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VIENEN CURVAS

Ser tonto no es delito

Ana Barreales

Lunes, 23 de enero 2017, 10:07

Hacer el tonto no debería ser delito y serlo, tampoco. Ya es bastante desgracia. Pedir penas de prisión por un chiste negro es convertir en víctima a alguien cuya gran falta es no tener dos dedos de frente. Antes los chascarrillos se contaban en el bar, pero es lo que tienen las redes sociales, que lo mismo sirven para contactar con el excompañero de Bachillerato con el que había tensión sexual no resuelta que para meter la pata, ya sea colgando las fotos de la postcena de Navidad o, como le ha pasado a Cassandra, una estudiante de Historia a la que le piden dos años y medio de cárcel y ocho de inhabilitación por publicar en Twitter chistes negros sobre Carrero Blanco y ETA.

Resulta difícil buscar explicación a esta forma de aplicar la ley, igual que resulta difícil buscar explicación a la manera en que De Guindos habla del funcionamiento de las tarifas eléctricas, como si la cosa no fuera con él y no estuviéramos hablando de una servicio esencial que tiene que utilizar todo el mundo en su vida diaria.

Resulta que la Justicia, que está colapsada, dedica una parte de su precioso tiempo a condenar a gente que pone tuits con chistes ofensivos, patéticos, de mal gusto, irónicos o graciosos -aplique cada uno el adjetivo que mejor le cuadre en cada caso-. Pretender que eso incita a algo que no sea bloquear al autor del tuit, reírse o contestar: «Claro que sí, guapi», es darle demasiado vuelo. No hay tiempo en el mundo ni jueces sobre la tierra para encausar a tanto pseudosubversivo.

Y no es la primera vez, ni la segunda que pasa. Está reciente la polémica en torno al concejal Guillermo Zapata al conocerse que tuiteó: «Han tenido que cerrar el cementerio de Alcasser para que Irene Villa no vaya por repuestos». La propia Villa restó importancia a esos comentarios y dijo que si se imputase a todos los que cuentan chistes así habría una cola enorme. Pero, tan espontánea como es la red, su sentido común y generosidad le costó a la propia Villa un linchamiento on line. El último ha sido Strawberry, el cantante de Def con Dos, mucho más conocido desde que fue condenado a un año de cárcel por tuits hablando de enviar un roscón bomba a la Zarzuela o de secuestrar otra vez a Ortega Lara que por su música.

Es verdad que mucha gente tiende a dar más valor a cualquier cosa que ve por escrito y circulando. Y a creérsela también. Hay que incluir aquí todas las absurdas leyendas que circulan en cadenas de whatsapp llenas de exclamaciones sobre peligros varios. Como si la Policía y las autoridades sanitarias comunicaran las alertas habitualmente por mensaje al móvil. Si eso mismo se lo cuenta su vecina no le darían crédito, pero si lo reciben en forma de whastapp la cosa cambia. Sorprendente.

Pero de ahí a pensar que los chistes negros de Twitter son enaltecimiento del terrorismo es tomarnos a todos por tontos. Y eso sí que es peligroso.

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