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LA TRIBUNA

Fin de curso con fábula incluida

Es cierto que la sociedad es cada vez más competitiva e impersonal, más dura y visceral, pero aunque para triunfar hay que enrolarse en esas pautas, no olvidéis el lado humano de las cosas

JOSÉ LUIS RAYA. PROFESOR Y ESCRITOR

Martes, 6 de junio 2017, 07:53

Probablemente y seguro que posiblemente, y sin sutilezas, se estén sincronizando en cientos de institutos de Andalucía la fiesta anual de Graduación de Segundo de Bachillerato. En este caso, sin duda, es una celebración o conmemoración (sin agudezas) que remata -aunque no agrede- todo un año de estudios, trabajo, exámenes, ejercicios varios, actividades y muchos quebraderos de cabeza. Sois los alumnos y alumnas responsables y tenaces los que habéis llegado a este buen puerto, unos con más pena, otros con más gloria, unos con más interés, otros con menos y eso se puede apreciar en el resultado final, con más o menos matices, pero es así. Para unos es la meta y para otros, esperamos que para la gran mayoría, sea tan sólo el principio, puesto que este magnífico colofón debería convertirse en la plataforma que os catapulte hasta donde os propongáis, siempre con ganas e ilusión, desafiando como don Quijote cualquier malandrín o entuerto que se os ponga por delante. Cuando se supera un difícil escollo estamos preparados para superar el siguiente, siempre con nuestra epidermis endurecida como la coraza de El caballero de la Blanca Luna. Pero no tenéis que derrotar al débil, sino apoyarlo y acunarlo, no tenéis que ir contra el soñador sino absorber y apadrinar sus sueños, no tenéis que ir contra el justiciero don Quijote, sino seguir sus pasos, siempre con ilusión y esperanza, de lo contrario caeríamos en una suerte de precipicio que concluiría en un absoluto vacío.

Es cierto que la sociedad es cada vez más competitiva e impersonal, más dura y visceral, pero aunque para triunfar hay que enrolarse en esas pautas, no olvidéis el lado humano de las cosas, ni tampoco el lado humano de los humanos, que curiosamente lo tienen, aunque cada vez se encuentre muy por debajo de la dermis y haya que rascar, mejor perforar, para llegar a ese inmenso corazón, que cuando aflora puede derrumbar montañas y aniquilar al más fiero y salvaje. Esto también se basa en trabajar nuestra autoestima y amor propio, es decir, confiar en nosotros mismos, nada de flaquezas, aunque es lógico que se escapen algunas lágrimas, pero que sean de emoción o producidas por la lucha, nunca por el abandono o la disidencia. Recordad también que A Dios rogando, pero con el mazo dando, que los hay que confían en exceso en sus posibilidades porque se quieren y se gustan demasiado: su inteligencia es tan brillante y sus encantos tan excepcionales que son capaces de superar cualquier inconveniente, cualquier entrevista, cualquier examen, cualquier prueba, porque son superiores a los demás. Y siguen preguntando por las recuperaciones y las Re-recuperaciones. (Mire usted, así no se puede vivir: mitad Lázaro de Tormes (la falsa monea que ninguno se la quea), y la otra mitad don Juan Tenorio, huyendo cuando se ha conquistado y picoteando de aquí y de allí). Es decir, cuando se empiece una tarea no la dejéis a medias ni os rindáis. Eso sí, aseguraos del camino que queráis elegir, y no es que no haya vuelta atrás, que siempre la hay, sino que se puede perder un tiempo precioso y, en esta ardua y dura competencia, se nos adelantan y se pierde una oportunidad, quizás irrepetible. Os recuerdo cómo la tortuga venció a la liebre por su persistencia y tenacidad, mientras que la liebre, por dormirse en los laureles, ahí se quedó, observando cómo coronaban a la lenta y aburrida tortuga. Esta fábula, que como sabéis siempre encierra una enseñanza, no es un consejo actual, sino que fue Esopo allá por el siglo VI a.c. cuando la creó y nuestro Samaniego la recogió en el siglo XVIII. Pues bien, hay que recordarla y actualizarla diciendo que la clave del éxito consiste, muchas veces, en insistir, nos dice nuestro amigo Woody Allen. Cuando se nos cierre una puerta no hay que tirarse al suelo y lloriquear o llamar a mamá o a papá, sino que hay que llamar a la siguiente. Por suerte hay muchas más. Y como dice la cultura popular, que es muy sabia, «es que no estaba pa ti».

Hay que puntualizar y recordar algo muy importante y que todos sabéis, pero no por ello hay que obviar. Un pueblo, una sociedad o un país, para que funcione debe aposentarse en unas normas, algunas más o menos flexibles, y en leyes, tan dispares como disparatadas incluso, permisivas, restrictivas, protectoras, disuasorias, persuasivas, las menos, estridentes, sabias, necesarias, a veces obscenas, otras redundantemente justas, en ocasiones invasoras y en ocasiones necesarias, muy necesarias. Intento buscar una fábula en la que sus protagonistas se saltan a la torera las leyes y se lía parda. Es el inicio del caos. Esta podría ser vuestra última tarea, es decir, buscad por internet o en la biblioteca una historia o fábula en la que los protagonistas acaben mal por no respetar las leyes. Esto es así. Nos guste o no, hay que acatar las normas, luego podremos luchar por cambiarlas y modernizarlas, adaptarlas a nuestros tiempos y necesidades, pero esto es algo diferente y legítimo, por cierto.

Para que la sociedad avance hay que succionar y arrancar de cuajo esta herencia grosera que la Picaresca nos ha dejado. Tras estas palabras, doy el pistoletazo (pacífico) de salida.

Felicidades.

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