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Hace 23 años que aterrizó en España procedente de San Juan (Argentina). Cansado de la crisis acuciante en su país, Jorge Orlando decidió poner tierra ... de por medio y empezar de cero en Málaga junto a su mujer y sus cuatro hijos. Durante años trabajó con sus hermanos en un taller de cerámica y le permitió echar raíces en el municipio de Vélez-Málaga. No fue casual. Volvía a los orígenes después de que su madre, natural de Arenas, y su padre, de Algarrobo, emigraran a Argentina.
Tras años de oficio, la última gran crisis económica de 2008 dinamitó la estabilidad económica que había logrado después de una década haciendo ladrillos y objetos de cerámica junto a sus hermanos. El negocio familiar hacía aguas. Tocaba reinventarse y este argentino, acostumbrado a arrimar el hombro para sacar la familia adelante, ideó un plan B. «El que no trabaja es porque no quiere; hay oportunidades, pero para eso hay que venir de un país donde se pasan muchas necesidades y hay que hacer de todo», declara Orlando.
Y esa es la filosofía que mueve la empresa que fundó en 2011 y que junto a su esposa bautizaron como 'Marido de alquiler. Lo que no hace su marido en casa, se lo hacemos nosotros', un negocio dedicado a pequeñas reformas, a las «chapuzas domésticas de toda la vida», como Orlando aclara. Desde poner un cuadro, a limpiar una casa, arreglar un grifo, pintar una habitación o colgar una lámpara. «Al quedarme en paro, estuve un tiempo haciendo trabajos de fontanería con un amigo que necesitaba a alguien que le echara una mano, pero decidí independizarme y montar el negocio por mi cuenta», señala.
Aún recuerda la reunión familiar en la que le planteó la idea a su esposa. Juntos pensaron en el nombre. Tenía que ser que «impactase» y que reflejara la esencia del negocio. «Hay muchas personas, hombres y mujeres, que necesitan ayuda para hacer pequeños arreglos en el hogar y no tienen quien se los haga. En muchas ocasiones, son labores que realizan ellos, por eso pensamos en ese nombre», arguye Orlando, consciente de que su estrategia de márketing traería cola. Empezando por mujeres que han censurado su ocurrencia. «Sabemos que hay muchas que son tan 'manitas' en casa como lo pueden ser sus parejas. No lo dudo, pero a veces no es por no saber, sino porque no hay tiempo para hacerlas y el nombre es una forma de hacernos ver», recalca.
Sea como fuere, la realidad es que el 80 por ciento de las clientes de esta empresa son mujeres. «Nos hemos encontrado maridos a los que no les ha hecho ninguna gracia encontrar en la puerta de su casa una furgoneta con el nombre 'Marido de alquiler'. Temen que pueda dar lugar a malos entendidos entre el vecindario», subraya Orlando. Recuerda como en una ocasión, cuando un cliente se mostró molesto con su presencia en la casa, la mujer le reprochó que había cuadros que llevaban tres años esperando a que alguien los colgase. «Otros que ya nos conocen, depositan en nosotros toda su confianza y les comentan a sus esposas: Eso, llama a tu marido de alquiler para que te lo ponga», recalca entre risas. Aunque para anécdota la que vivió una noche cuando a las dos de la madrugada recibió sobresaltado la llamada de una mujer preguntándole por los servicios que hacía. «Me insistía en que si yo hacía todo, todo, todo», bromea Orlando, que asegura que su mujer, después de 30 años juntos, siempre ha tenido «plena confianza» en él.
Lo cierto es que pese a lo llamativa, la furgoneta no es santo de devoción de su hija. «Se avergüenza; se niega a montarse conmigo», declara Orlando, que ya se ha acostumbrado a que la gente lo pare por la calle para hacerse fotos con ella. «Hasta me paró una vez la Guardia Civil y no fue para multarme; para mi sorpresa fue para sacarse foto con el letrero».
Orlando admite que no le da ningún reparo circular con su vehículo y que la gente se le quede mirando por la carretera. «Al contrario, estoy encantado, aunque no opina lo mismo mi hija. Me dice que tengo que tener cara para poner ese eslógan».
En nueve años, la empresa que fundó Orlando no ha dejado de crecer gracias al «boca a boca» y a la «satisfacción» de los clientes al acabar el trabajo. «Algunos hasta nos pagan más de lo que les pedimos por lo contentos que quedan», puntualiza. En ocasiones, ha recibido llamadas desde Madrid para hacer pequeñas chapuzas, pero como él dice «eso no trae cuenta».
Ahora, además de Orlando tiene dos trabajadores más y de ser solo un negocio de ámbito local, se ha transformado en una sociedad que, además de chapuzas, ahora también hace mudanzas internacionales y vende muebles de segunda mano. «Trabajamos con dos inmobiliarias y varios bancos que nos encargan el desalojo y la limpieza de los pisos que embargan. Si tenemos que llevar los muebles al punto limpio, lo cobramos, pero si nos los quedamos, nos encargamos de venderlos. También donamos ropa a gente que la necesita. Los argentinos sabemos lo que es pasarlo mal y si podemos ayudar, lo vamos a hacer siempre», asegura.
Un 70 por ciento de sus clientes son fijos y cinco de ellos son personas mayores que solo confían en Orlando para limpiarles la casa. «Solo quieren que vaya yo; conmigo se sienten cómodos y en compañía mientras estoy con ellos», relata.
Pero con la pandemia y la declaración del estado de alarma el pasado mes de marzo, este empresario se echó a temblar. Creyó que su negocio se vendría abajo sin actividad alguna durante tantas semanas. «Me quería morir cuando nos confinaron, pero con un permiso pude hacer alguna mudanza y no estar parado durante dos meses. Ha sido un año duro; mi mujer tuvo que dejar de trabajar por una enfermedad, pero gracias a Dios estamos saliendo adelante», expresa.
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Pedro Luis Alonso
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