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Tras un primer destino en Guayaquil (Ecuador), José María Davó Cabra se ha fogueado diplomáticamente en una zona convulsa como es Oriente Medio ya ... que ha pasado por las legaciones de España en Siria y Turquía antes de recalar, hace dos años, en Jordania, donde es el número dos de la embajadora Aránzazu Bañón Dávalos. Desde tierras a orillas del Jordán atiende a SUR.
–¿Cuáles son las funciones del segundo jefe de una embajada?
–El ministro consejero o segunda jefatura es quien asume la jefatura de la embajada cuando el embajador se encuentra fuera del país por cualquier motivo. Por lo demás, sus funciones varían según las necesidades de cada embajada. En mi caso, me ocupo de la sección política, de la cultural y de coordinar a todos los departamentos de la embajada.
–¿Qué le queda para ser embajador?
–¡Que algún Gobierno tenga a bien nombrarme! En estos momentos no hay reglas fijas, aunque aún me faltaría algo de experiencia, al menos entre cinco y diez años más, y ocupar algún puesto de responsabilidad en el Ministerio.
–Es Jordania un país enclavado en una zona especialmente conflictiva, Oriente Medio. ¿Cómo se viven sobre el terreno las tensiones entre Israel y los palestinos, así como las tensiones entre los diferentes países árabes?
–Jordania es un país tranquilo y seguro, aunque vive con especial cercanía el conflicto que tiene lugar al otro lado del río Jordán por los vínculos históricos que unen a jordanos y palestinos, incluyendo el hecho de que un porcentaje importante de la población jordana es de origen palestino. Por otra parte, Jordania es un país que ha acogido a muchos refugiados, víctimas de conflictos en otros países de la zona como Irak y Siria.
–¿Cómo es vivir con la sensación permanente de estar en una zona de gran inestabilidad?
–Estoy hecho a ello, ya que llevo en esta región desde 2009. Primero en Siria y luego en Turquía.
–La sensación es que Jordania es un país en paz y tranquilo.
–Efectivamente, así es. De hecho, cada año miles de turistas españoles lo visitan y los peores incidentes se deben a que alguno se cae de un camello.
–¿A qué es debida esa tranquilidad?
–Jordania es un país que actúa con una gran inteligencia política. Probablemente de otra manera no habría podido sobrevivir, tal y como lo conocemos, en una región tan complicada como ésta. Además, tiene el diálogo como bandera y una reputación consolidada como socio creíble que busca siempre posiciones equilibradas.
–Para muchos españoles es un país desconocido, ¿qué destacaría de Jordania?
–Su hospitalidad, además del gran cariño que nos tienen a los españoles, ya que nos consideran como parte de la familia, por toda nuestra historia común. Por cierto, un historiador jordano, el profesor Salah Jarrar, tiene una obra demostrando que los primeros árabes que poblaron lo que hoy es la provincia de Málaga eran oriundos del norte de Jordania.
–El nombre de Jordania está asociado a la ciudad de Petra, pero más allá de eso, ¿qué recomendaría del país?
–Este país tiene mucho que ver: el desierto de Wadi Rum, las aguas cristalinas de Aqaba, las ruinas romanas de Gerasa o Um Qais, los mosaicos de las iglesias de Madaba, los castillos del desierto, bañarse en el Mar Muerto,...
–¿Cuáles son los intereses de España en este pequeño reino?
–Son diversos. Políticamente apoyamos su estabilidad y su papel de moderador en una región complicada. Para España es un socio fundamental en esta parte del mundo. Económicamente, Jordania se presenta como plataforma a través de la cual poder acceder a distintos países de la región. Además, está realizando una apuesta por las energías renovables, en las que España es un país de referencia. Desde el punto de vista social, tenemos una importante colonia de nacionales, fruto sobre todo de matrimonios mixtos.
–¿Cómo ha vivido el país la pandemia del coronavirus?
–El Gobierno jordano tomó desde el principio unas medidas de confinamiento muy duras que han dado sus frutos, ya que a día de hoy sólo hay que lamentar diez fallecidos por la pandemia. Actualmente el país está cerrado al exterior, aunque espero que próximamente abra ¡porque estoy deseando tomarme un espeto de sardinas en Pedregalejo!
–¿Qué le llevó a decantarse por la carrera diplomática?
–En mi casa siempre hemos vivido un ambiente muy internacional y mis padres me animaron desde muy niño a estudiar idiomas, lo que supongo que de alguna manera me predispuso a ella. También me han atraído desde siempre las cuestiones políticas, que constituyen uno de los elementos fundamentales de nuestro trabajo. Ésta es una profesión muy vocacional.
–De su trayectoria hasta el momento, ¿cuál ha sido el momento de mayor peligro o tensión que ha vivido en los destinos?
–El momento más complicado y peligroso de mi carrera profesional fue, sin duda, cuando me quedé al frente de la embajada de España en Siria, durante el inicio de la guerra civil que a día de hoy aún asola ese país que me es tan querido. También me tocó vivir el golpe de Estado fallido en Turquía, precisamente junto a una delegación de la Diputación de Málaga y el Ayuntamiento de Antequera. Y en Guayaquil estalló un motín dentro de la prisión cuando estaba visitando a presos españoles, aunque pudimos salir ilesos. En fin, que tengo algo de mili hecha.
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–Hablando de destinos, ¿hay alguno al que le haga especial ilusión ser destinado?
–Entre los diplomáticos decimos que basta mostrar la preferencia por algún destino concreto para que nunca te llegue, así que prefiero no decantarme por ninguno.
–Si se analiza la situación internacional se vislumbra un mundo especialmente tenso, desde su conocimiento y experiencia, ¿cuál es su percepción?
–Vivimos tiempos de cambio. Por una parte, los grandes retos comunes como el cambio climático o más recientemente la pandemia de Covid-19 exigen una comunidad internacional más unida y solidaria. Pero al mismo tiempo, vemos cómo en diferentes lugares del mundo proliferan las respuestas populistas, demagógicas y egoístas, que amenazan el sistema multilateral que hemos construido a lo largo del último siglo.
–¿Cuáles son los mayores riesgos?
–Como indicaba antes, el principal riesgo es la destrucción del sistema multilateral que es el que permite a los países cooperar antes los retos comunes. En ausencia de éste, iríamos al caos y a la ley del más fuerte, que es lo contrario del derecho.
–En este contexto geopolítico, ¿qué papel juega España?
–España tiene la vocación de tender puentes. Es un país plenamente comprometido con el proyecto de construcción europea y los valores que dicho proyecto encarna. Pero al mismo tiempo estamos histórica y culturalmente unidos a nuestras naciones hermanas de Iberoamérica, así como al mundo árabe y a todos los países mediterráneos. Todo ello nos lleva a trabajar por un mundo mejor integrado y más solidario.
–¿Lo mejor y lo peor de la carrera diplomática?
–Lo mejor es el honor de representar a España fuera de nuestras fronteras. Además, lo variado de nuestras funciones nos permite vivir muchas profesiones en una sola: analista político y económico, periodista, notario, gestor cultural, asistente social… Lo peor es, sin duda, el coste familiar, aunque también las mudanzas, así como una cierta sensación de desarraigo al cambiar de un país a otro. Por esto último es importante tener claro donde se tienen las raíces. Las mías y las de mi familia están bien clavadas en Málaga.
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