ALEMANIA-CALIFORNIA-AXARQUÍA: AGUACATES Y TECNOLOGÍA
EL FOCO ·
Ojalá nos creamos de una vez que funcionamos mejor si remamos juntos, como sabían los fenicios que pintaron un ojo en una jábega de MálagaBERTA GONZÁLEZ DE VEGA / PERIODISTA ILUSTRACIÓN: FELIP ARIZA
Domingo, 21 de febrero 2021, 10:25
Esta historia preciosa empieza con un señor alemán de una vida tan fascinante que espera a un guionista, quizás de la mano de MLK Producciones, ... dados a descubrir la vertiente más cosmopolita de Málaga. El origen es una de esas personas nacidas a finales del XIX que acomplejan a los que llegamos un siglo más tarde. Se llamaba Fritz Baade y es Antonio Cordón, gerente entusiasta de la finca experimental del CSIC La Mayora, en Algarrobo, quien cuenta su vida. De su biografía a la inclusión de varios investigadores de esta institución entre los mejores del mundo de sus áreas de estudio, según la universidad de Stanford, en California, va una historia de éxito de la que deberíamos aprender, aun sabiendo lo difícil que es copiar recetas sin todos los ingredientes.
Así lo hemos visto con Silicon Valley, modelo que se ha querido replicar sin éxitos rotundos por todo el mundo, quizás porque faltan, por ejemplo, aquellos primeros ingenieros eléctricos y físicos fascinados por los semiconductores, que fundaron empresas y fueron de la mano luego de universidades de élite. Lean la historia como la relata el genio añorado de Tom Wolfe en 'Hooking Up', donde cuenta lo importante que fue que el Premio Nobel de Física William Shockley decidiera dejar Bell para fundar su propio laboratorio en su ciudad natal, Palo Alto, al lado de Stanford. No nos andemos por las ramas. O sí. De los mangos y aguacates. De los chirimoyos.
Volvamos a Baade, aquel niño que fue a un internado para superdotados. Ahí va la primera pregunta: ¿Debe un país mimar a los que pueden más desde pequeños? En Alemania lo tienen claro y en China o Corea llevan décadas detectando desde pequeños a los que pueden rendir muy por encima de la media académicamente.
A Baade, como a tantos de su generación, le pilló la Primera Guerra Mundial y la Segunda. Casado con una judía, con estudios superiores en varias carreras, acabó doctorándose en Economía y militando en el partido socialista alemán. Su oposición frontal a Hitler le mandó al exilio a Turquía, donde ayudó a refundar la universidad de Estambul. Cuando regresa a Alemania a finales de los 40, tras estancia en EEUU, vuelve a ser diputado socialista y a trabajar para el Banco Mundial. Así acaba de viaje por España, decidido a mejorar el futuro de Andalucía, con cultivos distintos y precoces. Con el CSIC, manda a Joachim Berger y Dieter Wienberg a buscar la finca precisa para diversificar la agricultura. Es así como llegamos a La Mayora, en Algarrobo, el clima más templado de la península, y a la finca que ha cambiado todo su entorno con mangos, aguacates e inicialmente fresones que se fueron a Lepe por la mejor idoneidad de su tierra arenosa. A Baade le criticaron sus amigos socialistas que ayudara a un país gobernado por la dictadura. Afortunadamente para nosotros, el alemán sabía que Franco no era eterno y que la mejora económica del país llevaría a una mayor apertura.
Fue en 1966 cuando Weinberg viaja a California y descubre las posibilidades del aguacate. Hollywood y Silicon Valley son dos etiquetas tan potentes para este estado de nombres españoles que han eclipsado las innovaciones ligadas a su agricultura. No en vano, Mauricio González Gordon, el bodeguero de la saga jerezana benefactora de Doñana, también acudió a estudiar allí sobre viñedos. Y es en California donde Iñaki Hormaza, uno de los investigadores de La Mayora destacado por Stanford, realiza su tesis doctoral sobre el pistacho muchos años después de que Weinberg pensara que por qué no llevar aguacates como los de San Diego a la Axarquía.
Ahí llevamos otra lección: la investigación de Hormaza la sufragó la asociación de productores de pistacho de California y, por desgracia, la involucración de la empresa privada en la ciencia es algo que no hemos imitado. Sólo en Almería, en empresas con matrices holandesas, se contrata a doctores para investigar con dinero privado. A La Mayora le cuesta convencer a los productores para cultivar especies nuevas que minimicen el riesgo ante una eventual plaga. Sí se tuvo claro el ejemplo californiano para evitar un mal endémico de la universidad española y no tanto del CSIC: en Algarrobo no hay endogamia y por eso hay científicos de sitios muy variados, como demuestra el vasco Hormaza.
La lupa de Stanford sobre lo que se hace en Algarrobo coincide con otra buena noticia que enlaza a California con Vélez: la decisión de Google de abrir en Málaga un centro de innovación en ciberseguridad de la mano de Bernardo Quintero, el veleño que no quiso mudarse a Mountain View, sede del megabuscador de Internet, donde nació el germen de Silicon Valley de la mano de Shockley, que quiso emprender donde se había criado.
Todo esto nos enseña lo necesario del empuje, la visión y la capacidad de hacer los mejores equipos de algunos hombres buenos, de Baade, a Weinberg, pasando por Quintero y Hormaza; la necesidad de que la empresa privada investigue y la importancia de ser una tierra abierta a todo el mundo. Aprendamos. De La Mayora y de Silicon Valley. Ojalá en unos años el mundo saboree una chirimoya sin semillas y, además de La Mayora, unos empresarios presuman de haber pagado parte de la investigación que acabó con esa fruta deliciosa de postre, por ejemplo, de informáticos con trabajos bien pagados en Málaga, en restaurantes con cocineros que siguen formándose en La Cónsula o el Jacaranda. Ojalá nos creamos de una vez que funcionamos mejor si remamos juntos, como sabían los fenicios que pintaron un ojo en una jábega de Málaga.
Necesitamos, además, que los niños se inspiren con estas historias. Por lo pronto, en Torre del Mar la Junta ha puesto en marcha el primer bachillerato internacional público de la provincia. No es para superdotados, como el de Baade, pero sí para chavales muy inquietos. Quieren hacer proyectos de investigación en La Mayora.
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