«Camarera, cualquiera»
LUPE MONTEJO
Sábado, 5 de marzo 2022, 00:01
Así, sin preámbulo ni epitafios, es como muchas personas ven el oficio. Oficio porque lo es, y no solo requiere destreza manual y fuerza física, ... sino también del entreno de la psique, de la capacidad empática, de la memoria (lo que más). No hay persona en la profesión que no haya escuchado aquello de «quien no tiene cabeza, tiene pies», refiriéndose a la importancia de saber qué nos ha requerido cada cliente para no dar más pasos de los necesarios. Proviene la palabra del latín 'camararius', apelativo de las personas que servían a la Cámara o Senado romano (por lo que eran seleccionadas cuidadosamente, ya que iban a estar con personas ilustres). María Victoria López-Cordón Cortezo, historiadora de la Universidad Complutense, en su 'Cuaderno de Historia Moderna', habla de las camareras mayores de palacio, mujeres fundamentales en la corte que se encargaban de la organización del servicio de la casa real.
Debían pasar una selección en la que jugaba a su favor tener cierta edad o pertenecer a la nobleza para asegurar su comprensión del trabajo. Refleja la historia que el oficio de camarero/a siempre estuvo ligado a cierta formación y que ha evolucionado tanto, que hoy los profesionales deben tener amplio conocimiento sobre protocolo, tipos de servicio o montaje, bebidas, elaboraciones culinarias, idiomas... En esta evolución y llegando a la actualidad, España, cuyo sector terciario es un pilar económico, necesita de mucha especialización y formación para atender esta demanda. Caso histórico es el de Zalacaín, primer restaurante triestrellado de España, donde Carmen González, maître, formadora y directora de operaciones, marcó un antes y un después siendo la primera mujer en dirigir la sala. En Málaga somos y debemos seguir siendo referentes de esa formación, donde mujeres como Mari Ángeles Henares, con amplia experiencia, educada en las primeras promociones de La Cónsula y siempre actualizándose para dar lo mejor como maître y profesora de Sala de la Escuela de Benahavís, demuestran justo lo contrario de lo que dice el titular: Para camarera, no vale cualquiera.
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