La Guardia Civil continuó ayer con la inspección ocular en el chalé en el que se produjo el lunes por la noche el doble crimen. EFE

Isabel, la niña número 38 muerta en España a manos de su padre en los últimos ocho años

Fausto, el chapista que el lunes mató a tiros a su mujer y a su hija, estuvo meses parado por un ERTE y pasaba casi todo el tiempo metido en casa

ALFONSO TORICES

MADRID.

Jueves, 11 de marzo 2021, 00:06

Isabel era una niña alegre. Así lo aseguran en el colegio Infanta Leonor de San Agustín de Guadalix, la población pegada a la sierra norte madrileña donde estudiaba el último ciclo de Primaria. Esta adolescente de 11 años se desplazaba al centro todas las mañanas desde la vecina localidad de El Molar, donde vivía con sus padres en un chalé ubicado a las afueras del pueblo, al final de un camino de tierra lleno de baches, muy cerca del kilómetro 38 de la autovía A-1, que une Madrid con Burgos.

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El lunes por la noche, poco después de que las plazas españolas gritasen un año más en el Día de la Mujer contra la violencia de género, la pequeña pasó a formar parte de una luctuosa estadística. Es la niña número 38 asesinada por su padre en un crimen machista desde 2013 (año en que se inauguró el registro).

Su progenitor, Fausto, un chapista de 48 años originario de Burgos la mató en el interior del chalé junto a su madre. Fue por razones que aún se desconocen, pero que se investigan como crimen de género. Hizo sendos disparos con una de las dos escopetas para las que tenía licencia, y que luego fueron encontradas en la vivienda. La primera, la menor, parece que recibió el proyectil letal en el pecho y la segunda, Mari Cruz, una paraguaya de 48 años, tenía heridas de bala a la misma altura y en la zona del cuello. Los forenses, que iniciaron ayer las autopsias, desvelarán si una, o quizá las dos, pudieron recibir los disparos por la espalda.

«No sé qué ha podido pasar, pero para mí que ha sido una depresión», especulaba ayer uno de sus compañeros del taller

Licencia de armas

El homicida, que trabajaba desde hace más de 15 años en un taller mecánico de San Agustín de Guadalix, y que de vez en cuando practicaba caza y tiro, pasó horas debatiendo consigo mismo qué hacer tras cometer el doble crimen, según los primeros datos de la investigación. Por la mañana, en algún momento antes de las 11:00 horas, cogió una lata de gasolina, prendió fuego a la cocina y a una de las habitaciones, se colocó la escopeta en la boca y se voló la cabeza.

La investigación aún no ha podido determinar si hubo un detonante del crimen, más allá del evidente móvil de género. No hay nota de suicidio. No existen denuncias ni antecedentes previos de maltrato. Ni vecinos ni allegados les conocían desencuentro alguno de importancia. Como en otros muchos crímenes machistas, les describen como una pareja normal y educada, bien vista en el vecindario, que nunca había dado escándalo alguno.

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En lo que sí coinciden varios vecinos y compañeros de trabajo es en que Fausto, que se había reincorporado al taller tras meses de paro por uno de los muchos ERTE causados por la covid, salía cada vez menos de su casa y procuraba no recibir visitas. Al parecer, también hacía una buena temporada que pedía a su mujer, que trabajaba como empleada de hogar en un inmueble de la urbanización de lujo de La Moraleja, que no dejase el chalé y no se juntase con los vecinos.

A ella eso le incomodaba y había tornado en más bien apagado y triste un carácter normalmente jovial. Gerardo, un compañero del taller mecánico, describe a Fausto como «buenísima persona» y no acierta a comprender qué le ha podido pasar para cometer esta atrocidad. «No sé si le habrá afectado el ERTE. Para mí que ha sido una depresión», dice.

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Los 38 filicidios machistas registrados desde 2013 tienen en común que o son crímenes conjuntos de mujer e hijos, o solo de menores, pero con clara intención de vengarse de la pareja o expareja. Es habitual la falta de denuncias previas y también, como en este caso, más de la mitad de los agresores se suicidaron minutos u horas después.

El año con más muertes, ocho, fue 2017. Entonces un padre de Campo de Criptana (Ciudad Real) estranguló a su mujer y sus niños de 5 y 8 años y otro vecino de Alcobendas (Madrid) acabó con su mujer y su hijo de 12 años de una veintena de puñaladas. El crimen más impactante fue el de José Bretón, que asesinó a sus hijos de 2 y 6 años para vengarse de su mujer por dejarle, pero no está en la estadística oficial al ser de 2011.

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