No. Gracias. No me interesa

Te registras y cuando te llaman solo tienes que decir que te extraña que te estén llamando porque estás apuntada en la Lista Robinson, entonces son ellos los que cuelgan muy rápido. Me descubrió un mundo con esto porque antes, cuando veía un número desconocido, un número largo o un número de otro país, lo más probable era que me quisiera robar tiempo y dinero.

La semana pasada escribí en esta misma columna que había deseado muy fuerte que me llamaran ofreciéndome una oferta de seguro de decesos. A las dos horas de su publicación me llamaron ofreciéndomelo. Le pregunté a Paqui si me había leído en la columna. Me dijo que no, que no sabía nada, que le habían pasado una serie de números de teléfonos y estaba el mío entre ellos. A Paqui no le dije que yo estaba en esta lista porque esta vez sí que me interesaba la oferta. Cerramos el trato, no me hizo falta regatear, esta oferta era mucho mejor que la que tenía mi madre.

Nos dimos de baja en la otra compañía y el jueves por la mañana estaba firmando mi nueva póliza de los muertos. Fui con mi amigo Jose y se fue muy contento por lo exótico de mi plan y porque le regalaron un mechero y un boli al salir. Aunque no fumamos, él ya lo ha utilizado dos veces que le han pedido fuego. Soy pura incoherencia.

Desde que me inscribí en la lista cuando suena el teléfono ya no me importa si no conozco el número, tengo la excusa perfecta. Lo cojo sin pensar, descuelgo contenta, con voz amable y sonriente. Respondo con otra actitud, sin prisa, despreocupada. Entonces, una voz femenina y casi conocida me llama por mi nombre, sin decir mi apellido y sin decir mi segundo nombre. Sonrío con la voz. «Sí, soy yo».