A LA SOMBRA DE LA HISTORIAOrigen y evolución de la Feria de Agosto
Las ganas de divertirse y pasarlo bien son innatas al ser humano, y la Feria de Agosto malagueña es una excelente ocasión para hacerlo. Aquí ofrecemos un breve resumen de su historia
Sábado, 17 de agosto 2019, 00:10
Amediados del mes de agosto Málaga se pone el traje de fiesta y celebra su feria que durante varios días -algunos más en esta edición- extiende el jolgorio y las ganas de diversión por las calles del centro y los paseos del real. Pero la fiesta no alegra a todo el mundo y hay quien prefiere huir de la masificación y del ruido. Para los que se quedan y los que vienen hagamos un rápido repaso a la historia de la Feria. Para ello disponemos de los trabajos publicados por investigadores de la talla de María Pepa Lara, Rafael Bejarano y Elías de Mateo.
A mediados del siglo XIX Málaga era una ciudad en crecimiento económico y demográfico, lo que llevó al Ayuntamiento a plantearse una fiesta anual principal para diversión de los vecinos y atracción de forasteros. Se eligió la festividad del Corpus, con una larga tradición desde la Edad Moderna, y aquella primera feria de primavera de 1857 programaba veladas musicales, bailes, regatas, fuegos artificiales, actividades culturales, procesiones y corridas de toros. La inestabilidad política del periodo 1868-1874 -el Sexenio Democrático- y la crisis que afectó a las actividades productivas y exportadoras se notó en la organización de los festejos, que declinaron a pesar de los intentos de vincularlos a una feria de ganado que se celebraba en el lecho del Guadalmedina. En 1884 se experimentó con el traslado de las fiestas al mes de julio, para hacerlas coincidir con la Virgen del Carmen. Aunque esta nueva feria del Carmen no prosperó supuso una primera apuesta por el verano como estación festiva.
La conmemoración del IV Centenario de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos brindó la oportunidad para fijar y motivar definitivamente la Feria de Málaga. Aunaba la dimensión historicista, muy del gusto burgués, y la económica, destinada a atraer visitantes para que gastaran su dinero en los comercios locales. Aquellos festejos de 1887 incluyeron, por supuesto, el día 19 de agosto como fecha central de las fiestas, que duraron dos semanas, con una cabalgata histórica, las actividades lúdicas habituales en estos casos (casetas, veladas, bailes, fuegos artificiales, atracciones infantiles, toros) y otras de carácter cultural, benéfico y deportivo. Por primera vez se realizó un cartel, encargado al prestigioso pintor Martínez de la Vega.
En las décadas siguientes se estableció el mes de agosto como el de los festejos anuales, aunque por causas presupuestarias (falta de fondos) y sociopolíticas (el desastre del Barranco del Lobo o la I Guerra Mundial), la feria dejó de celebrarse, como ocurrió en 1897, 1898, 1909 y entre 1914 y 1921. En esos años su hueco era ocupado por las ferias de los barrios, que suplían la demanda popular de diversión, aunque con medios más modestos.
En el decenio de 1920 la Feria de Agosto se reactivará coincidiendo con cierta prosperidad económica y con la estabilidad política de la Dictadura. En 1928 se intentó de nuevo establecer una feria de ganado vinculada al ciclo festivo, pero no tuvo continuidad. Después de la interrupción obligada de la Guerra Civil, desde los años cuarenta ya se va a organizar anualmente de forma ininterrumpida.
Los festejos de la postguerra, en un clima depresivo generalizado, seguían programando competiciones deportivas de todo tipo, especialmente relacionadas con el mar, y juegos populares. En alguna ocasión hubo hasta carreras de cenacheros.
En esos años se potenciaron los elementos casticistas inspirados en el interior de Andalucía. En 1945 y 1946 se organizaron fiestas de moros y cristianos para recordar la celebración del 19 de agosto, pero esta fecha no se incluyó en el calendario ferial entre 1955 y 1986. En los años cincuenta se potenció el ciclo taurino y tuvieron lugar acontecimientos como el célebre mano a mano entre Antonio Ordóñez y Dominguín de 1959, con Hemingway como testigo de excepción. Al mismo tiempo, las peñas fueron tomando protagonismo en la instalación de casetas y los carricoches se modernizaron.
Fue en 1987, coincidiendo de nuevo con un centenario, cuando se recuperó la referencia del día de la conquista y Alejo García dio el primer pregón. También por entonces las calles del centro se convirtieron en escenario diurno de la diversión y se fue consolidando progresivamente un real permanente en la zona de Teatinos.
La feria, con sus virtudes y sus problemas, forma parte del patrimonio inmaterial de la ciudad, es un elemento fundamental de su identidad y, al mismo tiempo, se va adaptando a las novedades de cada época. Pero siempre mantiene su esencia: romper las rutinas, participar de la diversión y compartir con propios y extraños las ganas de vivir con intensidad la fiesta.
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