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Duda apurar para llegar al balón en Getafe.

Objetivo: recuperar el ánimo y evitar la desconfianza

Gracia y su equipo tratan de no caer en el habitual estado de ansiedad cuando se produce una crisis de juego y resultados

Sergio Cortés

Lunes, 21 de septiembre 2015, 05:09

Juan Carlos Salcedo, uno de los míticos pichitas del vestuario malaguista (utilero junto a Miguel Zambrana), lanzaba un mensaje claro en el aeropuerto Adolfo Suárez en el regreso del encuentro en Getafe. «Nada de venirse abajo, el miércoles tenemos otro partido», recalcaba. Los dos encargados del material, ya veteranos de guerra, son conscientes de que en una situación de crisis de juego y resultados el principal objetivo es no caer en el desánimo o la ansiedad. Por eso, el objetivo durante el fin de semana ha sido recuperar la confianza. Y a ello se han puesto todos los que rodean a los jugadores, desde la pareja de entrañables personajes a los técnicos, pasando por los componentes del cuerpo médico y el delegado.

Hace doce temporadas, después de una excelente primera vuelta, el Málaga entró en barrena. Aquel equipo compacto y con Salva como estilete arriba que había humillado al Barcelona (5-1) empezó a tener agujeros por todos lados en defensa y encadenó varias derrotas. Hasta seis consecutivas. Fue cuando un presentador de deportes de un canal televisivo de difusión nacional profetizó que el equipo iba a acabar en Segunda División. Luego, claro, tuvo que rectificar públicamente ante la indignación de la afición malaguista.

El equipo dirigido entonces por Juande Ramos había perdido por 1-0 en el Bernabéu, un detalle que sirvió para recuperar gran parte de la confianza después de los numerosos goles encajados en los cinco encuentros anteriores. El entrenador manchego aprovechó los días posteriores para pedir personalmente a algún periodista amigo que durante esa semana previa al partido con el Espanyol no se hiciera hincapié en la media docena de derrotas seguidas. Y también el departamento de prensa se encargó de que ese mensaje fuera generalizado. Al domingo siguiente el Málaga no solo ganó, sino que goleó por 5-2.

Espiral

El riesgo del Málaga no está tanto en verse ahora más o menos hundido en la tabla como en entrar en una espiral de desconfianza que prolongue aún más su racha adversa. Cuando un equipo entra de lleno en una crisis de resultados llega el agarrotamiento, se instala el nerviosismo y aparecen los temores. El miedo a arriesgar más de lo necesario pasa factura. En ese aspecto, recuerdan en la plantilla, es cierto que el cuadro blanquiazul no genera juego, dispone de muy pocas ocasiones y tiene su casillero de goles a cero, pero al mismo tiempo no es un conjunto vulnerable y con grietas en defensas. Es decir, como diría Gracia (así lo hizo el viernes, al referirse al Getafe), «no entregado a su suerte».

El objetivo por encima de todo es no caer en el desánimo y evitar que la desconfianza atenace a los jugadores. Cada partido que pase sin puntuar y sin marcar puede anclar aún más a los jugadores y al Málaga en el fondo de la clasificación, elevar la inseguridad y cercenar la autoestima. De momento el equipo es antepenúltimo después de los resultados de ayer: la derrota del Sevilla en casa frente al Celta y la goleada encajada por el Levante en el Camp Nou. Además, es el único de la máxima categoría que aún no ha visto puerta, porque ya no lo acompañan la Real y el Sporting (es más, los que menos han marcado ya llevan dos tantos). Aun así conviene abstraerse de los datos, mirar hacia adelante y desbordar optimismo. En ello están todos los que conforman el entorno directo de los futbolistas.

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