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HABLAR Y VIVIR

Buenismo y malismo

Antonio Garrido

Domingo, 29 de noviembre 2015, 13:32

Por desgracia la situación de amenaza terrorista no cede, con la tensión que produce y con los trastornos que trae a la vida cotidiana de los ciudadanos. Este es uno de los objetivos principales de los terroristas, provocar el terror, el miedo, el pánico. Las calles cortadas, los soldados patrullando, el sonido de las sirenas, los registros; todo lo que podemos ver día a día en las redes y en los medios de comunicación más tradicionales. Ya señalé que el lenguaje se ha llenado de léxico épico, léxico de guerra y conflicto. En España lentamente pero con constancia ya han surgido mensajes contra las acciones que están tomando otros países; especialmente Francia. Se trata de unos planteamientos que se concentran en la palabra buenismo, por cierto, que este sustantivo se escribe sin comillas y no como aparece en la mayoría de los casos. Se puede aducir que es una palabra que no está incluida aún en el DRAE, lo que me causa cierto asombro porque es de uso vivo y muy vivo pero el diccionario no puede acogerlo todo. Se suele emplear con sentido peyorativo para referirse a la doctrina que sostiene que cualquier problema se puede resolver con el diálogo, con la tolerancia y con el sentimiento de solidaridad. El punto de partida es la creencia en la bondad natural de los seres humanos, muy en la línea de los filósofos de la Ilustración. La doctrina de la bondad universal se contradice con la realidad, basta recordar las dos guerras mundiales del siglo XX.

La palabra está bien construida a partir de bueno y el sufijo -ismo. Este sufijo da como resultado palabras que significan acción, doctrina, teoría y movimientos artísticos. En este caso el significado es doctrina. Los contrarios al buenismo lo consideran sinónimo de entreguismo y de una actitud cobarde que llega a ser peligrosa; como mucho se asimila a ingenuidad.

Por no entrar en temas de candente actualidad y tomar perspectiva, las negociaciones de Francia e Inglaterra con Hitler es un ejemplo paradigmático de buenismo. Se cedió y se cedió hasta que la guerra fue inevitable. Es innegable que el contenido del término se ha ido extendiendo en la sociedad en las últimas décadas; sobre todo en Europa y, desde luego, en España. Hay ejemplos en la mente de todos.

Lo contrario es el malismo, construido de la misma forma a partir de malo. Es la doctrina que sostiene la maldad natural del ser humano y su tendencia a la violencia como forma natural de resolver los problemas. Se relaciona con militarismo y con violencia. Este término se usa mucho menos y produce un rechazo mayoritario en los hablantes. Es interesante señalar que esta formación con el sufijo -ismo es mucho más productiva en Hispanoamérica que en la península. Puedo poner muchos ejemplos. Es el caso de «tortuguismo» para referirse a lentitud excesiva en trámites oficiales. Es una palabra muy gráfica y bastante ajustada a la realidad de la burocracia. Otra palabra que se intercambia con buenismo es angelismo, con la misma formación y que tampoco se encuentra en el diccionario académico. No se emplea demasiado por su origen religioso y los partidarios del buenismo se oponen a cualquier eco de ese universo semántico. Sí aparece en el diccionario la palabra irenismo que se construye sobre una base griega y el sufijo tan productivo que estamos viendo. La palabra «eiréne» significa paz. Es la doctrina que «preconiza la paz a ultranza». Una cita de Luis García Arias es precisa: «es del inglés John Colet, influido por Wiclef, el irenimo o pacifismo integral se ha desarrollado entre.» Es pertinente relacionar el buenismo con el mito de la Edad de Oro, un mito fundacional que recoge el poeta Hesiodo y que se ha representado en las artes plásticas, como en el cuadro del mismo título de Lucas Cranach. En el origen todos los seres humanos serían felices e inmortales. La vida sería un placer continuo y no habría disputas ni delitos. Esta visión es mucho más agradable que la realidad y entronca con el concepto de utopía. De alguna manera casi siempre se vuelve al mito, pensemos en la bellísima escena del Quijote en el que se evoca el tema relacionado con la tradición bucólica. Lo triste es que mientras explosionan las bombas.

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