
javier pachón
Jueves, 4 de agosto 2016, 08:52
Las aves picotean los rastros de comida que restan de alguna velada anterior. Para ello, se abren paso entre vidrios, latas y bolsas que habrían acompañado al alimento. Así, sobre la arena del coloquialmente llamado Jardín de los Monos, la Plaza de la Victoria, se observa un paisaje en el que las botellas, plásticos, papeles y demás desechos han roto con el entorno de vegetación y armonía que se supone imperante en un enclave de ese tipo.
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Las quejas de los vecinos que pasean por los ramales de la calle Victoria indican que no se trata de un fenómeno pasajero, sino que más bien tiende a repetirse.
«Somos muy sucios y unos maleducados», exclama Carlos Baca, que culpa a la falta de civismo de algunos malagueños de la situación de suciedad que vive el jardín. Él reclama una mayor contribución colectiva de la sociedad y describe el ambiente que se vive en la plaza normalmente: «Aquí se vienen a beber desde por la mañana, alguno trae su lata de cerveza para empezar el día», en esta línea, también reivindica mayor periodicidad en la actuación policial y de limpieza. Fernando Vara mantiene el argumento de Baca y apuesta por la conciencia ciudadana: «Es una vergüenza de todos, no cuesta nada tirar la litrona a la basura y mirar por Málaga, que es preciosa». Un vecino de la zona, A. R., transmite su hartazgo por el estado constante de deterioro y por las limitaciones que eso supone. «Mi hija no puede venirse con su niño. ¿Cómo vas a traerle entre botellas y gente bebiendo y orinando? No puede ser», narra. Francisco Quintana, un trabajador de la zona, ratifica la versión y acusa una mayor congregación de personas durante las tardes y las noches, «y aún más en verano».
La rutina de desechos, ruidos y olores en un lugar habilitado para la convivencia y el disfrute de los vecinos es el elemento común en cada uno de los relatos. Es el caso de Diego Azuaga, que describe con tintes de resignación el día a día de la plaza que corona la calle Victoria. «Hay gente bebiendo y haciendo de todo a todas horas, no se puede ni venir con los pequeños, no tiene sentido», esboza. Él cuenta que los habituales de la plaza antes acudían a La Merced, «pero han emigrado».
J. L., que reside cerca del punto en cuestión, añade al abandono la actitud de algunos concurrentes. «Aquí muchos no solo vienen a tomar alcohol, sino que traen ganas de bronca y de hacer ruido», afirma justificando las protestas de los vecinos del Jardín de los Monos. E. M. descansa sobre uno de los muros del recinto ante el sofocante calor de la mañana, mientras comenta su sorpresa por los desequilibrios del Centro, «no entiendo cómo puede haber tanta diferencia de limpieza en 300 metros». Él está de visita en Málaga, algo que repite cada dos años. «Está lleno de mierda y es una pena», expresa. Este visitante proveniente de Cataluña percibe una falta de desarrollo en la zona, no solo en la plaza: «En los años que llevo viniendo no he notado ningún avance».
Estos vecinos, transeúntes o turistas comparten en sus concepciones el desencanto con el entorno y esperan un mejor futuro para el enclave lo antes posible.
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