
Secciones
Servicios
Destacamos
El tiempo le ha enseñado a Damián Caneda (Larache, Marruecos, 1954) que la vida es un juego necesario de equilibrios y de paciencia. De ir ... transitando por la etapa que en cada momento «te toca». Las suyas necesitan los dedos de varias manos para enumerarse: economista, asesor financiero, jugador profesional de baloncesto y entrenador y presidente del Club de Baloncesto Málaga; diputado, senador y concejal en el Ayuntamiento de Málaga; empresario hostelero y turístico... «Y ahora me toca esta etapa».
Con «esta etapa» se refiere Caneda a la que comenzó en mayo de 2018, cuando fue diagnosticado de un cáncer de pulmón que le ha enseñado a medir las batallas en días. «Uno más (...). Esto se va ganando poco a poco; fíjate que no hace mucho celebré mi primer cumpleaños», dice sonriente antes de acomodar su más de 1,90 en la silla de la luminosa terraza desde la que disfruta de una vista privilegiada de la ciudad y de rutinas que hoy también son balsámicas: «Leo, escucho música y pienso. Pienso mucho». Piensa en que si la vida se mide en alto y en ancho, la suya es «extraordinariamente ancha»; en que sus piernas se han pateado más de medio mundo y en que unas semanas antes del diagnóstico estaba escalando montañas en Etiopía «como un chaval»; en que está felizmente abrumado «por tanto cariño» y en que también entiende a los que a aún les cuesta acercarse y «hablar con naturalidad» de su enfermedad. «Es normal, se cortan y no saben cómo te vas a encontrar». En la mañana que recibe a SUR se encuentra «bien, dentro de lo que cabe» y tiene ganas de charlar.
La conversación salta, entre sorbitos de té con limón, de la Málaga que sueña a la pesadilla que amenaza hoy a las democracias contemporáneas; pero sobre todo a la necesidad «urgente» de convertirnos en punta de lanza de investigación oncológica. «En Mallorca tienen a (Rafael) Nadal y nosotros en Málaga a Emilio Alba, pero se necesita apoyo», insiste pidiendo alfombra roja para AIOM y fondos para los dos secuenciadores que a pleno rendimiento podrían ser una esperanza para 8.000 malagueños al año por su capacidad de avanzar en tratamientos personalizados. «En mí no ha funcionado, pero en el 80% de los casos sí lo hace. Hay que luchar por eso». Y de tirar la toalla, nada.
–Soy empresario y deportista, lo llevo en mi naturaleza: si hay una posibilidad, sólo una, allá voy a ir.
- Málaga como referencia en tratamientos contra el cáncer. ¿Tan cerca estamos?
–Tenemos al mejor, que es Emilio Alba, pero tenemos que apoyarlo porque se ha hecho una labor excepcional que hay que sacar adelante. ¿Por qué no podemos traernos a los mejores si lo hemos hecho otras veces? Nos falta ambición; eso es lo que dije cuando me invitaron a la junta directiva de AIOM (Asociación para la Investigación Oncológica Malagueña).
- ¿Los conoció antes o después de su diagnóstico?
–Había oído hablar de ellos pero no me habían incitado a implicarme, aunque lógicamente con la enfermedad lo ves de otra manera y comprendes mejor el problema. Tenga en cuenta que 8.000 malagueños podrían beneficiarse de los secuenciadores cada año y no les apoya nadie o casi nadie; y que con una inversión no muy alta podríamos traernos a diez investigadores de primer nivel. Lo veo de una forma distinta, porque ahora me toca esto y mirar para otro lado me parece una gilipollez. Y pienso que nos falta ambición para llegar a lo más alto, para convertir Málaga en esa referencia.
- Pero no hay apoyos
–Así es, y me parece alucinante que no los haya. Málaga estaba muy cerca de Vall d'Hebron y se nos ha escapado. Mire ahora en Israel, Estados Unidos, Alemania... Tenemos un reto mundial. En cinco o diez años estoy convencido de que se encontrará el fármaco definitivo contra el cáncer, pero se encontrará aún antes si se ponen medios y a la gente a investigar. Yo esta situación de Málaga la comparo con el baloncesto: necesitamos una cancha, unos vestuarios, unas pesas... para que la gente quiera investigar aquí. Ahora estamos hablando con uno de los mejores, pero claro, no es por el dinero porque por 60.000 euros se viene; es que quiere un laboratorio.
- Los entrenadores sí los tenemos...
