DEPorte

Hoy es un día triste para Málaga. El silencio se apodera de una ciudad que bulle en fin de semana. Será una tarde primaveral marchita por las circunstancias. Será una tarde especial, diferente, con la atonía dominando un ambiente que tenía que ser festivo. La Rosaleda estará en paz cuando debería hervir con la marea blanquiazul caminando hacia Martiricos entonando himnos de alegría. El Palacio de los Deportes debía acicalarse como de costumbre pero la oscuridad se apoderará del recinto. Los teatros de los sueños de aficionados y deportistas se envuelven en una pesadilla que no aventura su final. Hoy el Málaga y el Unicaja debían disputar sus partidos, pero el 'DEPorte' está en parada técnica. Quietud en porterías y canastas. Balones encerrados en redes y cestos. Hoy tenía que ser un sábado grande y se ha empequeñecido como jamás sospechamos. Hoy las órdenes de Pellicer a sus futbolistas no se escucharán y las instrucciones de Casimiro a su plantilla estarán orilladas en entrenamientos sin calendario fijo. Hoy la afición no podrá cumplir con su cometido de llevar en volandas a sus equipos, de empujarlos hasta la victoria tan necesaria para el uno y para el otro; hoy la Málaga deportiva vivirá un sábado de pasión maltrecha sin poder transmitir el entusiasmo de sus cánticos, el cariño a unos colores que representan un modo de vida; hay maneras de sentir y de sufrir en minutos de sobresaltos continuos que son la salsa y la pimienta de nuestra existencia para combatir la rutina. No nos imaginamos un mundo sin deporte, esa es la realidad. Afortunadamente, en la sinrazón de estos días que vivimos de forma acelerada se ha impuesto algo de lógica y la cancelación de las competiciones tiene más sentido que jugar a puerta cerrada como en principio decidieron los dirigentes. Porque sin el ruido ensordecedor de las aficiones animando a sus equipos no se puede disputar un partido de fútbol ni de baloncesto. Es imposible disfrutar del deporte en silencio: no hay vacuna posible contra el virus de los sentimientos.