que el ciudadano pueda comprobar por sí mismo.
Moreno Bonilla anunció que se acometerá una «profunda renovación en el sistema sanitario. Cambiaremos todo aquello que no funciona en la estructura organizativa». Ese es su único camino posible, aunque para ello tenga que hacer como hizo Alejandro Magno con el nudo gordiano, aunque para ello caigan estructuras, procesos y cargos anquilosados desde hace muchos años. Lo que no se puede concebir es que la consejería de Salud y el Servicio Andaluz de Salud estén enfrentados y no compartan información como debieran, como ocurre ahora.
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Y cuanta más transparencia haya en este proceso, cuanta más información al ciudadano y a los agentes sociales, más fácil será tener éxito en esta tarea que trasciende al debate político e ideológico y que debiera, aunque sea misión imposible, aglutinar un pacto de Estado. Después de tantos años intentando desenredar este nudo sólo cabe cortar por lo sano.
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