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Antonio Contreras
Sábado, 19 de agosto 2023, 09:50
Hablar de Tabletom en Málaga es hablar de la propia historia sonora de la ciudad. Casi medio siglo acompañando a sus habitantes a través de ... sus auriculares, en la radio del coche o en los altavoces de casa. Poniendo melodía, con un estilo que mezcla rock, flamenco y jazz, a cenas familiares, noches de copas o a citas íntimas y personales. Hablar de Tabletom es hablar de maestros, de vino en barrica de roble que, con el paso de los años, adquiere nuevos matices y aromas.
La pasada noche del viernes el Auditorio Municipal tuvo la misión imposible de acoger en su interior a los grupos Jarrillo Lata y Tabletom. Imposible, porque a pesar del buen tamaño del auditorio, se trata de dos espíritus gigantes, con un tamaño que escapa a mediciones, cuya presencia desborda el escenario desde el primer instante.
Pero primero, Jarillo Lata, un grupo de rock también de aquí, de cosecha malagueña y de uva autóctona, como la 'romé tinta'. Por ahora, sus integrantes siguen macerando aquí, en la madera que les ha visto crecer, aunque será cuestión de tiempo que el resto de la nación disfrute del sabor de sus notas musicales. Algunos de sus miembros también forman parte de Radio 80, un grupo musical que lleva alegrando la feria malagueña a todos aquellos que se pasan por la plaza de San Pedro de Alcántara.
Llega el momento de cantar, de abrir el grifo y probar los matices de su melodía. Inicialmente, la característica que queda patente desde la primera gota es el magnetismo. Con el primer sorbo, que entra por los oídos, pero se dirige a la mente y el corazón, muchos de los oyentes abandonan las gradas superiores camino a la explanada inferior, pudiendo catar así más de cerca la música que emana de los artistas sobre el escenario y bailar, bailar.
Un público, por lo general, adulto y familiar, aunque no faltan jóvenes tampoco, donde la variedad es su mayor virtud: junto a niño pequeño bailando con su madre, un grupo de rockeros enfundados en negro alza el vaso de lúpulo y cebada. Mientras, en la grada, una chica engalanada en un traje de lunares disfruta del concierto en solitario.
«Muchísimas gracias por estar aquí hoy. No veníamos desde prepandemia y nos hace especial ilusión poder estar aquí de nuevo», decía Agustín Sánchez, el guitarrista del grupo, a mediados del concierto. «Si el problema es que no salimos», bromeaba Pepe Torregosa, el vocalista. «Es verdad, si yo soy de calle La Unión», replicó el guitarrista.
De lengua caliente, pero sobre todo salada, el cantante transmite su carácter a las letras que canta, como 'Nada tan sincero' o 'Que difícil es'. Las acompaña con su buen rollo y sus bailecitos, con unos movimientos de brazos y cadera que incitan a pasarlo bien y a disfrutar.
Jarrillo de Lata abandona el escenario con su misión cumplida: que aquel que los pruebe sienta júbilo y alegría.
El auditorio sigue respirando música a pleno pulmón y es el momento del veterano, de Tabletom. El aire se vuelve algo más añejo, que se entremezcla con el olor a tabaco que llega desde el escenario.
Los fans del grupo siguen llenando el lugar y empiezan a verse más camisetas con el nombre del grupo. También algunas en honor a Roberto González Vázquez, 'Rockberto', antiguo vocalista y líder del grupo que nos abandonó doce veranos atrás en cuerpo, pero jamás en espíritu. Salva Marina, el actual vocalista del grupo, tiene un enorme peso a sus espaldas: conservar el legado de alguien que ya forma parte del imaginario malagueño. Y si bien las comparaciones son odiosas, Marina, con la melena asomando por debajo de la boina, consigue mantener la esencia de un grupo mítico, que trasciende a sus artistas.
«Muchas gracias a todos por venir. Por fin volvemos a la feria de Málaga, coño, que alegría. A ver si duramos esta vez», decía el vocalista al comienzo de su actuación, tras cantar 'Tipos duros' para ir calentando motores.
A lo largo del concierto todos los integrantes tienen, como mínimo, su minuto de gloria. José Manuel Ramírez al saxofón, Agustín Carrillo a la flauta, Pedro Ramírez a la guitarra, Carlos Becerra al bajo…Y es que aquí el protagonista no es el vocalista, ni siquiera los artistas que la noche del viernes ocupaban el escenario. Aquí el protagonista es Tabletom y todos sus integrantes, los que están y los que no.
Las pantallas de los móviles se asoman de manera intermitente, pero continuada, para intentar captar el sonido, el color y el aroma de algo que hace falta vivir para poder saborear.
Durante la actuación Marina, que va descalzo y con los pantalones remangados por debajo de las rodillas desde la mitad del concierto, no olvida las dedicaciones a Rockberto.
En la última media hora el vocalista viaja a Transilvania, Rumanía. «Vamos a sacar a la criatura de la caja de pino, que también tendrá que bailar». Se refiere a 'El vampiro', una de las canciones más famosas del grupo.
Son más de las una de la mañana, el auditorio enciende las luces y, tras una breve despedida, el grupo abandona el escenario. Aún así el público sigue vitoreándoles sin cesar hasta que, tras unos minutos, Tabletom aparece de nuevo. «No ve que rollo. El año que viene no nos van a dejar volver, ya la estamos liando», ríe Marina. Y con las luces ya encendidas, el grupo vuelve para tocar una más, volcado a su público y a la ciudad que les ha visto crecer.
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