El psiquiatra Diego Arenas Ros posa para esta entrevista. MARILÚ BÁEZ

Diego Arenas Ros Psiquiatra y director médico del Centro Asistencial San Juan de Dios

«Estamos hiperconectados por redes, pero la vivencia de soledad es alta en muchas personas»

El estrés, la soledad, el vacío existencial o los problemas mentales están detrás de la principal causa de muerte no natural en Málaga: el suicidio

Sábado, 6 de septiembre 2025, 00:18

El suicidio es la primera causa de muerte no natural en Málaga y casi triplica, por ejemplo, los fallecimientos causados en los accidentes de tráfico. ... El próximo 10 de septiembre es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Hay muchos factores que pueden provocar que una persona se quite la vida, desde los existenciales a las adicciones, pasando por la soledad o como consecuencia de una depresión o cualquier otra patología mental. Para analizar este fenómeno arraigado en una sociedad vertiginosa que se comunica a través de pantallas y que cabalga a lomos del estrés, SUR ha hablado con el director médico del Centro Asistencial San Juan de Dios de Málaga capital, el psiquiatra Diego Arenas Ros.

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–¿Cómo describiría el estado actual de la salud mental en nuestra sociedad?

–Yo creo que, en principio, todos los problemas de salud mental han crecido mucho en la población. Podríamos hablar de un momento convulso, ansioso a nivel social. Pienso que, por un lado, algo importante es que las tecnologías están haciendo que haya una situación de cambio muy rápido: yo creo que al ser humano le cuesta adaptarse al mismo. Ahora mismo toda la patología deriva de las situaciones de ansiedad y, en cierta manera, también de la afectividad: las relaciones son menos estables, más rápidas, y eso está haciendo que se incrementen las cifras de patologías de salud mental. Por otro lado, la parte buena de esa situación es que estamos tomando conciencia de que también es una parte a cuidar. Siempre nos habíamos centrado más en lo físico y la parte emocional o afectiva tendíamos un poco más a reprimirla, a vivirla más individualmente. Hoy en día somos más conscientes de que también es importante que esa parte esté sana, que funcionemos bien, y eso va a hacer que en el futuro, a pesar de que pueda haber más estresores, digamos, ambientales, seamos más resilientes y tengamos más capacidad de cuidarnos.

–Suben los trastornos mentales, pero también hay más visibilidad y diagnósticos, ¿no?

–Es verdad que quizás, desde el punto de vista de los profesionales de salud mental, el diagnóstico es algo que nos preocupa, porque a todo le queremos dar un nombre diagnóstico. Está bien que las circunstancias que nos preocupan las podamos detectar, pero que las detectemos no quiere decir que sea una patología. Muchas veces le estamos dando un nombre cercano a un diagnóstico de salud mental a situaciones que son de la vida cotidiana. Es decir, un duelo es un duelo. Muchas veces tratamos de hablar más de depresión que de duelo, pero verdaderamente un duelo es la reacción que tenemos los seres humanos ante las pérdidas y es una situación que tenemos que pasar.

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«Estamos en una sociedad que se está acostumbrando mucho a no tolerar el sufrimiento»

–¿Se siguen notando las consecuencias de la pandemia hoy?

–La pandemia fue más que nada un catalizador. Sí que había desde antes de la pandemia incluso un aumento en las cifras de prevalencia de patología en salud mental. Y la pandemia hizo que, de alguna manera, al vivir una situación de mayor estrés, esos problemas que estaban subyaciendo afloraran mucho más. La gente fue consciente, al verse en casa, al verse sola, de que era importante también cuidarse. Mucha gente lo pasó mal. Lo que hizo fue sacar a la luz algo que ya venía ocurriendo, o por lo menos los profesionales lo veíamos en consulta: que muchas personas se sentían mal. La pandemia lo que hizo fue mostrarlo y, quizás, acelerarlo. Eso ayudó a que esas personas consultaran.

Otra instantánea del doctor Arenas Ros. MARILÚ BÁEZ

–El suicidio es la principal causa de muerte no natural en Málaga. En 2024 murieron de esta forma 168 personas. ¿Cómo podemos interpretar esas cifras?

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–El malestar psíquico está en aumento. Y un emergente de ese malestar es que aumenten las cifras de suicidio. Es un tema muy complejo, porque al final es una decisión de las personas respecto normalmente a una situación de infelicidad o de malestar. Tiene múltiples causas. Pero yo interpretaría que el aumento de las cifras de suicidio debe analizarse dentro del contexto general de los problemas de salud mental.

–¿Qué factores de riesgo pueden llevar a una persona a plantearse la posibilidad de quitarse la vida?

–Hay factores de diferentes tipos. Lo importante es la prevención. En primer lugar, hay una situación más existencial. Tenemos que plantearnos que estamos en una sociedad que se está acostumbrando mucho a no tolerar el sufrimiento. Y la vida conlleva también momentos de sufrimiento. Las cosas no siempre son fáciles, hay momentos que son difíciles y hay que superarlos. Es decir, hemos de hacer una sociedad más resiliente. En otro orden de cosas, es verdad que hay otros factores que a lo mejor son más prevenibles a nivel social: mejorar las condiciones de vida de las personas. Así, los factores de estrés son menores. También hay que incidir en la soledad no deseada. Nos estamos haciendo muy individualistas. A pesar de que somos muchos y estamos hiperconectados por redes sociales, la vivencia de soledad es muy alta en muchas personas. Y, por último, en la parte que tiene que ver con la salud mental, los profesionales hemos de tratar de detectar patologías que pueden generar angustia, ansiedad, etc. y que, en muchas ocasiones, pueden precipitar esta situación.

