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Procesionan a una joven para ir al baño en el Pimpi Florida. Antonio Contreras

El Pimpi Florida, el bar de Málaga que procesiona a los clientes como en Semana Santa

Desde su apertura en 1952, el Pimpi Florida riega El Palo de vino blanco y cerveza

Domingo, 15 de septiembre 2024, 00:52

Son las siete de la tarde. En pleno agosto el ambiente es tórrido, casi insoportable sin un ventilador. Pero en calle Almería, en El Palo, comienza a formarse una hilera de personas junto al número trece. Del pequeño local escondido bajo la cifra sale un muchacho, ofreciendo algunos bancos a los primeros de la cola. En su fachada, de apenas tres por tres metros pintada en verde oscuro, puede leerse el nombre del local en un rojo antaño chillón, ahora algo desgastado: Pimpi Florida. Una pequeña entrada que se estira hacia dentro, camino a las entrañas del Palo y donde, sobre todo, surgen grandes historias. Parejas, amigos para toda la vida y momentos que recordar con nostalgia. «La gente entra sin conocerse y el Florida hace su magia», comenta Pablo López, que desde hace diez años, capitanea, junto a su tía Rosa Mari López Santos, este tesoro de Málaga con el mismo cariño que lo hizo su padre, y antes, su abuelo.

Y es que, a estas alturas, visitar Pimpi Florida y hablar solo de su comida es como comprar un libro para admirar su portada. Ojo, la comida es excelente. Pero esto va de mucho más que llenarse la panza. Aquí dentro se esconden cientos de historias, de sus clientes y trabajadores, que van empapando el local y haciendo que sus pasillos, de alguna manera, se sigan estirando. Como si crecieran.

Gregorio López y Antonia Santos, abuelos de Pablo López, compraron el local a sus cuñados en 1952. Los anteriores propietarios del Florida (por aquel entonces Florida, a secas) ya servían bebidas espirituosas y alguna que otra pitanza entre sus clientes. Cuando Santos y López se hicieron con las llaves mantuvieron su esencia, pero también introdujeron pescados y mariscos, popularizándose en la barriada pesquera (y posteriormente en toda Málaga) sus raciones de gambas al pilpil. Hasta el punto de que, en honor al plato y su reconocimiento, el Florida evolucionó al Pimpi Florida.

Algunas cosas han cambiado. Antes también tenían mesas en la calle y carecían de horno. «Cuando tocaba hacer un pargo al horno, por ejemplo, mi padre llevaba el pescado a una panadería cercana, la de Carmelina», recuerda Rosa Mari. Aunque hay cosas que nunca han cambiado.

«Ya por entonces se formaban las colas antes de la apertura. Siempre ha tenido el mismo éxito», puntualiza Pablo López. Cuando lo llevaban sus abuelos ya se respiraba este buen rollo que emana en cada rincón, con la música a todo volumen cuando sonaba uno de los grandes de la época. Hoy se prescinde de los temazos del momento y se apuesta por hits del pasado, como 'Hay que venir al sur', de Rafaella Carrá, o 'Chica ye-yé', de Concha Velasco. Pablo y Rosa María López, conscientes del tesoro que regentan, han decidido mantenerlo inalterable. Mientras el resto de locales apuestan por las tendencias más actuales, el Florida sigue manteniéndose fiel a los artistas que le han visto crecer. Aquí no escucharás nunca una canción de lo último de Anuel o Bad Bunny, pero sí que podrás cantar a pleno pulmón 'Mi gran noche', de Raphael, o 'Un rayo de sol', de Los Diablos, entre muchísimos más exitazos de décadas pasadas.

Los artistas, fans del Florida

Pepa Flores, Chiquito de la Calzada, Jesús Quintero o el artista más actual del panorama malagueño, el Kanka. Estas son solo algunas de las tantísimas personalidades que, al pasar por El Palo, han dedicado su momento, al menos una vez en la vida, a pasar por el Pimpi Florida. Porque hay que vivirlo. «Aún recuerdo cuando Jesús Quintero apareció por la puerta. Estábamos cerrando. Pero a un artista de su talla no se le niega un vino ni un plato de comida. Fue un hombre cercano, humilde y amable. Lo que veíamos en televisión es lo que era», recuerda Rosa María con una sonrisa de oreja a oreja mientras nos atiende en una pequeña salita en la cocina que parece directamente arrancada del salón de su propia casa. Con la tele de fondo, sentada en un sofá acompañada de su dálmata de cerámica («Me dicen que lo tire, pero a mí me encanta»), Rosa María prepara unos pastelitos, que hoy se celebra un cumpleaños en el Florida y quiere tener un detalle.

