La segunda vida del empresario que surgió del barro
Pedro Rosa dirige Todobarro, una empresa floreciente que recupera la tradición cerámica malagueña y factura más de un millón al año... Pero llegó a tocar fondo, ahogado por las deudas y la depresión: «Nadie te prepara para el fracaso»
Domingo, 17 de abril 2022, 00:05
Durante años temió que sonara el teléfono. Los negocios en los que había invertido dinero y tiempo naufragaron en «la tormenta perfecta» que desató la ... crisis económica de 2008. Llegó a deber más de 130.000 euros: «Recibía continuas llamadas de bancos, tuve que pedir ayuda a mis familiares, hacer un plan de pagos... Toqué fondo». Ahora Pedro Rosa relata su viaje a los infiernos desde la calma de dirigir Todobarro, la empresa que ha reinventado la cerámica malagueña con azulejos que se venden en medio mundo, desde la Costa Azul hasta Miami. Pero para surgir del barro, antes de llegar a pilotar un proyecto de éxito, este empresario de 48 años atravesó el desierto del fracaso, del que ya habla abiertamente. No siempre fue así: «Soportar el fracaso empresarial es complicado. Llegas a avergonzarte. Fueron años duros desde el punto de vista anímico y social».
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Con el grifo de los préstamos cerrados, acorralado por las deudas, Rosa comprendió que, una vez alcanzado el fondo del pozo, sólo podía mirar hacia arriba: «Tardé en digerirlo, pero me di cuenta de que tenía que levantarme. Fueron meses y años de meditación, desarrollo personal y deporte». Ahora igual rema en jábega que recorre la costa en bicicleta o salva aves marinas en riesgo. «Al final todo se basa en ser persistente, pero hace quince años nadie usaba la palabra resiliencia», reflexiona este empresario malagueño, cuya vasta formación (licenciado en Administración y Dirección de Empresas en Málaga, MBA en la IE Business School de Madrid, posgrado en Estados Unidos) no incluía un manual para para salir a flote cuando las cosas se tuercen: «Nadie te prepara para el fracaso, para descolgar el teléfono y decir que no tienes dinero para pagar».
Es también, analiza ahora, surfeada aquella ola, una cuestión cultural: «En España es muy difícil fabricarse una segunda oportunidad. La economía no está preparada para eso. En Estados Unidos es normal, pero aquí tiene que defenderse por ley porque el mercado no permite que te repongas de un fracaso». Pero Rosa esquivó enseguida la tentación de la rentabilidad cortoplacista, convencido de que debía trabajar «a medio y largo plazo» en una idea que le rondaba desde hacía años: recuperar la tradición mediterránea de los azulejos de barro, de textura antigua y diseños geométricos. Apostó por aquella fórmula «incluso sabiendo que el negocio no iba a funcionar hasta después de la crisis».
El barro se cruzó en su camino hace más de veinte años, cuando supo que los ladrillos desgastados por el tiempo, desechados en las demoliciones que inflaron la burbuja inmobiliaria, acababan en villas y casas de lujo fuera de España. «Hubo empresas que se especializaron en recoger ese material y venderlo a intermediarios que a su vez lo ponían en circulación en mercados muy exclusivos», cuenta Rosa: «Era un buen negocio, pero dependía de que hubiese derribos». Esa dependencia suponía un lastre que había que sortear para hacer viable el proyecto. Por eso las primeras inversiones, una vez que la ayuda de amigos y familiares permitió oxigenar las cuentas, fueron destinadas a la investigación y el desarrollo de técnicas que imitasen los procesos naturales para conseguir la textura, los colores y las formas del barro antiguo.
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Tras años aplicando diferentes procesos, colaborando con artesanos y laboratorios, Todobarro ha desarrollado una colección de azulejos cuya demanda no para de aumentar, sobre todo entre clientes de alto poder adquisitivo, aunque los precios se mueven en una horquilla amplia que oscila entre los 27 y los 120 euros por metro cuadrado, en función del número de piezas, los colores, las formas y otros aspectos técnicos. Entre sus principales clientes se encuentran estudios de arquitectura e interiorismo y empresas de decoración que ofrecen una alternativa al barro industrial que acapara el mercado: «El barro antiguo le gusta a todo el mundo, pero hay que hacer un ejercicio de pedagogía para mostrar otras posibilidades porque el cliente se ha acostumbrado al producto industrial».
Rosa confiesa que los primeros años fueron «difíciles», entre ensayos y errores hasta dar con la fórmula perfecta para imitar la textura del barro antiguo. Ahora se ha convertido en el mejor embajador de la tradición cerámica mediterránea: «Tiene muchas bondades medioambientales. Absorbe la humedad y la suelta progresivamente. Por eso las zonas donde hay barro son más frescas, incluso en días de mucho calor. Tampoco es lo mismo caminar descalzo por barro que por otros pavimentos». Empeñados en rescatar el modelo de casas blancas con vegetación y barro, en esta empresa con sede en Málaga trabajan una decena de personas y colaboran otra treintena. Su facturación se ha disparado desde los 15.000 euros registrados en 2011, cuando el crecimiento era «desalentador por lento y lineal», hasta los 1,2 millones con los que cerraron 2021, una década para coser la herida de un fracaso que extendió sus redes al ánimo de su CEO y fundador.
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«Me cambió la personalidad», reconoce al volver la vista a aquellos años negros: «No era consciente de que el tiempo pasa. Dejé de ser alegre, social, hasta que me di cuenta de que gastaba el día pensando en el futuro o lamentándome por el pasado». Rosa ya se había sacudido el polvo tras la caída una vez, cuando tuvo que dejar el fútbol a los 19 años por una lesión después de haber jugado en las categorías inferiores del Málaga. Por eso identificó pronto los síntomas de su tristeza: «Cuando estás en la oscuridad piensas que eres víctima de todos y que todos te deben algo. Te creas tus propios enemigos, piensas que el mundo está en tu contra. Con perspectiva me he dado cuenta de que no puedo reprochar nada a nadie».
Tiró «años» pensando «en todo el dinero que debía», hasta hacer que su estado de ánimo dependiera de su cuenta corriente: «El dinero da tranquilidad, pero no puedes vivir pensando en eso todo el día, como me pasaba a mí». Ahora, consolidado como empresario de éxito, «sé que el dinero no me va a devolver todos los años que perdí martirizándome porque no podía pagar esas deudas». Su segunda oportunidad, fabricada a golpe de estoicismo y ayudas familiares, ha salido bien.
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