–Claro; y podemos convertirnos en un referente mundial en investigación. Emilio Alba es una figura de primer nivel, es nuestro (Rafael) Nadal: bueno, talentoso, humilde... lo tiene todo. Somos nosotros los que tenemos que hacer un esfuerzo para ponerlo a investigar y darle medios. Volviendo al baloncesto, esto es como hacer un equipo: hay que traer a los mejores; eso está claro, ahora hay que ver cómo lo hacemos. Y teniendo en cuenta que esto es mucho más económico: para ser un referente mundial necesitaríamos sólo 4 o 5 millones de euros al año, que en esta ciudad se sacan para cualquier chorrada. Y después del cáncer vendrán más cosas. Pensar que en cinco o en ocho años te vas a tomar una pastilla y será una enfermedad crónica; ¡y que podríamos tenerlo en Málaga!... Porque detrás de Emilio viene una legión y tenemos que hacer que él no se preocupe por el dinero, que no tenemos para pagar el mes que viene: eso no tendría que ser problema del investigador.
- Hace cinco años que se fue de la primera línea política, ¿le sigue interesando?
–Digamos que me interesa la sociología (risas).
- ¿Qué echa de menos de aquella época en el Ayuntamiento?
–Nada.
–¿Y de qué está más orgulloso?
–Pues creo que dejé un ambiente bueno; de querer hacer cosas. Eso me lo dicen los funcionarios. Ofrecer opciones para que piensen y trabajen. Hay que darle peso a la gente: ¿que hay un problema irresoluble en la Casa Natal? Pues ahí está José María Luna. ¿Que hay que levantar el Festival de Cine? Pues Juan Antonio Vigar. Conseguimos impulsar también el deporte en la ciudad; las bibliotecas... Estoy contento de lo que he hecho, pero fue una etapa.
- Uno de los grandes proyectos de ciudad que creció en su época de concejal fue el CAC Málaga. ¿Cómo ha seguido su reapertura después de los problemas del concurso?
–Creo que Fernando Francés reúne el ser buen gestor de arte con ser buen empresario; y entonces eso conlleva algunas cosas. El CAC Málaga ha aportado a la ciudad; lo que pasa es que Francés es un personaje conflictivo donde esté. Lo fue conmigo y lo será siempre.
- ¿Le parece rentable el esfuerzo que supone traerse los Premios Goya a Málaga?
–Hay que relativizarlo, no le daría demasiada importancia. ¿Que hay que seguir poniendo a Málaga en el mapa? Sí. ¿Y que Málaga tiene que estar en el mapa por más cosas? Pues también.
- ¿Cuáles son esas cosas?
–Pues mire, vuelvo al tema de AIOM porque es fundamental; y además como marketing de ciudad, maravilloso. Tener la referencia sanitaria, ya no sólo la cultura o el deporte. Es un salto cualitativo, y además es muy barato en términos absolutos: traerse investigadores de primer nivel que trabajen con el grandísimo equipo que ya hay. Que cuando miren y elijan lo hagan entre Tel Aviv, Cambridge, Stuttgart... y Málaga. Esto va a ser un reto mundial y todo el mundo se va a lanzar; nosotros tenemos el modelo y a Emilio Alba, y hay que aprovecharlo. Cuando hay alguien bueno hay que darle gloria, joder. Las empresas de Málaga tendrían que volcarse con el tema.
- Ya que volvemos a lo sanitario, ¿qué piensa del tercer hospital?
–Pues que se tienen que poner de acuerdo. Al tener un nuevo gobierno en la Junta que por otra parte era absolutamente necesario hay muchas cosas que se pondrán en marcha. Pero para eso hay que limpiar, y sin ese escándalo de decir que todo está mal porque no es verdad. Seguimos viviendo en uno de los diez mejores países del mundo. Vamos a mejorar, y creo que se hará el hospital en un tiempo prudencial. Me gustaría que también se hiciera el Auditorio en la explanada de San Andrés. Málaga lo necesita porque cambiaría la estructura urbanística de la ciudad tener desarrollo por esa zona; y además porque hay un desequilibrio en el aspecto musical.
- ¿Y sin salir del Puerto, le gusta el proyecto del rascacielos de lujo en el Dique de Levante?
–Ni bueno ni malo; lo que pasa es que yo no haría el rascacielos solo. El edificio tiene que estar integrado en la ciudad, con un paseo espectacular que conecte ambos espacios. Hay que contextualizar por qué el rascacielos. Ahora, si ya lo mezclas con el turismo, ¿a Málaga le hace falta un gran hotel de congresos? Sí. Hacen falta plazas de cinco estrellas y grandes hoteles, porque nos traeríamos congresos fantásticos que ahora no pueden venir. Sobre si es bonita o no la torre, es una cuestión de cada cual. Las cosas no son blancas o negras.
- Usted fue uno de los grandes impulsores de la conversión de Málaga capital en un destino turístico de referencia más allá de la Costa del Sol. ¿Cree que el crecimiento está siendo el adecuado o estamos condenados a morir de éxito?
–Yo lo que creo es que el turismo hay que ordenarlo. Porque no funcione algo no tienes por qué matarlo. Ordénalo y di: «Quiero que esto funcione así». El turismo es una cosa en inevitable desarrollo a nivel mundial porque somos más ricos cada vez. Lo que no se puede ser es discriminatorio con los que llegan, salvo en cuestiones de educación y de malos comportamientos.
