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cristina pinto
MÁLAGA
Miércoles, 18 de agosto 2021, 00:04
Eran las doce y media del mediodía del martes y los bares empezaban a tomar forma para servir a los clientes. Sillas y mesas a ... las terrazas, cubertería preparada, tapas frías esperando para servirse y cocinas listas para lo que venga. Aunque lo normal sería que un 17 de agosto, además de todo lo anterior, los bares estuviesen acompañados por farolillos, lunares, banderines, flecos, flores... Pero no. Este es el segundo año en el que en la hostelería no resuenan las sevillanas y en el que el Cartojal no se bebe más de la cuenta. Otra vez los bares y restaurantes del Centro se quedan sin la Feria de Málaga.
Llegando al final de calle Carretería es raro el día que no hay cola para entrar allí, a La Tranca. Empezaban a llegar los primeros clientes a este típico bar donde todo se canta, donde antes no cabía un alfiler y ahora, la pandemia ha hecho que cada grupo tenga su espacio en el local. En la barra estaba uno de los socios de La Tranca, Ezequiel Silvetti que, entre risa nerviosa y resoplando, recordaba lo que sería su bar en feria: «Pues sin pandemia estaríamos todos de pie y cantando... Pensé en que nos pusiésemos los delantales de lunares como siempre y con la decoración en el bar, pero al final dijimos de quedarnos otro año más sin decorar. Aunque mucho ambiente malagueño de feria no he visto, lo que hemos tenido estos días ha sido más turismo nacional», aseguraba Silvetti.
Al empezar a atravesar Plaza de Uncibay, el ambiente estaba asegurado: las colas en Casa Lola como cada día no cesaban ni con los 30 grados y el sol en la plaza. Una de las esquinas más concurridas de calle Calderería es la del bar Pepa y Pepe y allí estaba Emilio José Arjona, que lleva en la hostelería toda la vida y poco más de tres años en este establecimiento. «La gente viene preguntándonos por el Cartojal. No es el mismo ambiente, se echa de menos la alegría y la música pero, gracias a Dios, Málaga ha respondido al mes de agosto, hemos tenido mucho público», confesaba desde las puertas del bar. En la otra puerta, la gran paella del día estaba esperando a ser servida junto a él mismo y sus compañeros: Conchi, Miguel y José.
Cartojal, Cartojal... ¿Qué pasa con el Cartojal? Es una de las cosas que se preguntaban cuando se empezó a tomar la costumbre de no tener feria a causa de la crisis del Covid. Pues este vino típico de la Feria de Málaga sigue sirviéndose, aunque en menos sitios que hace dos años. Desde lejos, el barril de Cartojal se puede ver a las puertas de La taberna de Álvaro. Mientras, subiendo una de las sombrillas para evitar el sofocante calor del mediodía, el dueño de este bar, Álvaro Fernández, admitía que «personalmente, voy tirando».
Ellos llevan tres semanas vendiendo el Cartojal porque el turismo se lo reclama, aunque eso de celebrar la semana grande de agosto quede muy atrás. «Si no hay feria no hay gente, aunque ambiente tenemos porque hay mucho turismo», comentaba el propietario. A pesar de todo, hay algo que podría sacar positivo de todo esto: «En feria me veía obligado a cerrar para las cenas por el ambiente que tenía esta calle. Ahora doy mis cenas y puedo trabajar tranquilamente. Facturo menos, pero con otra presión», confiesa Fernández.
Si se sigue paseando por el Centro, algunas terrazas más que otras se podían ver llenas y, algunas, incluso con largas colas para entrar como podía ser El Pimpi o Casa Lola de calle Granada. En La Taberna del Siglo aún quedaban mesas vacías cuando uno de sus camareros, Nicolás Gutiérrez, reflexionaba sobre cómo sería todo si hubiese feria: «Solo hay que ver lo que tenemos alrededor... Ahora mismo esto tendría que estar a reventar. La feria da mucho dinero y esto está básicamente vacío. La hostelería echa bastante de menos la feria», puntualizaba.
Ya el reloj marcaba casi las dos de la tarde cuando Fernando García, dueño de Taberna La Gloria, casi ni tenía hueco entre tanta comanda y mesas que buscaban un sitio para sentarse. «Es brutal el cambio», apuntaba mientras servía copas de vino. «El cambio de ambiente es muy bestia, yo no lo prefiero. Tenemos un 30% menos de facturación», confesaba García. Al seguir la ruta de mediodía, pocos malagueños podían verse por las calles, la mayoría de los que llenaban las terrazas y el interior de los locales de hostelería eran los turistas. No hay farolillos, sevillanas, flores en el pelo, ni lunares, pero lo que sí que sigue habiendo es la gastronomía deseada para el turista que aterriza en Málaga.
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