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Sobra decir que son días difíciles para Ucrania, para los ciudadanos inmersos en este escalofriante conflicto bélico, encerrados en sus casas oyendo aviones y tanques pasar, y para los que han decidido ponerse al pie del cañón. Pero tampoco son momentos sencillos para aquellos ucranianos que, aunque se encuentran muy alejados de esta vorágine, siguen derramando lagrimas a diario, sin pegar ojo y pegados a la televisión para seguir de cerca las noticias. Una población tintada de rabia y dolor.
Siendo una joven pareja recién casada y procedente de la ciudad de Ternópil (en la Ucrania occidental, a seis horas en coche de Kiev), Svitlana y Oleksandr llegaron a Málaga hace 20 años. Él, licenciado en Derecho y abogado allí (aunque ahora trabaja en el sector de la construcción), tenía ya familiares aquí y decidieron cambiar de aires en busca de una mejor vida, en la Costa del Sol. Ella, licenciada en Trabajo Social, trabaja actualmente como empleada del hogar y en el cuidado de personas mayores. Laboralmente, el cambio no cumplió las expectativas, pero sí que crecieron y mejoraron en cuanto a calidad de vida. Sobre todo, desde que hace 15 años nació Yulia.
La joven, malagueña y española (ellos también se nacionalizaron), lleva años siendo la máxima exponente nacional e internacional de la provincia -en la actualidad- en la exigente disciplina de la gimnasia rítmica. A los 12 años su progresión fue tal que ya se marchó de casa y se trasladó al Centro de Alto Rendimiento de Valencia, aunque fue una campaña después, cuando se unió becada al CAR de León, cuando comenzó su despegue. Ya desde entonces, Yulia Vysotska consiguió revalidar cada año su condición de gimnasia de la categoría de honor, en la que sólo forman filas alrededor de una decena de deportistas del país.
Su mayor logro fue el pasado verano, tras concluir octava de Europa júnior en la categoría de conjunto. Y este año da el salto a sénior. Sin embargo, las últimas políticas de la Federación Española de Gimnasia han hecho que la malagueña atraviese sus meses más duros: «Acabamos la temporada y la Federación nos mandó a casa a la espera de ver si recibíamos la beca. Somos muchas gimnastas en la selección, nosotras éramos júnior y también hay conjunto sénior, y la Federación no sabe qué hacer con nosotras, y eso que hemos conseguido los objetivos de sobra», clama la joven, dolida por haberse quedado sin beca.
En Málaga, por desgracia, no podía continuar su evolución, así que, pese a no contar con ayudas, fue ella misma la que imploró a su entrenadora de León, Ruth Fernández, para seguir formándose con ella, aunque tuviera que costeárselo por su cuenta. Y así fue, sin becas tampoco en Andalucía, Yulia regresó a León (ahora pertenece al Club Ritmo) y se empadronó en dicha comunidad con el ánimo de recibir algún apoyo económico. Porque además de seguir en la Liga Iberdrola, quiere luchar porque la Federación vuelva a fijarse en ella. «Tengo posibilidades, pero no sé qué pasará con la selección... Deberían tener claro qué hacer con nosotras, no dejarnos de lado. Ahora mismo es como que sigo formando parte de la selección, pero sin beca. Por ahora, a seguir haciéndolo lo mejor que pueda y a entrenar por mi cuenta».
Están siendo momentos dolorosos para ella y su familia, y ya no sólo por su situación deportiva, si no porque su corazón está en Ucrania. «Casi toda mi familia está allí, salvo dos tíos en Málaga, y por ahora en su ciudad aún no han caído bombas ni nada, pero estamos bastante preocupados por ellos. Mi madre está siempre en contacto con ellos. Ni yo ni nadie esperaba algo como lo que se está viviendo, no se merecen esto», reconoce.
Cogiendo respiración entre frase y frase, con lágrimas en los ojos, su madre, Svitlana, es la que peor está llevando esta agónica situación. «Toda mi familia se encuentra en Ternópil, están un poco pegados a Polonia, así que por ahora no ha pasado nada grave, pero estamos todos asustados. Todos los ucranianos pedimos que se acabe ya esto, allí está el futuro de nuestros hijos», relata.
Está en constante contacto con sus familiares: padres, hermanos, tíos... Que al menos por ahora no se plantean salir del país. «Algunos sí que huyen, pero la mayoría no quiere abandonar su tierra. Mi familia no quiere. No saben qué va a pasar, si van a llegar las bombas.... Se escuchan aviones pasar, hay alarmas todo el rato y están pasando mucho miedo. Las primeras noches no dormían, y yo tampoco, no puedo explicar el dolor que siento; llevo unos días psicológicamente muy mal. Sólo queremos libertad y paz, es lo que quiere cualquier ucraniano», lamenta, sobrecogida. Y señala algunas de las situaciones que se están viviendo allí: «No hay colegios ni guarderías y trabajan sólo algunos... Salen de vez en cuando a la calle a comprar medicinas y alimentos y están dando armas a la población para que se protejan, están muy asustados». Y sigue: «Mi padre está en el hospital porque se cayó y lo han operado, pero han vaciado los hospitales por si llegan heridos de la guerra», relata.
Valora más que nunca la paz que respira aquí y la tranquilidad con la que vive su hija, que puede seguir centrada en sus estudios y en buscar el sueño olímpico. Sin embargo, en tiempos de locura y de guerra no puede evitar que su corazón esté en el país que tanto ama y que le ha visto crecer.
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