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Lujuria. :: santi panadero

Los siete pecados capitales

El psiquiatra José María Porta Tovar y la psicóloga Inmaculada Benítez-Piaya explican en qué consisten y cómo superarlos

BEATRIZ LAFUENTE

MÁLAGA.

Domingo, 4 de marzo 2018, 00:44

Durante los cuarenta días que preceden a la Semana Santa, la Iglesia Católica celebra la Cuaresma, una ocasión propicia según el delegado de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Málaga, Rafael Pérez Pallarés, «para preparar el paso del Señor por nuestra vida, por eso conviene, de la mano de la fe y de la gracia, descubrir cómo podemos hacer frente al pecado. Examinarse de las ofensas cometidas a Dios para, de esta forma, dejarse reconciliar por Dios». Dentro del abanico de pecados existen los llamados capitales, que de acuerdo con santo Tomás de Aquino, «son aquellos que tienen un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal».

Como explica la psicóloga Inmaculada Benítez-Piaya Chacón «si la idea de pecado está en desuso (ya que para algunos lo único rechazable es lo que dicta el código penal), la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza, no dejan de ser malos vicios que nos impiden ser mejores personas».

Para Benítez-Piaya la avaricia «tiene como reverso de la moneda la tacañería. El tacaño nunca da, y el avaro siempre quiere más. Estos son pecados especialmente estigmatizados en la sociedad actual. La persona avariciosa siente un irrefrenable deseo de poseer riquezas, dinero, de tener toda clase de lujos aun cuando estos sean inútiles y superfluos. Para combatir la avaricia está la honradez, aunque parece que en los tiempos que corren dicha virtud se encuentre en desuso».

Bien diferente es la envidia, continúa la psicóloga «que lleva a quien la padece a sufrir por los éxitos del prójimo. El envidioso siente pesar del bien ajeno y se mofa o genera dudas de quien triunfa o destaca. La envidia la superamos cultivando la caridad, no la que nos lleva a dar limosna, sino la que genera verdadera alegría y satisfacción ante los triunfos y éxitos ajenos, eso se traduce en amistad sincera, que es la que hace que nos unamos a los que amamos celebrando con ellos las alegrías y también ofreciéndoles consuelo en las penas».

En cuanto a la gula, «es un vicio con el que nos mostramos más indulgentes, porque aunque seamos más conscientes que nunca de los estragos que producen los excesos tanto en la comida como en el consumo de bebidas alcohólicas, y cada vez aboguemos más por la salud del cuerpo, nos parece que la virtuosa moderación es cosa de dietistas».

«De andar por casa»

Por su parte, el psiquiatra José María Porta Tovar afirma al hablar de la pereza que «a primera vista podríamos preguntarnos si estamos hablando de un pecado capital. Parece, más bien, un pecadillo de «andar por casa». Sin embargo, cuando buscamos el significado profundo de la palabra, nos damos cuenta de su importancia. Los griegos hablaban de «acedia», que significa desinterés, falta de ilusión por las cosas, los hechos o las personas. Los psiquiatras hablamos de «falta de proyecto vital», y lo que recomendamos a nuestros pacientes es adoptar una actitud positiva ante la vida, buscando humildemente su sentido, en el maravilloso concierto del universo».

En cuanto a la soberbia, Porta Tovar explica que «es el pecado capital más difícil de superar. Probablemente porque se asienta sobre una gran mentira que todos reconocemos excepto el propio interesado. Una mentira que nos impide ver más allá de nosotros mismos, que nos cierra la puerta al amor, a la compasión, al perdón y a la esperanza. En el Sermón de la Montaña, Jesús decía: 'Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios'. En el fondo, solo los humildes podrán un día ser justos, sabios y santos».

Al referirse a la ira apunta que es «una explosión de amor propio. Nos sentimos heridos, marginados, impotentes, y acudimos a la violencia para defender nuestros supuestos derechos. Es un pecado muy propio de personas débiles, instintivas e inseguras. A veces se habla equivocadamente de ella, cuando nombramos la ira divina, sabiendo que el sumo amor no es compatible con ella».

Y por ultimo concluye con la lujuria «un pecado muy escurridizo. A veces se esconde a la sombra de grandes virtudes, como la ternura, el cariño o el amor mismo. Sin embargo, nada tan lejos del amor como la lujuria. El amor es ofrenda, la lujuria es rapiña. En el amor nos damos y en la lujuria nos aprovechamos de un bien ajeno».

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