Sr. García .

La ventana

Cruce de vías ·

Espero que llegue el día en que se asome al patio interior, mire al cielo y nuestras miradas se crucen un instante

Vive sola, tranquila, escribe. Apenas sale de casa excepto para caminar por los alrededores e ir a comprar. «Una bolsa, por favor», son las únicas ... palabras que le oigo pronunciar cuando coincido con ella en la caja del supermercado. Desde mi ventana la veo todos los días sentada delante del ordenador. La perspectiva oblicua me impide verle el rostro. Una mujer decapitada que teclea, cruza las piernas, se incorpora y únicamente recobra la cabeza cuando se asoma tras el cristal de la ventana. Entonces yo me retiro un par de pasos, como si tuviera miedo de ser descubierto. No enciende ninguna lámpara. Al llegar la noche solo el reflejo de la pantalla ilumina su cuarto. Yo también mantengo la luz apagada para que no me descubra. A veces pienso que escribe a oscuras porque sabe que la estoy espiando. Los dos vivimos en el mismo edificio, yo en el tercer piso y ella en el segundo. Nunca coincidimos en el portal, supongo que espera que no haya nadie para salir a la calle y al regresar toma la misma precaución. Estoy convencido de que si algún día la sorprendiera esperando el ascensor daría media vuelta como si hubiera olvidado comprar algo.

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Sé que es escritora porque leí sus novelas antes de habitar esta casa. En alguna ocasión he pensado en llamar a su puerta y pedirle que me dedique un libro, pero no quiero ponerla en el compromiso de hacer algo que no le agrada. La ventana de su estudio es la única que da al patio interior, las otras miran a la calle. Curiosamente ha elegido la habitación más oscura y menos íntima para trabajar, las demás dan al mar. Si ella levanta la mirada desde su cuarto de estudio hacia mi ventana descubrirá los aviones de colores que cuelgan del techo. Al ocupar este piso pensé en visitar a los vecinos y presentarme, pero no lo hice. Hoy sigo sin saber ningún nombre excepto el de la escritora. Los saludo cuando me cruzo con cualquiera de ellos en el portal o al coincidir en al ascensor, hablamos del tiempo y nos despedimos. Ella permanece oculta, casi invisible.

Espero que llegue el día en que se asome al patio interior, mire al cielo y nuestras miradas se crucen un instante. Entonces yo también escribiré un cuento sobre la mujer que habla y manifiesta los sentimientos sólo cuando escribe. Ignoro si tras la puerta de su estudio está la habitación de matrimonio y el cuarto de los niños. No lo sé ni tampoco quiero saberlo. Yo prefiero seguir haciéndome ilusiones mientras aguardo en secreto que llegue la primavera y, aunque sea por simple olvido, los dos dejemos abiertas las ventanas.

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