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Ángel Escalera
Miércoles, 3 de febrero 2016, 00:04
Letrinas inmundas, bañeras oxidadas, suciedad, castigos físicos, abandono, falta de humanidad y tratamientos que no curaban. Estos elementos eran característicos del manicomio de Málaga, situado en el Hospital Civil, un espacio de no retorno en el que los pacientes psiquiátricos vivían hacinados y sin esperanza de recuperarse y lograr su integración en la sociedad. Las terapias se basaban en la aplicación de electroshock, duchas y baños fríos, sujeciones y camisas de fuerza. Esa situación tétrica se aprecia en la exposición Del horror a la vida: imágenes de 50 años de historia de la salud mental en Málaga. «El manicomio no era adecuado ni para los animales. Muchas personas, lamentablemente, lo sufrieron», manifestó el presidente de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Afenes), Miguel Acosta.
La muestra, que fue inaugurada ayer, podrá visitarse en el Patio de Banderas del Ayuntamiento de Málaga hasta el 29 de febrero. La exhibición se divide en dos etapas. La primera recoge testimonios gráficos de 1960 a 1984 y la segunda abarca de 1985 a 2015. El punto de inflexión fue la aprobación de la reforma psiquiátrica en 1984, que supuso una mejora en la asistencia a los enfermos y trajo consigo el cierre de los manicomios. Los cambios se desarrollaron a través de la Ley General de Sanidad de 1986. Esa normal legal supuso un antes y un después y varió el rumbo de una atención psiquiátrica deficiente. Se pasó de una asistencia de beneficencia a otra en la que se concibió el tratamiento de los pacientes de una forma integral.
Ese tránsito del manicomio a la modernidad se observa en la exposición, que ha organizado Afenes, con la colaboración del Ayuntamiento malagueño. La muestra agrupa fotografías de Miguel Ángel Rubio González, recientemente fallecido, y de archivos procedentes del Colegio Oficial de Enfermería, de los medios de comunicación y de Oiburam. La exposición, además de reflejar 55 años de la salud mental malagueña a través de distintas fotografías, pretende sensibilizar a los ciudadanos y combatir el estigma y el rechazo que todavía sufren las personas con un padecimiento psíquico, afirmó la concejala de Accesibilidad Universal del Ayuntamiento de Málaga, Paqui Bazalo, en la presentación de la muestra. «Hay que alzar la voz y hacerse visibles. Es necesario acabar con falsos mitos que rodean a la salud mental. Todavía existen muchas barreras que superar», indicó la concejala, que recordó que más de cuatro millones de personas sufren en España algún tipo de padecimiento psíquico. «La enfermedad mental es la gran desconocida», precisó Paqui Bazalo.
Panorama desolador
Diferentes imágenes que se pueden ver en el Patio de Banderas del Ayuntamiento ofrecen un panorama desolador de lo que era el manicomio de Málaga en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Así, se observan letrinas carentes de higiene, bañeras llenas de óxido y viejas, comedores obsoletos, habitaciones corridas, una lavandería anticuada y pasillos destartalados, entre otros aspectos que hacían muy dura la vida de los pacientes. Se aprecia, asimismo, la tristemente famosa sala 21 (donde se internaba a los hombres), la más dura del manicomio. En la sala 20 estaban las mujeres, en unas condiciones no mucho mejores, como explicó a este periódico el jefe del servicio de psiquiatría del Hospital Regional Carlos Haya, Fabio Rivas. Este psiquiatra llegó al Hospital Civil en junio de 1980. «El manicomio no servía para cuidar y tratar a los enfermos, lo que hacía era propiciar la aparición de otras patologías. Lo que se veía allí era un horror humano. Los pacientes eran considerados sujetos pasivos», aseguró el doctor Rivas. A su juicio, el manicomio era un pabellón sin retorno, un lugar de reclusión donde los enfermos vivían hacinados y sin libertad, donde se les atendía a través de una sanidad de beneficencia que no tenía en cuenta los derechos de esas personas.
Aunque la reforma psiquiátrica cerró los manicomios y se empezó a dar una asistencia integral, la sociedad continúa marginando a las personas con una enfermedad mental, afirmó Miguel Acosta. El presidente de Afenes apuesta por la información para que la población comprenda mejor a los pacientes y no los estigmatice.
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