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LA TRIBUNA

El coste marginal cero y el declive del capitalismo

En lugar de verse desbancado por un sistema alternativo, el capitalismo está abocado a morir de éxito, según la tesis que sostiene Jeremy Rifkin

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ / CATEDRÁTICO DE HACIENDA PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

Domingo, 7 de mayo 2017, 10:15

La conmemoración este año del primer centenario de la revolución rusa no estará marcada por la disputa entre el capitalismo y el socialismo, los dos grandes sistemas económicos que mantuvieron una dura pugna a lo largo del siglo XX. La caída del Muro de Berlín en 1989 dictó sentencia. Hoy el capitalismo está casi totalmente liberado del desafío de su gran rival, pero eso no significa que no siga teniendo millones de detractores ni que no se enfrente a amenazas incluso mayores y más palpables.

Para empezar, sería necesario efectuar algunas matizaciones respecto a la configuración de los sistemas económicos. Existen dos criterios independientes para clasificarlos: i) la propiedad de los medios de producción, que puede ser privada (capitalismo) o pública (socialismo); ii) la forma de adoptar las decisiones económicas, a través de las administraciones pondinense. ya surgido de las propias filas del capitalismo, la que estiman los agentes económicos (mercado) o de la autoridad (planificación). Nos encontramos así con cuatro arquetipos y distintos perfiles en función de la relevancia práctica de cada una de las características consideradas. Así, calificar como economías liberales de mercado a países en los que el sector público administra un volumen de recursos equivalente a la mitad del PIB puede resultar bastante equívoco. Por otra parte, no puede olvidarse que hay países donde la &lsquoeconomía no oficial&rsquo tiene un gran peso, ni tampoco que una cuota no desdeñable de la actividad económica es realizada por entidades asociativas o no lucrativas.

En cualquier caso, es innegable que el capitalismo de mercado ha sido determinante de la evolución económica y social desde mediados del siglo XIX, cuando Marx y Engels publicaron el Manifiesto Comunista, que pronosticaba un progresivo deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores bajo el yugo capitalista. Sin embargo, los historiadores económicos constatan que, en realidad, los salarios en los países regidos por el capitalismo iniciaban entonces una senda de mejora que tuvo como consecuencia la creación de una extensa clase media beneficiaria de una prosperidad que desafiaba las predicciones marxistas. El incremento de la productividad propiciado por la reorganización de la producción llevada a cabo por las empresas privadas fue el factor clave de esa transformación.

Con un balance conformado por luces y sombras, el capitalismo ha derrotado al socialismo en la arena económica, pero es ahora cuando se ve expuesto, paradójicamente, a mayores factores de riesgo de colapso y de eventual extinción. En lugar de verse desbancado por un sistema alternativo, el capitalismo está abocado a morir de éxito, según la tesis que sostiene Jeremy Rifkin, autor de la obra &lsquoLa sociedad del coste marginal cero&rsquo (2014).

Según Rifkin, «lo irónico es que el declive del capitalismo no se debe a ninguna fuerza hostil&hellip Lo que está socavando el sistema capitalista es el éxito enorme de los supuestos operativos que lo rigen». La clave de su funcionamiento radica en «llevar cada aspecto de la vida humana al ámbito económico para transformarlo en una mercancía que se intercambie en el mercado como una propiedad». Gracias a los avances tecnológicos, una vez creado un producto, el coste de producir unidades adicionales (coste marginal) es muy reducido o incluso nulo. Así lo percibimos si pensamos en las posibilidades de difusión de servicios a través de Internet (información, cursos, música, libros&hellip) o las que ofrece el llamado Internet de las cosas, que combina las comunicaciones, la energía y la logística.

De esta manera, nos adentramos en una nueva fase en la que la noción de &lsquovalor de intercambio&rsquo en el mercado está siendo reemplazada por la de &lsquovalor de compartición&rsquo en el ámbito de plataformas colaborativas. A raíz de ese proceso se va estrechando el campo para las transacciones comerciales, lo que llevará a un repliegue de los empresarios orientados a la obtención de un beneficio y a un auge de los &lsquoprosumidores&rsquo, esto es, consumidores que participan en la producción de los bienes y servicios que necesitan.

El anterior análisis viene a reflejar pertinentemente no solo la incidencia que los cambios tecnológicos está teniendo sobre la organización económica tradicional, que en algunos sectores ha saltado ya por los aires, sino también algunas alteraciones de los paradigmas vigentes. Es particularmente llamativo el tránsito de una economía basada en la escasez de los recursos a otra caracterizada por la abundancia. Este mero enunciado constituye un shock para los economistas, acostumbrados a concebir la actividad económica, según la definición de Robbins, como la administración de recursos escasos susceptibles de usos alternativos.

Rifkin cree, no obstante, que el capitalismo seguirá formando parte del panorama social, pero, en la segunda mitad del siglo XXI, dejará de ser el paradigma dominante para ceder paso al &lsquoprocomún colaborativo&rsquo (algo que se tiene en común y que se gestiona colectivamente). Pronostica que, dentro de dos o tres décadas, los &lsquoprosumidores&rsquo, conectados a inmensas redes mundiales, producirán y compartirán energía verde y productos y servicios físicos, y aprenderán en aulas virtuales, todo ello de forma gratuita o casi gratuita.

Aun cuando algunos de tales desarrollos sean difíciles de asimilar inicialmente debido a las inercias mentales, no estamos en el campo de la ciencia ficción sino que las mutaciones ya son claramente perceptibles. No son pocos, sin embargo, los interrogantes que se suscitan: ¿cuáles serán las repercusiones para los trabajadores de los sectores más afectados?, ¿qué papel corresponderá al sector público?, ¿cómo se financiará este si hay cada vez menos &lsquotransacciones gravables&rsquo?, ¿qué consecuencias puede tener la desaparición de los derechos de propiedad?, ¿cuál es el rol de los líderes de las grandes plataformas que dominan el mundo?, ¿qué ocurrirá con la privacidad y la libertad individual?...

En su celebérrima undécima tesis sobre Feuerbach, Marx reivindicaba la necesidad de transformar el mundo frente a la tendencia interpretativa de los filósofos. Insospechadamente, más de un siglo y medio después, es la revolución tecnológica, convertida en una especie de caballo de Troya surgido de las filas del capitalismo, la que está llamada a ejercer el papel que el filósofo alemán ha seguido demandando desde su tumba londinense.

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