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AGUSTÍN PELÁEZ
Martes, 31 de marzo 2015, 02:51
No son atletas. Pero se preparan como si lo fueran. Sin embargo, no participan en ninguna competición. Lo hacen en una de las celebraciones más multitudinarias del país, la Romería del Rocío, que tiene lugar en la festividad de la Virgen del Rocío, el lunes siguiente al Domingo de Pentecostés, que es cuando termina el tiempo pascual de los 50 días. El momento álgido tiene lugar en la noche del domingo 24 al lunes 25 de mayo, por lo que una semana antes las hermandades inician su camino al Rocío.
Desde hace quince años, ganaderos de Almayate -ellos prefieren el nombre de gañanes-, se encargan de llevar con sus yuntas el Simpecado de una de las hermandades rocieras más importantes, la de Sanlúcar de Barrameda, cuyo camino discurre por el Parque Nacional de Doñana. Alrededor de 60 kilómetros de dunas, que los toros deben realizar con la arena hasta las rodillas. El Simpecado es la insignia de la Hermandad.
«Por eso los toros deben estar entrenados y preparados, ya que de lo contrario no soportarían el esfuerzo que conlleva. La carreta del Simpecado pesa más de 3.000 kilos y el camino es de arena y polvo», señala Antonio Molina, que junto a su hermano José Miguel, son los encargados desde hace más de 15 años de llevar con sus yuntas a la Hermandad de Sanlúcar.
«Hace 30 años el entrenamiento al que sometemos a los toros no habría sido necesario, ya que estaban acostumbrados a trabajar a diario arando la tierra, transportando la caña de azúcar e incluso llevando las piedras de las canteras. Hoy en cambio, quienes seguimos teniendo este ganado es por tradición. La mayor parte del año están en las cuadras, en los 'tinaos'. Por eso tenemos que entrenarlos», explican los hermanos Molina, en cuya familia ha habido toros y vacas desde su tatarabuelo.
La preparación comienza en el mes de febrero y consiste en hacer que se acostumbren al trabajo y al esfuerzo, y en domarlos. Una yunta no es como una pareja de mulas tirando de un carro, que se guía con las riendas. Los gañanes sólo disponen de su voz y la 'llamaera', la vara que portan para llamar la atención de los toros.
En Almayate es la población malagueñas con mayor número de yuntas, ya que durante generaciones ha sido el modo de vida de muchas familias. En esta localidad veleña nunca ha habido bueyes, sino toros, porque los gañanes nunca han sido partidarios de castrarlos para hacerlos más mansos. Han preferido siempre trabajar con toros enteros, porque tienen más fuerza y más brío para el trabajo.
Son de la raza castellano axárquica, única en España. Pesan entre 1.200 y 1.400 kilos, los machos, que son más difíciles de domar, y entre 700 y 800 kilos, las vacas, más obedientes y tranquilas, pero de menor tamaño. Los toros pueden llegar a alcanzar los 1,80 metros de altura hasta la cruz, que es donde comienza la cabeza, por lo que su envergadura llama la atención incluso a los profanos.
La rivalidad entre los toros está más acentuada que entre las vacas, por lo que la doma presenta un plus de complejidad. «No es fácil conseguir que dos toros trabajen juntos bajo el mismo ubio -yugo-. Tienen que andar parejos y sin que se trompeen. Por eso hay menos gañanes de toros que de vacas», explica orgulloso José Miguel.
Esfuerzo
Para el Rocío, Antonio lleva su yunta de toros y José Miguel otra formada también por dos machos. Dado el esfuerzo que exige hacer en el camino de Sanlúcar, lo normal es que una vaya tirando del carro del Simpecado, bajo el yugo, y la otra enganchada con una cuerda delante tirando también. «Esto, que puede parecer sencillo, no los es. Hay que acostumbrar a los toros, porque no dejan de bufar amenazando a los persigue hacer que se acostumbren y no intenten atacar a los de delante. Deben trabajar al unísono», apunta Antonio.
También buscan hazas para arar de vecinos de la zona para que las yuntas vayan cogiendo fuerza y masa muscular. «El año pasado aramos nueve fanegas para entrenarlos», afirma José Miguel, hijo del mayor de los hermanos Molina, que está criando dos yuntas y que suele realizar también el camino del Rocío. ayudándolos. De Almayate van ocho gañanes acompañando a las yuntas del Simpecado de la Hermandad de Sanlúcar.
Para conseguir que los toros se acostumbren a tirar del carro en un medio similar a las dunas de Doñana, los hermanos Molina llevan casi a diario a sus yuntas a la playa de Almayate. «Cargamos el carro con sacos de arena para que tengan más peso y caminamos 15 kilómetros diarios, entre la Bajamar y la desembocadura del río Vélez. Incluso los metemos en el rebalaje para que caminen por la orilla porque el yodo del mar es bueno para sus patas y los cascos. Es el medio más parecido que tenemos aquí a lo que es Doñana», señala Antonio Molina, que ha llegado a tener hasta 40 toros y vacas.
Según Antonio y José Miguel, lo que ganan en las romerías «es para las yuntas. Tener una yunta cuesta mucho dinero y no tenemos ningún tipo de ayuda por parte de las administraciones públicas. Si las seguimos criando es para evitar que se pierda la raza», aseguran.
Para Jorge Padilla, otro aficionado a este ganado, criar esta ganado es un 'hobby' caro. «Hay que sacarlos para que hagan ejercicio. Cada cabeza es capaz de comerse diariamente 30 kilos de forraje y entre cinco y 10 kilos de grano. Un saco, que cuesta 14 euros, se lo comen en dos o tres días. Tenemos que tener un número de explotación, vacunarlos de la lengua azul y de la tuberculosis y hacerles análisis cada dos por tres», explica.
Por participar en el Rocío, los hermanos Molina cobrarán 6.000 euros por yunta. Serán ocho o nueve días fuera de su casa. Un día para transportarlas hasta Sanlúcar en camión. Tres días haciendo el camino de ida o otros tres para la vuelta. Irán ocho gañanes. Y todos con un objetivo común: que la Hermandad de Sanlúcar se quedé satisfecha, y que a los toros no les pase nada.
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