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Quizás no hay en Ronda espacio al que sus habitantes le tengan más cariño, también los vecinos de los pueblos de la comarca. La Alameda ... del Tajo forma parte del pasado y del presente prácticamente de todos y lo hará de su futuro. Este emblemático parque, peculiar, sobre todo por su emplazamiento al borde de las Cornisas del Tajo; tiene más de dos siglos de historia, en concreto, 215 años, en los que muchos han paseado, se han enamorado, han crecido, han reflexionado... O simplemente, se han ensimismado con el imponente escenario natural que se puede divisar desde su localización. Está considerado uno de los parques más elegantes de España, de estilo árabe, francés o mediterráneo, de los pocos que quedan en Andalucía, donde se han impuesto los de corte inglés que tienen el césped como base. El de Ronda es de tipo geométrico, sin césped, con setos que delimitan arriates.
En todo este tiempo, la Alameda, con más de 17.000 metros cuadrados, ha cambiado, ha sido objeto de distintas reformas desde que se creó y en la actualidad está a punto de experimentar otra, con una inversión de más de un millón de euros que procederá del Gobierno central en su mayor parte, del programa del 1,5% Cultural, y del Ayuntamiento rondeño. Entre otras intervenciones, se creará un nuevo acceso por el monumento a Pedro Romero y se sustituirá el pavimento, roto en exceso hoy en día, por losas de mármol de distintos colores, blancas, negras y verdes, entre otras, que dibujarán motivos geométricos. El proyecto corre a cargo del arquitecto rondeño Sergio Valadez.
La Alameda, según explicó el Cronista Oficial de Ronda, Faustino Peralta, surgió ante la falta de lugar para pasear en la población. «El pensamiento de introducir un paseo urbano entre la plaza de toros que se estaba construyendo y el Convento de la Merced surgió sobre 1787. Un alto funcionario de la Real Chancillería de Granada, con distintos cargos, Francisco Domenech, de visita a Ronda, echa en falta un paseo público y surge la idea que fue muy bien acogida por las autoridades locales», indicó Peralta. Así, en este llano se proyectó la plantación de árboles y de plantas de jardín.
Se dice, aunque parece que es terreno de leyenda, que para financiar los trabajos, se impuso una multa por pronunciar frases blasfemas a la religión, pero parece que el entonces corregidor adelantó el dinero y que también ayudó la Real Maestranza de Caballería de Ronda (RMR). «Se usaron chopos de otras zonas, del Arroyo del Potro. También se les conoce como álamos negros, de ahí el nombre del parque. Se colocaron estatuas pero no eran de piedra, eran de una especie de pasta y se diluyeron», relató este investigador.
Desde que se inauguró, la Alameda llevó el nombre de San Carlos. Se concretó en un cuadrilongo de 178 metros de largo por 77 de ancho con siete calles, las del centro, y sus dos anchos salones de pie y cabeza llevaban asientos de piedra e hierro, alternando con álamos y rosales. «El salón posterior da al Tajo, con asientos y balcones. Había retratos en bustos a tamaño real de la familia reinante en España y en el centro, una pila de surtidor que hasta 1833 aún estaba útil. Después dejó de existir», continuó Peralta.
El botánico Simón de Rojas Clemente pasó cinco días en Ronda hacia 1809 y describió la Alameda, proponiendo aumentar la belleza del paseo. También criticó la mala calidad de la piedra empleada y de los adornos. «Pasó por períodos de dejadez y abandono hasta presentar un aspecto lamentable», subrayó el Cronista Oficial de Ronda.
Entre 1860 y 1870 se llevó a cabo una reforma importante y, entre otras intervenciones, se dividió el espacio en cinco calles con árboles y se ajardinaron los terrenos que la rodean. «La obra costó 3.750 pesetas y la realizó Carlos Lamiable», puntualizó Peralta. En 1877 se hizo el ensanche del camino central, la obra que más modificó su aspecto, ya que se pasó de nueve a siete paseos. Entonces, la Alameda adquirió su aspecto actual. En 1884 se ejecutó otra reforma, por daños provocados por lluvias, en entre otros; y las verjas que cierran el parque, de hierro fundido, datan de 1985, instaladas con motivo de la beatificación de Fray Diego José de Cádiz. «En el siglo XX, la Alameda debió tener una época de esplendor», comentó Peralta, que apuntó a la influencia en este parque del arquitecto paisajista Jean-Claude Nicolas Forestier. Éste diseñó los jardines de la Casa del Rey Moro en la ciudad del Tajo. «También debió ser importante», expresó.
Otros aspectos reseñables se refieren a que la Alameda cuenta con ejemplares de cedro del Himalaya y de pino piñonero considerados de interés provincial. También existen pinsapos y peonías, entre otros. Al parecer, un ejemplar de cornicabra sería el árbol más antiguo.
Sobre el antiguo guarda que existía, el origen de éste está en un guarda que mantenían los franceses durante su ocupación. Cuando éstos se marcharon, el Ayuntamiento creó este puesto que muchos añoran. El guarda abría y cerraba el espacio.
En 1974 se destruyó una de las esquinas de la Alameda para construir la actual Casa de la Cultura y 1992 se cortaron árboles para liberar espacio y levantar el Teatro Vicente Espinel.
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