Las fotos de carné, un rito tradicional

A los propietarios siempre les ha gustado enmarcar momentos, ya sea de ellos o de los artistas que han pasado por este rincón (que no son precisamente pocos). Pero los clientes no querían ser menos. No se sabe quién fue el primero, pero creó una tradición. Un día uno de los tantos comensales y bebedores que pasan por allí decidió sacar una foto de carné de su cartera y engancharla sobre uno de los marcos. Al día siguiente otro le imitó… y de la noche a la mañana se creó una tradición. Tal es la tradición que Pablo López se ve obligado a ir reordenando las fotos de carné, quitando unas y poniendo otras, como si fuese parte de las labores de mantener el Pimpi Florida. Tiene una cajita donde va guardando las que quita, porque no las quiere tirar, pues para él sus clientes son la parte principal de su historia. La caja está a rebosar.

Comida casera y producto fresco

Jesús López, padre de Pablo y hermano de Rosa Mari.

El Florida cuenta con un Solete de la Guía Repsol. Uno muy bien merecido. López sale a comprar el pescado fresco todos los días y eso es algo que se nota en el producto final que te sirven en barra. Las tortillas, unas más esponjosas y otras más brillantes en su interior, dejan claro que se trata de un plato casero. Hecho al momento. Los montaditos de lomo son el claro ejemplo de que menos es más. Una rebanada, un filete de lomo y su jugo. Sabroso, de buen comer y sin florituras. Los boquerones en vinagre (de los mejores que pueden probarse en Málaga) son de esos platos que hay que pedir cuando pasas por el Florida. Y así con todo: sus empanadillas caseras, la generosísima ración de gambas al pimpi que da nombre al local, los carabineros, el calamar... Algunos platos son mejores que otros, por supuesto. Pero aquí no hay ni un solo plato que no esté bueno.

Si quieres agua o refresco puedes pedirla, pero lo cierto es que aquí raro es el cliente que no baña sus pitanzas en vino blanco o cerveza de grifo.

Campeón de grappling y la caña rociera

Cuanto más nos adentramos en la noche, más sube la temperatura, la música y el vocerío. Es ahí, en ese momento álgido de la noche, cuando José Fernando Ferreira se arranca con su caña rociera. Las fabrica él junto a su padre, Bento Fernando Ferreira. Un maestro artesano dedicado al instrumento. En el pasado combinó la hostelería con el grappling (una modalidad de lucha libre que combina distintas artes como la lucha grecorromana, jiu-jitsu, sambo y judo) hasta llegar al más alto nivel. Fue campeón de España y participó en el campeonato mundial. Celebrado en Florida, por cierto. Casualidades de la vida.

Ferreira es de esos trabajadores que, con su esencia, dan forma al local. Entró en el Florida hace dieciocho años. «Yo salía con la prima de Pablo. Ella fue quien me metió aquí dentro. Curiosidades de la vida, una vez entré lo dejamos», recuerda Ferreira. Aunque la ruptura con su pareja de aquel entonces no supuso en absoluto el fin de los lazos con la familia. Lo dejaron de manera amistosa y los López siguieron acogiendo a Ferreira con los brazos abiertos, hasta el punto de que hoy podría considerarse uno más de la familia. «¡Yo a él lo veo más que a mi mujer!», ríe Pablo López. Y es que la relación de estos dos hosteleros va mucho más allá que la de dos compañeros de trabajo. Son amigos de los de verdad. De esos que uno dice que cuentas con los dedos de una mano, y te sobran dedos. Libran lunes y martes, pero lejos de desear dejar de verse, quedan para hacer cosas juntos en sus días libres. O Sora Taali, cocinera en el establecimiento junto a Rosa Mari. Llevan décadas juntas. «Para mí Sora es mi sangre, mi hermana», reconoce López. Y es que ahí es donde reside la esencia y triunfo del Florida. No es su marketing, su decoración, su publicidad o sus publicaciones en redes sociales. Es su gente la que otorga la esencia al local y la que invita a que, todas las tardes, una cola se forme en sus puertas antes de su apertura. Porque que te saquen un banquito a la puerta mientras esperas no lo ves en todas partes.

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