El laberinto español
Alfredo Taján
Jueves, 28 de abril 2016, 10:15
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Alfredo Taján
Jueves, 28 de abril 2016, 10:15
Gerald Brenan (1894-1987), conocido popularmente por sus vecinos españoles -la gente de campo que tanto le quiso, y que al final terminó adoptándole- como 'Don Geraldo', llegó a España, por vez primera, en 1919, y encima se dirigió al Sur, concretamente al fondo sur, y tras buscar diversas residencias, por fin encontró su Eldorado particular en las laderas de Yegen, en la Alpujarra granadina, un refugio de difícil acceso a mil trescientos metros de altitud: sólo sobre lomo de mula podían alcanzarse sus cimas más altas. Allí no había carreteras, ¿cómo iba a haberlas?, si la España de 1919 luchaba contra un retraso histórico de siglos, contra sus propios fantasmas guerra-civilistas del XIX y contra el brutal batacazo de 1898. Ese amor/dolor que Brenan tuvo hacia España, esos sentimientos encontrados, anclarían en su memoria personal, a través de dos de sus libros más acariciados y leídos, en mayor medida por generaciones anteriores que por las actuales, anegadas de idiocia digital, salvo una ultraminoría, vayamos ahora a creernos la teoría de 'las élites ocultas'.
El hispanista anglo-alpujarreño escribiría dos libros esenciales para entender el porqué en España la historia tiende, una y otra vez, a repetirse: 'El laberinto español' (1943) y 'Al sur de Granada' (1957); en 'El laberinto español', que Brenan publica en Inglaterra cuando aquí el régimen de Franco campaba a sus anchas, 'Don Geraldo' sufre al presenciar el resultado final de un país que pudo haberlo tenido todo, y que lo ha perdido todo, por una suerte de indolencia en la que colaboraron sin tregua la Santa Madre Iglesia con sus supersticiones, los partidos políticos, corruptos y corrompidos, la insaciable oligarquía, el caciquismo, la defraudación, y para colmo, el ansia de los banqueros, que no se detienen a meterse en el bolsillo 'el oro del moro', por aquello de los suministros de la guerra de Marruecos. Las diferencias sociales son el cáncer de España, insiste Brenan, una nación que fue grandiosa y que se ha convertido en una parodia de sí misma, perdida en su laberinto, sin ver la luz.
En estos días en que parece se convocarán nuevas elecciones, el análisis de Brenan sobre España resulta de rabiosa actualidad, y se convierte en demoledor por su lúcida certeza. Después de cuatro meses dando bandazos, la inoperancia de los partidos actuales para negociar nos retrotrae a los gobiernos fugaces de Alfonso XIII, coaliciones de partidos que Brenan aseguraba tenían como único objetivo «el quítate tú para ponerme yo»; resulta curioso que en la época de la transición, del 76 al 80, 'El laberinto español' fue considerado, y reivindicado, como un ensayo de ideología izquierdista, y no lo es en el sentido puro de la palabra. Primero, porque Brenan extiende la nube de sospechas a la misma ciudadanía, «al ser español», cuya cobardía y miedos le apabullan, y que en vez de luchar por el progreso, se devora a sí mismo. Entre los políticos españoles el fracaso es aún mayor: no surge un Antonio Maura y mejor que ni aparezca el general Primo de Rivera.
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