Malagueños en Sierra Nevada

La vinculación de Málaga con Sierra Nevada es importante en la actualidad. De los 819.968 visitantes que tuvo la estación de esquí en la temporada 2015-16, el 6 por ciento, casi cincuenta mil, procedieron de la provincia malagueña, convertida en la tercera en visitantes tras Granada y Madrid. En el ámbito de las restantes actividades de montaña, frente a los 163 de Granada, Málaga cuenta con 124 clubes, sociedades, asociaciones, grupos y centros dedicados al montañismo, para los que Sierra Nevada es una meta codiciada, ineludible y permanente. La proximidad, las facilidades de comunicación y el esfuerzo para que así ocurra están fundiendo cada vez más estos dos escenarios unidos durante siglos, que la reforma liberal separó en 1833.

Pero esta vinculación montañera, al menos en lo literario, viene de antiguo. En 1870 el periodista Augusto Jerez y Perchet publicó en el periódico malagueño 'El Álbum' una interesantísima crónica de un viaje a Sierra Nevada. En 1889 se ocuparía en varios trabajos de las excelencias de Sierra Nevada el conocido ingeniero rondeño Luis de Rute, miembro de la Institución Libre de Enseñanza y sobrino de don Francisco Giner de los Ríos. En 1910 el escritor Pedro Luis de Gálvez publicó una novela corta titulada 'La santita de Sierra Nevada' y en 1913, cuando contaba 56 años, estuvo en Sierra Nevada el poeta malagueño Salvador Rueda. Fruto de aquella excursión fue la publicación en la revista 'Granada' de cinco sonetos bajo el título común 'La diosa del vértigo', que son seguramente los de mayor calidad en la historia literaria de Sierra Nevada.

Ahora, las editoriales de las universidades de Granada y de Málaga han realizado conjuntamente la edición facsímil de un texto de Manuel Casado (1824-1902) extremadamente raro en la literatura sobre Sierra Nevada, precedido de un extenso estudio preliminar elaborado por los firmantes de este artículo. Casado fue un médico, escritor y político malagueño, muy relevante en los ámbitos cultural, científico y político del siglo XIX. Entre sus publicaciones figura un trabajo sobre excursionismo titulado 'Sierra Nevada. Una excursión al pico de Veleta desde los baños de Lanjarón', redactado en 1860 y publicado al año siguiente en la prensa madrileña como folletín coleccionable; más tarde aparecería también en la de Málaga.

Es un trabajo breve y ligero, proporcional para el fin para el que fue escrito y nunca, hasta ahora, había sido editado como libro. Pero lo más sorprendente: nunca ha sido citado en la bibliografía específica sobre Sierra Nevada; no aparece en el recopilatorio bibliográfico que elaboró Antonio Gallego para el libro del padre Ferrer, ni en el más exhaustivo de Manuel Titos, aunque recientemente ha sido digitalizado y puesto a disposición pública en internet por la Biblioteca de Andalucía. Esta es su primera rareza, pero no la única, ni su exclusivo motivo de interés.

Lo es, también, la narración de su propio viaje: dos malagueños, Casado y M. L, que se hallan veraneando en Lanjarón, realizan en septiembre de 1859 una excursión, ciertamente importante, en la que partiendo del pueblo ascienden hasta el Cerro del Caballo, el primer tres mil, continúan por el valle del río Lanjarón y, tras superar el Cartujo, caen a los Lagunillos de la Virgen, suben hasta el Collado de la Carihuela o del Veleta, donde pasan la noche, ascienden al Picacho e inician el regreso por un camino distinto que, desde el Caballo, les lleva a la zona de Tablate para regresar a Lanjarón tras emplear dos días completos en una expedición francamente difícil, complicada algo más por la impericia de los guías, más bien muleros, que contrataron en el pueblo. Hasta ahí su narración, elaborada con un estilo ampuloso e hiperbólico que tanto gustaba a los escritores y a los lectores de entonces.

Pero ¿quién es el misterioso personaje que se oculta tras las iniciales M. L., cuyo nombre, por seguridad, no quiere revelar Casado? No quiere, pero las pistas son suficientemente claras como para concluir que se trata nada menos que de Manuel Larios, heredero entonces de una de las sagas empresariales malagueñas más destacadas de la historia. Cuando se realizó la expedición a la que se refiere este libro, en el verano de 1859, Manuel Larios contaba 23 años, edad muy a propósito para soportar los rigores y dificultades de la misma y su estancia en Lanjarón no resulta extraña si la relacionamos con los importantes negocios azucareros que los Larios tenían en Motril, donde habían construido una fábrica de azúcar cuatro años antes. Una faceta inédita, pues, del conocido marqués de Larios.

Por otra parte, el libro es muy interesante por la fecha en la que se realizó la expedición (1859), por la que fue escrito (1860), por la que apareció publicado (1861) y por el lugar donde lo fue: Madrid, situándose por consiguiente en un contexto viajero peculiar: entre el final del ciclo romántico y el comienzo del ciclo montañero. Los viajeros románticos, que habían iniciado su aventura andaluza, granadina y nevadense en los años veinte, la habían concluido ya hacia 1860. Para entonces, aún no habían hecho su aparición los montañeros, cuyo ciclo no se inicia hasta 1866. De ellos, Manuel Casado, en 1859, puede considerarse como un auténtico predecesor de interés singular.

Más aún: cuando Casado publicó por primera vez su narración en el periódico 'La España', de Madrid, prácticamente no había nada publicado no ya en Granada sino en toda España sobre Sierra Nevada; desde luego, nada de esa extensión. Y esta afirmación, que es fácilmente demostrable, añade un punto de interés especial a la crónica de la excursión de Manuel Casado a Sierra Nevada, convirtiendo a su autor en auténtico pionero del montañismo andaluz y de la literatura española de montaña.