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La incertidumbre sobre las comuniones empieza a despejarse en la provincia de Málaga. Aunque con la cautela lógica sobre la evolución de la pandemia y la incógnita sobre el levantamiento de las restricciones impuestas por el Gobierno para frenar la propagación del virus, las parroquias ya están fijando nuevas fechas para los siete mil niños que en las próximas semanas tenían previsto celebrar su Primera Comunión. Y precisamente para evitar nuevos aplazamientos todas se están decantando de momento por dejarlas para el próximo otoño.
A diferencia de otras diócesis del país, en el Obispado hace ya seis años que se dio libertad a las parroquias para establecer la fecha de este primer sacramento, aunque por tradición la inmensa mayoría siempre se han concentrado entre el Domingo de Resurrección y el de Pentecostés (este año es el 31 de mayo). La única consigna a día de hoy en la Diócesis de Málaga es que los niños deben recibir la primera comunión «cuando estén preparados espiritual e intelectualmente» y que «los sacerdotes, catequistas y padres programarán la participación de los niños en la Eucaristía de un modo personalizado, una vez que cese la pandemia, fijando el momento más conveniente para cada niño y animándole a hacerlo en la Eucaristía de la comunidad parroquial». Dicho de otro modo, que cada párroco será el encargado de fijar con las familias las nuevas fechas. Y así lo están haciendo.
Aunque todavía son mayoría los que optan por esperar antes para no precipitarse y tener las máximas garantías posibles de que no habrá más cambios, en algunas parroquias ya se están cerrando comuniones a partir de la segunda quincena de septiembre para tratar de despejar la incertidumbre que planea sobre los padres. Unas incógnitas que también afectan a los negocios ligados a esta celebración como tiendas de trajes, estudios de fotografía, animadores infantiles o restaurantes.
Si los trajes y los vestidos de los niños se han quedado colgados, también los de numerosas parejas que iban a darse el 'sí quiero' en estas semanas. Aunque en las bodas resulta más fácil fijar una nueva fecha al depender únicamente de los contrayentes, la mayoría también está optando por posponerlas hasta el tramo final del verano o comienzos del otoño con la confianza puesta en que entonces se habrá recobrado la normalidad y no habrá limitaciones en los restaurantes.
Para quienes tuvieran prevista una ceremonia religiosa, desde el Obispado explican que los documentos del expediente matrimonial tienen una caducidad de seis meses, aunque dada la excepcionalidad de la situación se será flexible si la nueva fecha se excede «en un plazo razonablemente corto». Sin embargo, si la boda se va a posponer para el año que viene sí tendrán que renovar toda la documentación, excepto la acreditación del curso prematrimonial, que no caduca, tal y como informa la Diócesis en una sección sobre preguntas al Obispado en el estado de alarma en su página web 'www.diocesismalaga.es'.
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