-¿Sigue al frente de sus negocios de hostelería?
–Ya lo lleva mi hijo todo. Es más listo que yo; ya lo tenía todo decidido antes de la enfermedad y puse un límite para dar el testigo. No quiero un 'Carlos de Inglaterra', un eterno heredero (risas). De todas formas sigo pendiente y él me cuenta todos los días cómo va la película.
-¿Y por qué capítulo administrativo va la película del Balneario, uno de sus negocios mimados?
–Bueno, pues por un capítulo curioso porque hemos ganado una sentencia que no se aplica. Nosotros hemos tenido un perjuicio por el invento de hace cinco años [la Junta de Andalucía determinó que la venta de la concesión fue ilegal], y la sentencia debería aplicarse y decir que nosotros adquirimos el derecho por 25 años. Pero todo va lentísimo.
-Usted ha vivido esa maraña burocrática como empresario pero también desde lo público, desde dentro. ¿De verdad no se puede hacer nada para tener una administración más ágil?
–La paciencia es lo único que tienes que tener. Y la certeza de que lo público no va a actuar bien. Así es. Mire, por ejemplo lo público tenía la mitad del sistema financiero español y el 90% ha quebrado. No hay nada público que funcione.
-¿Tan claro lo tiene?
–Es que yo creo en el equilibrio. Que uno controle al otro. Lo que no creo es en una cosa sólo pública o sólo privada. Mejor el punto intermedio, y en ese centro la prensa y los jueces como árbitros.
-Y ese escepticismo, ¿lo aplica también a su forma de ver el panorama político en general?
–Es la enfermedad de la democracia. En el caso concreto de España, la corrupción y la mediocridad han hundido la confianza en los partidos. El PSOE y el PP se han cargado esa confianza, entre otras cosas por insistir en meter gente de la cantera en vez de salir buscarla.
-¿Fichajes estrella?
–Claro. Me parecen muy bien porque son gente que ha tenido una experiencia y que la va a aportar, y que ofrece confianza en su profesionalidad. Confiemos en ellas. Los partidos tendrían que estar formados por doce personas buenas de las que te fías totalmente y que van fichando a los mejores; y en el momento que alguien te falle, fuera.
-¿Piensa que vivimos instalados en cierta ola de autoritarismo?
–Sí, el problema es que cada vez se ve con más simpatía. Ahí está Donald Trump, que es un gilipollas y que cada día está intentando romper el sistema de equilibrio de poderes, que tiene que haberlo. Si tú dices que los periodistas son lo peor del mundo, los insultas; quieres meter descaradamente a tu competidor en la cárcel incluso habiendo ganado unas elecciones... eso son ataques frontales a la democracia. Y la gente lo ve como un ejemplo y como un juego.
- ¿Y cómo ve el caso de España?
–Pues pasa aquí también con Pedro Sánchez. Chico, tú tienes unos límites escritos, pero también otros no escritos. Tú no puedes coger el Falcon cuando te dé la gana, no puedes poner a tu mujer como directora de un organismo (…), porque son normas éticas. No puedes meter a un montón de enchufados porque sí. Y luego es un mentiroso. ¿Cómo se puede mentir y que te dé igual? Esas son las cosas que poco a poco van minando. Vas mirando lo que pasa también fuera y vas sumando y te das cuenta de que estamos en un cierto peligro.
-¿Qué piensa de los nuevos partidos, del papel que juegan?
–En España ocurrió una cosa buena que son Ciudadanos y Podemos, pero ninguno de los dos ha dado la talla. En el caso de Podemos son del siglo XIX y en el caso de Ciudadanos no saben lo que son; no saben para qué quieren el poder. O no lo saben transmitir. Y mira que mi hijo es de Ciudadanos, igual que Javier Imbroda: yo les hago unas críticas tremendas porque sería necesario que funcionaran. Es tan sencillo como el papel que hacía Convergencia i Unió: coge tú ese papel y ya no dependemos de los nacionalistas. Puedes moderar al PSOE y puedes moderar al PP. Y lo que los ciudadanos necesitan es gente moderada. ¿Que me quieren subir los impuestos un poquito? Vale, bien, pero funcionan la educación, el medio ambiente, la inmigración... eso es en lo que se tienen que poner de acuerdo. Es una obligación.
-¿Y Vox?
–Me parece muy bien que haya salido, porque dicen lo que sienten. ¡A ver, si tú no estás de acuerdo con el aborto pues dilo! Lo fundamental de esto es el liberalismo, pero se ha hecho una interpretación pésima de lo que representa. El liberalismo es el respeto, la convivencia de diferentes ideas: en los gays, en el aborto, en la religión... no sólo en lo económico. El respeto y la tolerancia son la base de la democracia y tenemos que hacer el esfuerzo de que sea así.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Importante aviso de la AEMPS a los diabéticos
Las Provincias
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.