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Decía Ray Loriga en una entrevista hablando sobre las vivencias que le han marcado en su camino que desde que eres pequeño, en la clase ... del colegio ya están representados casi todos los males del mundo: el abuso, la humillación, la vergüenza, el machismo, la deslealtad… y que, aprendiendo a vivir en esa jungla, cometes errores por inacción y por cobardía. Siendo ya adulta me he sorprendido más de una vez pensado en maldades que pasaban a mi lado de niña y que entonces ni siquiera era capaz de identificar, pero que, de alguna manera, se me quedaron grabadas.
Quizás porque cuando eres pequeño te educan para vivir en la bondad y no estás programado para ver otras realidades, aunque la tengas delante de los ojos, salvo que la cosa vaya contigo. Pero la verdad es que en ese microcosmos también está la cara buena de la vida, las primeras amistades, la despreocupación absoluta de la ingenuidad y esa sensación de felicidad optimista de tener por delante un futuro que puedes construir como quieras, como si fuera una cuestión únicamente de voluntad.
Luego, el mundo adulto te muestra que la vida es una jungla en la que hay que sobrevivir y parece que eso justifica hacer lo contrario de lo que te enseñaban en la burbuja idealizada de la infancia. Y suele imponerse esa interpretación del mundo en la que luchar por algo que no te beneficie directamente es ser idealista, ingenuo y hasta un poco tonto, mientras que pasar por la vida como el caballo de Atila es de listos. Porque el egoísmo e individualismo agresivo no sólo se comprende y se perdona, sino que se considera prácticamente un valor. Y claro que la ambición puede serlo, pero habría que preguntarse la ambición para conseguir qué. Creo que la que de verdad importa y nos hace más felices no es la que sirve para adornar el perfil de LinkedIn. Alguien en X llamaba a esto las virtudes de currículum (las habilidades que destacamos para el mundo laboral) y las virtudes de funeral, que son más profundas, las cosas buenas que pensarían sobre ti cuando ya no estés.
En otro momento de la entrevista Loriga echaba la vista atrás y dejaba esta reflexión: «En esta vida te arrepientes más de los golpes que das que de los que te han dado, con los que te dan, resistes; pero los que tú has dado se te clavan para siempre». Coincido. Y no es buenismo, es que, además, sólo da golpes el que está herido y eso nunca ha servido para sanar a nadie.
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