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La familia Gallardo, en Marrakech. Antonio Gallardo
La familia Gallardo: «En el aeropuerto no paraban de caer cristales y tuvimos que dormir en la calle»
Malagueños en el epicentro del terremoto

La familia Gallardo: «En el aeropuerto no paraban de caer cristales y tuvimos que dormir en la calle»

Los malagueños, que aterrizaron en Marrakech minutos antes de la catástrofe, relatan cómo vivieron el seísmo de magnitud 7 que sacudió Marruecos anoche

Nacho Carmona

Málaga

Sábado, 9 de septiembre 2023, 17:57

Antonio Gallardo y Alicia Román llegaron al aeropuerto de Marrakech sobre las diez y cuarto de la noche en un vuelo que partió desde Málaga. Su hijo y su nuera, Antonio y Celia, lo hicieron desde Valencia, aterrizando en la región marroquí sobre las once. Esta familia residente en la pedanía de Chilches, en la localidad de Vélez-Málaga, vivió el seísmo de magnitud 7 que puso patas arriba Marruecos a las 23.11 (hora local de Rabat) desde el aeropuerto, aunque desde ubicaciones y perspectivas diferentes. Los padres, que llegaron casi una hora antes, se quedaron esperando a los dos miembros restantes de la familia en la sala de Llegadas. «De repente escuchamos un ruido espantoso, que no sabíamos de dónde venía, y yo me tiré al suelo para meterme debajo de una silla y tiré de Alicia para que se metiera conmigo; porque el aeropuerto es metálico, con cristales, y no parábamos de escuchar cristales caer», relata el padre en declaraciones a SUR. En ese momento no se imaginaban el origen y la causa de aquella catástrofe.

Simultáneamente, Antonio hijo y Celia se encontraban en el control de llegada, en un habitáculo de cristal donde se encontraban inmóviles. «No nos podíamos mover», cuenta el hijo. «Al principio no nos asustamos, pero de repente se empezó a mover todo cómo si fuera una lavadora, se empezaron a caer cosas del techo, se fue la luz y todo el mundo se puso a gritar», sigue. Y remata relatando cómo lo vivieron desde sus personas: «Celia y yo nos quedamos agachados, a oscuras y tapándonos la cabeza. Empezamos a escuchar gritos, los guardias de seguridad estaban para arriba y para abajo pegando voces, nosotros pensábamos que era un atentado». Ellos dos fueron conscientes de las consecuencias del seísmo cuando pasaron al fin el control y el aeropuerto retomó una relativa normalidad: «Aquello parecía 'The Walking Dead', era un desierto. Había maletas, pasaportes, paquetes de tabaco y souvenirs desperdigados por todo el suelo».

Al caos que les tocó vivir se les sumó la incertidumbre de pensar qué estaría pasando con los otros miembros de la familia, ya que llegaron separados y el terremoto les pilló aún sin haber unificado la expedición. «Llegamos a pensar que el vuelo de Antonio y Celia se estaba estrellando», confiesa el padre de la familia Gallardo. Su hijo y Celia no podían parar de pensar en la situación que les había tocado vivir a los mayores: «Estábamos muy preocupados, nos hablaban en árabe y no entendíamos nada».

Hotel cerrado

El hotel en el que se hospedaban canceló su servicio de 'transfer' desde el aeropuerto hasta el lugar de hospedaje por la catástrofe, así que decidieron desplazarse en taxi, ya juntos los cuatro. Cuando llegaron a la ciudad vieron las secuelas inmediatas del terremoto en las calles: «El trayecto fue una odisea. Por el camino vimos a toda la ciudad en la calle y todas las calles derruidas». El tercer golpe moral de la noche llegó cuando vieron el hotel cerrado: no dejaron a los huéspedes dormir en sus habitaciones por el riesgo de réplica, así pasaron gran parte de la noche en la plaza Jemaa el Fna del casco histórico de Marrakech. «Los dueños del hotel nos trajeron mantas y agua para pasar la noche, se quedaron por la noche con nosotros», detalla. «El ser humano cuando hay riqueza se separa, pero cuando hay necesidad se ayuda. Hicimos mucha piña con todos los demás, aun sin hablar el mismo idioma. Nos llamó mucho la atención una pareja bilbaína que vino con una niña de sólo 2 años», relata la familia. A eso de las cinco de la mañana, todos los huéspedes se pusieron de acuerdo para regresar a sus habitaciones ante la preocupación de los trabajadores del hotel.

Conscientes del peligro, su viaje continúa. Al menos por ahora, no tienen intención de regresar a casa antes de tiempo. Este mediodía de sábado han participado en una excursión por el centro de la ciudad. «Tenemos un poco de miedo, es peligroso porque hay ruinas y grietas por todas partes. Ha sido un palazo», manifiesta la familia, que intentará continuar su viaje hasta el lunes.

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