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–¿Qué señales de alerta pueden detectar los familiares y los amigos para evitar una situación así?

–El suicidio en algunos casos es muy impredecible. Pero normalmente siempre que una persona se aísle, mantenga poco contacto, empiece a estar más triste, más taciturna, evite la comunicación con el entorno y la veamos de alguna manera baja a nivel anímico, puede señalarnos que esa persona lo está pasando mal. El primer nivel de prevención a nivel social o el primer consejo que se le podría dar a una persona que está manejando ideas suicidas es que se comunique. Porque cuando nosotros estamos mal, tenemos problemas y estamos además solos, tendemos a ver la realidad como con un catalejo: al final, lo que veo lo veo muy nítido, pero no veo el resto del entorno. Normalmente cuando hablamos con alguien, este nos enseña que la realidad no es tan radical como nosotros la estamos viendo, sino que hay otra serie de factores que también intervienen y que nos pueden hacer modificar nuestra visión, que en esos momentos suele ser muy oscura.

–Hasta hace poco, ha sido tabú hablar de suicidio en público...

–Creo que hay que hablar de salud mental porque eso hace que la población esté más abierta a poder comunicar lo que siente y a entender que tener una situación de malestar afectivo u ansioso es algo que atraviesan muchísimas personas y que puede tener alivio o cierta solución. Yo creo que hablar de suicidio es bueno. Siempre se ha comentado que cuando empieza a haber suicidios a veces hay fenómeno contagio, pero no sé, el tema está mucho más en redes que en los medios de comunicación. Creo que sí es bueno que se hable de los temas de salud mental. Eso hace que las personas se conciencien más y no solo las personas, sino también las políticas. Ahora hay un debate importante: hemos integrado el cuidarnos. Seguramente si le pregunto a usted si hace algo de deporte durante el día, dirá que sí; yo también lo hago. Sin embargo, dedicamos poco tiempo a cuidarnos emocionalmente. Esto debería llegar incluso a las aulas. Igual que hay Educación Física, es bueno que haya una asignatura o seminarios de educación emocional.

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Imagen del Centro Asistencial San Juan de Dios. MARILÚ BÁEZ

–¿Qué papel juega el estrés de la sociedad actual en todo esto?

–Yo creo que la mayoría de las patologías que atendemos tienen un alto componente ansioso de estrés, juega un papel muy importante. Esto ya es una percepción muy personal: andamos en un mundo en el que el tema digital ha hecho que los cambios sean muy rápidos, y el ser humano siempre ha tendido a evolucionar y adaptarse a esos cambios. Y a mí a veces me da miedo, porque no sé si vamos demasiado rápido para la capacidad que tenemos a nivel biológico, incluso emocional, de adaptarnos a los cambios. Y me da la impresión que eso tiene también algo que ver con que el estrés esté aumentando de una manera importante.

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–Ahora muchos buscan la gratificación instantánea con las pantallas, el 'like' inmediato. ¿Nota usted que hay también un repunte en el número de intentos de suicidio de los jóvenes?

–El principal problema de las pantallas tiene que ver con los modelos que asumen los jóvenes como válidos, que normalmente son modelos de éxito rápido y fácil. Si no te identificas con ese modelo no estás aceptado, y eso le lleva a una situación de mucha presión interna. Las cifras de suicidio han aumentado en todas las edades de población, aunque últimamente se han contenido un poco en todas las franjas, pero la patología en la adolescencia es quizá la que más ha subido. Es decir, la franja de población que está consultando a psicólogos y psiquiatras con mucha mayor prevalencia últimamente es la de la adolescencia y/o juvenil. Eso significa que es un grupo de edad que lo está pasando mal.

–¿Qué recomendaría a una persona que empieza a sentir síntomas de ansiedad, depresión o malestar emocional intenso?

–Hay tres factores básicos. Primero, tú deberías tratar de gestionar esa situación de ansiedad y depresión, para eso una vida saludable y el ejercicio físico son muy importantes. En segundo lugar, si yo tengo a alguien al lado que está en esa situación, es muy importante que la comunicación fluya, es decir, poder hablar con el otro, que el otro no se sienta solo. Si esa situación no es manejable acudiendo al núcleo de convivencia familiar o a un núcleo de amistad, muchas veces es bueno consultarlo con el médico de familia, que es la primera persona que está ahí, o con algún profesional psiquiatra o psicólogo. Otro de los retos de la sociedad es aprender a cuidarse un poco a sí misma. En esta eclosión de la salud mental, los profesionales a veces tenemos el temor de que la gente entienda que toda la ayuda va a venir de fuera, y parte de la ayuda va a venir de fuera, pero también es importante que nos ayudemos a nosotros mismos. Esto conecta con el aprendizaje de gestión emocional desde pequeño del que hemos hablado.

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«La mayoría de las patologías tienen un alto componente de estrés»

–¿Cómo deben acompañar las familias al afectado?

–Bueno, fundamentalmente con comprensión y empatía. Lo primero es desterrar el mito que todavía algunas personas que acuden a consulta te relatan de que no se sienten nada comprendidos por el familiar. Yo creo que todos tenemos que entender que en momentos estamos más fuertes y en momentos no, y que el estar pasando una situación de crisis no es equivalente a una debilidad o algo que pueda ser achacable a la persona, sino que eso es puramente humano. Es que los humanos en el mundo tenemos alegría y tenemos tristeza, tenemos momentos magníficos y tenemos momentos muy malos. La familia lo primero que tiene que entender es que esa persona atraviesa una situación difícil. Y, en segundo lugar, fundamentalmente es la escucha y quizá la comprensión y el respeto.

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