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MÁLAGA VERDE

Carta del director ·

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 21 de julio 2019, 09:32

Es una evidencia que nuestro entorno medioambiental está cambiando. La temperatura media en Málaga ha subido 1,3 grados en los últimos 30 años y algunos datos apuntan a que el sur de Europa se acerca a las condiciones climáticas del norte de África. Lo cierto es que el clima de hoy no se parece mucho al clima de ayer y que la incidencia del sol en nuestras vidas, y especialmente en nuestra piel, es cada día mayor y más peligrosa. Incluso Greenpeace habla de «emergencia climática» por la vulnerabilidad de Málaga y los efectos que puede tener en la economía. La sociedad, en estos casos, suele ser corta de miras y le cuesta ver más allá de su expectativa vital, pero lo cierto es que hay que ser muy tonto para no darse cuenta de la necesidad de tomar medidas, cambiar de hábitos y tomarse en serio el cuidado de nuestro planeta. O al menos de nuestro territorio.

El ser humano ha desarrollado en este tiempo la capacidad de generar residuos imposibles, o muy difíciles, no sólo de reciclar sino de asimilar por el planeta. Y no me refiero sólo a la basura radiactiva, sino al plástico y a componentes derivados que permanecerán por aquí cuando ya no estemos para verlo. Aquella frase que nos animaba a pensar en global y actuar en local cobra vigencia con el medio ambiente, porque la concienciación comienza en casa. Es un gusto observar cómo los niños están mentalizados en proteger el medio natural. La labor en las escuelas está siendo fundamental, pero me pregunto cuánto tiempo resistirán en un entorno poco propicio y tan agresivo con el mundo natural.

Y todo esto viene a cuento por la sorpresa que me genera la falta de medidas y políticas destinadas a la protección, defensa y regeneración del entorno. En las administraciones públicas apenas se observan actitudes proactivas tanto para la educación como para la sanción y vigilancia de delitos ecológicos. Málaga es turística, cultural, tecnológica; quiere avanzar en la mejora de las condiciones de los ciudadanos, en su movilidad, en su empleo e, incluso, hacer frente a la soledad, pero apenas se perciben compromisos por hacer de Málaga un territorio sostenible, respetuoso con el medio natural y concienciado en la protección de los bosques y los mares. Todo lo contrario, porque aquí somos muy agresivos y estamos especializados en la contaminación del litoral y en el abandono del interior.

Málaga es una provincia de una riqueza excepcional y sería gratificante convertirla en un ejemplo de sostenibilidad y respeto medioambiental, que sea compatible con el desarrollo social, económico e industrial, pero que nos garantice una convivencia racional con el medio, con la naturaleza. Quizá así estaremos construyendo las bases de un futuro mejor para nosotros, pero sobre todo para las próximas generaciones. Da la impresión de que en un futuro no muy lejano este será el verdadero valor de los destinos y las ciudades: su capacidad para relacionarse con el planeta, para no destrozarlo. Veremos.

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