Malaguear a Trump
A Trump me lo iba a llevar yo por calle Larios a la hora de los 'clásicos'
JESÚS NIETO JURADO
Lunes, 14 de noviembre 2016, 09:36
Trump al Olimpo de esa cosa que llaman el sueño americano, y Leonard Cohen al polvo, tan fuera de su Granada. En esta semana hemos sido bienvenidos al ocaso de los dioses o al ocaso de cualquier mundo que imagináramos, que lo peor hoy es ya lo posible más aún: es el horror contemporáneo. 'Aleluya', escucharía Trump si tuviera cultura musical y elegancia para entender un ritmo como una salmodia cuando le comió la tostada a la 'Hillarysosa'. Pero no, Trump es Trump y pasó que amaneció en frío y en azul en esta parte de Europa. Y pasó que 'Pepillo el coloqueta', ya vestido de invierno, entró al café espabilador con cara de funeral y la caña de pescar a media asta por lo que pudiera pasar en América. Le quise explicar que toda historia necesita un bufón/felón; desde Fernando VII a este Trump que acaba de descubrir América.
'Pepito el coloqueta' me miró raro cuando propuse que nos trajésemos a Trump a Málaga: yo le expliqué que con mis negritas y mis famosos hago lo que me sale en gana, y me puso la cara que se le ponen a los locos cuando la pastilla se les sube. Dándome a entender patologías de coco.
A Trump me lo iba a llevar yo por calle Larios a la hora de los 'clásicos', cuando los cruceristas se retirán a sus cuarteles flotantes de invierno, y llega la hora de los teorías, de las viejas del churro y del descafeinado; de las primeras cenas de Navidad y de ese romero que quiere decirnos el futuro. A Donald Trump me lo llevaba yo de 'paquete' en la bici a Olías, que, según me cuentan cuando me calzo un vino dulce, está dejada de la mano de Dios. Trump dice que quiere hacer América grande de nuevo, pues que empiece por Olías como prueba.
Donald Trump en Málaga sería toda una revolución que quizá veamos algún día, cuando arda el 'poloflan'. Yo por su hija no mato, pero dos piropos sí que le decía, y así van las cosas. Igual nos traemos a Trump a hablar aquí de algo, pero sucede que no me fío yo de estos señores atacados de tinte en las meninges y con flequillos que no van con la edad.
Lo cierto es que ha llegado el invierno a Málaga, con Trump y con mi 'oráculo' 'Pepe el coloqueta' muerto de frío y de miedo. Ya no nos consuelan las playas griegas de Cohen, con su voz grave y su lorquianismo atemporal. Traguemos a Trump, no hay más remedio.
Decía Albert Camus que aún quedan playas, que aún quedan islas. Trump no nos enterrará en condumio, porque no somos ni su tipo de 'wasp' ni tenemos sobrepeso gracias a la sardina y al aceite de Periana.
Y a pesar de Trump y de su tonto nuevo orden mundial podremos enamorarnos y leernos. Seguro.
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